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Yalta 2.0
En 1945, las conferencias de Yalta y Potsdam, dieron lugar al nacimiento del derecho internacional público contemporáneo, del que se originan las Naciones Unidas y los organismos internacionales creados para asegurar la paz, la soberanía y la integridad territorial de sus miembros. En otras palabras, los vencedores de la amenaza mundial que supuso el nazismo y Adolf Hitler, crearon condiciones para la estabilidad de las naciones.
Un amplio y erudito artículo de Lesia Bidochko para el diario El Español, pone de manifiesto cómo las tentativas neo-imperialistas de Vladímir Putin han supuesto un rompimiento del derecho de los Estados modernos, sobre todo desde la anexión rusa de Crimea, y luego, la invasión del frente oriental de Ucrania.
Vladímir Putin y la administración de Donald Trump, manejan ciertamente ejes temáticos y razonamientos similares. Ambos buscan reposicionar, junto a China, el tablero de la política internacional, como se hizo en 1945, pero sin el consecuente respeto de la norma internacional. Presenciamos, pues, por un lado, el peligroso declive de la OTAN, y además cierta inestabilidad defensiva europea.
Muchos periodistas y analistas del Viejo Continente, han mostrado por ello su preocupación y desacuerdo acerca de los intereses creados entre Putin y Trump, a espaldas de la Unión Europea y de la martirizada Ucrania. Pero no solamente eso. Sir Ben Wallace, conservador, y exsecretario de defensa del Reino Unido, ha dejado entrever en televisión que “Putin volverá por más”. La “Yalta 2.0” constituye, en efecto, el reacondicionamiento mundial por la fuerza bruta de las tres potencias militares del mundo: Estados Unidos, China y Rusia.
Si bien es cierto que la Unión Soviética ocupó una zona de influencia después de 1945 tras los sucesivos países de órbita comunista; después de su colapso, nadie habría imaginado a principios de la década de 1990, que la penetración de Rusia alcanzara a Ucrania, un aliado estratégico de la Unión Europea y potencial miembro de la OTAN según el derecho de autodeterminación de los países.
Si se materializa este reparto tripartito del mundo, la balanza esta vez se inclinaría a favor de los intereses chinos y rusos, tomando en cuenta los ya creados por los satélites que secundan a estos dos países euro-asiáticos (tal el caso de Irán o Corea del Norte, por poner solamente dos ejemplos).
Este movimiento en torno a un nuevo orden mundial basado ya no en leyes supranacionales, embarga cierto grado de conmoción, y no es para menos. Trump, por su parte, ha decidido hacerse con el control del cincuenta por ciento de los recursos de Ucrania, a costa de la opinión desfavorable del legítimo presidente ucraniano, Volodímir Zelenski. Algo que es, cuándo menos, moralmente inaceptable.
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