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El feminismo ha demostrado ser una de las fuerzas más transformadoras de nuestra época, generando cambios profundos en todos los ámbitos de la sociedad. Sin embargo, al comenzar 2025, el feminismo enfrenta retos complejos que nos exigen reflexión y acción.
El año que comienza se perfila como crucial para consolidar avances en materia de igualdad y erradicación de la violencia machista. Por un lado, el movimiento feminista ha conseguido victorias significativas en los últimos años: legislaciones más estrictas contra la violencia de género, visibilización de problemáticas antes silenciadas y una mayor participación de mujeres en esferas de poder político y económico. Cada paso adelante, aunque significativo, ha requerido grandes esfuerzos y la colaboración de diversos sectores de la sociedad.
Sin embargo, también enfrentamos retrocesos preocupantes. El auge de discursos reaccionarios, el incremento de los feminicidios y la desigualdad estructural que persiste en términos de salarios, cuidados y representación son pruebas de que la lucha está lejos de culminar.
En este contexto, 2025 plantea diferentes retos que debemos acometer desde el compromiso, pero, también, desde la responsabilidad y el rigor. Uno de estos desafíos, quizás el más inminente, es el abordaje especializado de la violencia de género digital y sus efectos. En un mundo cada vez más conectado, el acoso y la violencia de género digital han adquirido dimensiones alarmantes. La desinformación, las amenazas y el ciberacoso buscan silenciar a mujeres que se atreven a alzar la voz. Las redes sociales, si bien han sido una herramienta poderosa para la organización y visibilización feministas, también se han convertido en espacios de hostigamiento. Una acción prioritaria es impulsar legislaciones que responsabilicen a las plataformas digitales por los contenidos que permiten y promueven. Al mismo tiempo, es crucial desarrollar estrategias de seguridad en la red para el uso seguro y consciente del entorno virtual.
Otro eje fundamental de acción continúa siendo la disputa por los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres. En diversas partes del mundo se observa una ofensiva contra estos derechos. Desde la criminalización del aborto hasta las restricciones al acceso a anticonceptivos, los derechos sexuales y reproductivos son un terreno de disputa prioritario que exige vigilancia constante y acción política decidida pues, como afirmará Simone de Beauvoir a mediados del siglo XX, basta con una crisis política, social o económica para poner en entredicho cualquier conquista de derechos experimentada por las mujeres, y los derechos sexuales y reproductivos han sido y son el campo de batalla que nunca terminamos de librar.
La emergencia climática es otro de los grandes retos que tiene la humanidad para su propia supervivencia y afecta de manera desproporcionada a las mujeres, especialmente a las más vulnerables. Incorporar una perspectiva feminista en las políticas ambientales no es opcional, sino urgente. Las y los feministas deben liderar propuestas que vinculen el cambio climático con las desigualdades, subrayando que las soluciones deben ser inclusivas y sostenibles. Esto incluye abogar por el acceso equitativo a los recursos naturales, la participación de las mujeres en la toma de decisiones y la protección de las defensoras ambientales que enfrentan amenazas constantes en muchas regiones del planeta, sobre todo en aquellas que ven cómo de manera inexorable el cambio climático lo está arrasando todo.
La polarización social y los discursos de odio plantean un riesgo directo a los derechos conquistados por y para las mujeres. Es fundamental fortalecer alianzas y construir puentes con otros movimientos sociales para contrarrestar estos discursos divisorios. La unidad, a pesar de nuestras diferencias internas, es clave para enfrentar las amenazas externas. Por ello, también es necesario el fortalecimiento del feminismo interseccional, para que éste sea hogar y refugio para todas las mujeres. Esto implica reconocer que la opresión no es uniforme y que la experiencia de ser mujer no es universal, sino que está moldeada por múltiples factores.
Los retos y desafíos son muchos y de una complejidad enorme, es por ello por lo que se torna más necesario que nunca continuar con el fortalecimiento de la educación en valores de igualdad, la ampliación de redes de solidaridad internacional y la inclusión de los hombres en la lucha por la igualdad y por un mundo más justo para todas las personas.
El feminismo en 2025 tiene ante sí una tarea titánica: mantener la llama de la justicia y la igualdad encendida en medio de un mundo cada vez más complejo y cambiante. No obstante, con valentía, solidaridad y una visión clara del futuro que queremos construir, este año puede marcar un antes y un después en la lucha por los derechos de las mujeres. No hay espacio para retroceder; sólo para avanzar con determinación y esperanza.
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