Franco vive, la lucha sigue
Tengo serias dudas de que vaya a servir de algo conmemorar los cincuenta años desde que Franco tuvo a bien morirse. Murió tarde, mal, y en una época en la que no había contenedores marrones. No nos quedó ni la justicia poética. El pasado jueves tuvo lugar la primera entrega de los actos y pasó sin pena ni gloria. Ni siquiera que su graciosa majestad no acudiera ha supuesto mayor problema. Se ausentó por motivos laborales. Ya es mala suerte que para un día que trabaja sea ese. Es que lo suyo no es vida, es una montaña rusa. Pero si mientras menos haces mejor te va -en la Zona Cero se le aclamó como si fuera el primus inter pares de los voluntarios-, igual su no-asistencia fue un golpe maestro. Aunque, de haber ido, quizás a alguno de sus palanganeros de extremo centro le daba por reflexionar. Quizás no, también es verdad, pero soñar es gratis.
Mi solidaridad con el iluminado que pensó que el cincuenta aniversario de su muerte en la cama iba a servir para algo. Los ingenuos son entrañables, pero hasta que cumplen cinco años. Luego resultan cansinos. Si la dictadura está de facto proscrita en los colegios, de poco va a servir un bolo en un teatro. Y como no ven cine español, tampoco están informados de las últimas novedades en el frente.
El problema con Paco -lo llamo así porque hay confianza-, es que no asusta ya ni a las abuelas. Lo dejó todo tan atado y bien atado que, aunque ya no está entre nosotros -o lo esté, pero de cuerpo presente-, su herencia permanece. Celebrar su muerte es algo que todos deberíamos hacer al plantar el primer pino del día, pero actos simbólicos como este, realizados (espero) en la más absoluta intimidad, son de corto recorrido. Añadir palabras a los hechos (se quiere eliminar el delito contra los sentimientos religiosos), si hace que en lugar de mirar por el retrovisor 50 años atrás lo hagamos en eso que llama tiempo real, pero que se ha convertido en puro surrealismo.
El problema de desenterrar a Franco de tanto en cuanto es que la momia ya no sorprende a nadie. Es como lo de ir a la Luna, que de la sexta misión no se acuerda nada. Es más, algunos hasta le han pillado el tranquillo. Entre los jóvenes -afortunadamente no todos- los hay que se han tragado con cebo, anzuelo, sedal y caña, que el finado pagaba de su bolsillo la seguridad social, cavaba a pico y pala los pantanos, inventó lo de salir los jueves y que había libertad para dar y tomar. Si se molestaran en ir más allá del meme descubrirían que lo único mejor de aquellos interminables cuarenta años es que no estábamos tan pendiente de los móviles, mérito que algunos defensores de la educación ‘de la de antes’ no dudarán en atribuirle.
Pero, aunque pese, el muerto, sigue vivo. Es un fantasma tan falso como los que descubre Aldo Linares en Cuarto Milenio, pero muchos se lo creen. Lo del fantasma de Franco y los de Cuarto Milenio -el que los encuentra y el que los presenta-, que suelen ser los mismos. Pero, paradojas de la vida, la antigualla se ha colado entre los milenials gracias a las redes sociales, como le pasó a Ernesto ‘Ché’ Qué Vara cuando Alberto Korda, con una foto, le convirtió en icono pop. Ahora lo moderno es cortarse el pelo a lo champiñón y ser reaccionario, que es lo más punki y antisistema que ofrece el mercado de las personalidades en formación. Como en su día Sid Vicious quien, al menos, dudo que se tomara en serio. Al menos él no se inflaba a bebidas energéticas aunque se drogaba mucho. Lo destaco porque del bajista de los Sex Pistols solo se cuenta lo malo.
Lo que se nos viene encima, y viene de la ultraderecha, no es la herencia de un carnicero africanista sino un fascismo de nuevo cuño, cuyo fétido aroma se va extendiendo por todo el mundo gracias a las redes. Los que van a tomar el poder no son los militares sino una broligarquía empresarial que sí tiene visos de destino en lo universal. Lo de tirar de Franco, está bien para los nostálgicos de ambos bandos, unos para ver si lo derrocan de una vez y otros, para intentar recuperar su legado.
A los jóvenes no hay que recordarles que fue un asesino, porque casi no saben ni quién fue. Tampoco saben quién fue Elvis, y eso que molaba mucho más. De hecho, millones aseguran que la Tierra es plana; no tiene mucho sentido intentar razonar con ellos. Quizás si en lugar de arreglarles el pasado, les apañamos el futuro, empiezan a cambiar de opinión aunque el Glorioso Alzamiento les suene a chino. Creo que podemos sentenciar de una vez que las carreras imaginarias ante los grises están más amortizadas que el aerobic. Hace falta un nuevo relato. Ahí están Broncano, su santidad Lalachús, al Gran Wyoming, a Belén Esteban, o a Alba Carrillo en la tele, pero no hay influencers de izquierdas con el empuje de los Llados, Hombre Blanco Hetero, AuronPlay, TheGref y compañía. O, cabe matizar, sí los hay pero salen poco en los medios. Que la intelligentsia de izqquierdas no le parezca importante es prueba inequívoca de que sí lo es. Si hay que cambiar el relato, menos periodista rebuscando sinónimos en el diccionario para un texto que solo se leerá él -un lector más de los que tengo yo, todo sea dicho- y más puños en alto en las redes.
Hay indicios de que el Caudillo y su gloriosa cruzada no venden una escoba ya ni entre los suyos. Con toda la carcundia facha que en el mundo es, el manifiesto Contra Franco. La Constitución es la única celebración posible apenas ha reunido 87 firmas de los habituales de la Legión Cóndor mediática. Por supuesto, es el mismo discurso cansino e interesado del pacto de amigos entre vencedores y vencidos, o cómo los perdedores (se refieren a los que no fusilaron en juicio sumarísimo) renunciaron a la venganza. Son tan rancios como los que critican.
Pero no todos los homenajes Franco son iguales. Hubo uno que valió la pena en la Taberna Garibaldi, propiedad del tristemente célebre Pablo Iglesias. Irene Montero, una de las políticas más valientes (aunque no siempre acertada) que se ha visto en mucho tiempo, anunció que iba a presentar su último libro, Algo habremos hecho. Último por ahora, creo. Entonces, Daniel Esteve a.k.a Dani Desokupa, que se ve que tiene acceso a internet en el zoológico, anunció que se iba a presentar “con sus cojones”, 200 de sus camisas pardas y la neurona que comparten entre todos. De los 400 huevos, no opino; pero la pobre neurona, sí: la tienen sin usar.
La respuesta de Montero, Irene Belarra, y las suyas no se hizo esperar. Lejos de achantarse ante la visita de 200 frascos de winstrol con brazos, se citaron en la puerta para ver cuantos de esos 400 cojones tenían ídem de cruzar la puerta. Al final Dani Desokupa pintó los calzoncillos y retiró su amenaza: era una broma, dijo, y se río con la risa falsa del cobarde que solo se engaña a sí mismo. Al final, hubo policía en la puerta por si acaso, pero todos de uniforme. Los que atendieron el llamamiento inicial de Desokupa tuvieron la tarde libre. Ahí estaban ellas -cada una con sus ovarios, aunque sin hacer ostentación, y del tamaño de los de Ana Pardo- y algún aliade con ganas de mojar (valga la redundancia). Se plantaron, les dijeron que no pasarían y no es que no pasaran, es que ni se presentaron. Así sí se celebra medio siglo de democracia. Menos Franco y más Durruti.
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