Tarta de calabaza: una receta asequible y original para sorprender con un postre navideño
De la familia del calabacín, el melón o la berenjena, la calabaza es -junto con la sandía- la fruta más grande del huerto. A partir de marzo -y hasta el mes de mayo si apuramos un poco- pueden empezar a plantarse sus semillas, pero no será hasta septiembre cuando empiecen a estar listas para su recolección, que puede alargarse hasta bien entrado noviembre. Sabremos que ha llegado el momento porque su color será más intenso, y al tacto su corteza estará más firme y dura.
Bien almacenadas -en lugares secos, bien ventilados y con escasa humedad- pueden conservarse entre tres meses y un año entero, en función de la variedad y también del momento en que las hayamos recolectado y del proceso de curado: muchos agricultores, antes de guardarlas, las dejan al aire libre en un lugar soleado entre tres y cuatro semanas.
Verdes, naranjas más o menos intensos o amarillas, redondas, alargadas o con forma de cacahuete, la calabaza es una de las frutas por excelencia del otoño. Es una fruta muy versátil que podemos degustar en platos tanto dulces como salados, en forma de cremas, en sopas, en puré para guarnición, mermeladas para desayunos y meriendas, o combinada con otras verduras para acompañar arroces o pastas.
Según la variedad, simplemente asada al horno es un postre exquisito y los azúcares que contiene le confieren un punto de dulzor muy rico. Es la base también del cabello de ángel, y el ingrediente estrella de algunas de las tartas más típicas del otoño y del invierno. Y por supuesto, de los postres y dulces navideños.
Además de ser una fruta comodín -o una auténtica protagonista- en un sinfín de platos y recetas, la calabaza tiene muchísimas propiedades que la convierten en una gran aliada para nuestra salud en los meses fríos:
- Tiene propiedades antioxidantes, gracias al betacaroteno que contiene puede ayudar en la prevención de manchas solares o arrugas. Y la vitamina C y E son un escudo contra los radicales libres.
- Es beneficiosa para nuestra salud coronaria. Al contener potasio y arginina puede ayudar a controlar la presión arterial, así como el colesterol LDL.
- Tiene propiedades positivas para la vista al contener luteína y zeaxantina, lo que puede ayudar a prevenir la degeneración macular.
- Es buena para el sistema inmunitario, por su alto contenido en vitaminas y minerales, cuyos beneficios podemos extraer no solo de la carne de su fruto, sus semillas también son una bomba de nutrientes.
Así que si no quieres prescindir del dulce estas navidades, te encanta el sabor y la textura de la calabaza y te apetece un postre saludable y casero para degustar en familia, con amigos o para darte un homenaje, toma nota de esta tarta de calabaza que invita a repetir.
Aunque la elaboración de la base puede resultar algo más entretenida -sobre todo si es la primera vez que te enfrentas a masa quebrada-, el resto es muy sencillo y no se requiere mucho tiempo en la cocina.
Contraste de sabores: dulce y especiado
Para una tarta con raciones para ocho personas vamos a necesitar los siguientes ingredientes: 130 gramos aproximadamente de harina de espelta integral y harina de avena -puedes usar harina de trigo normal, pero esta mezcla da muy buen resultado-, 150 gramos de mantequilla sin sal, una pizca de azúcar moreno y de sal (entre 2 y 5 gramos) para la masa, tres huevos y una yema (uno lo usaremos para la masa y los otros junto con la yema, para el relleno), unos 500 gramos de puré de calabaza, 120 gramos de nata para montar, un poquito de canela (4 gramos), jengibre (3 gramos), nuez moscada (0,5 g) y clavo (0,5 g) y 140 gramos de azúcar moreno o panela.
Lo primero que tenemos que hacer es hornear nuestra calabaza, triturar el puré y dejarlo escurrir totalmente para que no quede agua en su interior. Puede dejarse toda la noche el puré en un escurridor. Para asarla no hay truco, se corta por la mitad y sabremos que está lista cuando esté bien tierna.
La masa se puede dejar hecha el día anterior, porque necesita reposo. Para elaborar la masa cortaremos la mantequilla -tiene que estar muy fría- en cubitos. En un procesador de alimentos la trituramos junto con las harinas, el huevo, la sal y el azúcar. Si quieres hacerlo todo de forma manual, también es posible pero debes tener las manos muy frías en todo momento o utilizar un tenedor. Si se te queda seca, puedes añadir un poquito de agua fría hasta conseguir la consistencia deseada. Hay que darle forma plana y redonda, la cubrimos con papel film y reservamos al menos media hora en la nevera. Mejor más tiempo.
Una vez respetados los tiempos de reposo, precalentamos el horno a 200ºC y mientras vamos engrasando con mantequilla un molde de tarta de los rizados (de entre 24 y 26 cm). Con un papel vegetal o antiadherente bajo la masa, la vamos extendiendo con un rodillo hasta que la masa tenga entre 3 y 4 centímetros. Vamos a forrar el molde con la masa -recortaremos toda la masa que sobre-. Ahora, vamos a pincharla por toda su superficie con un tenedor, y después la cubriremos con papel de hornear y colocamos encima pesos de cerámica para hornear o alguna legumbre como judías o garbanzos.
La horneamos durante 10 minutos, retiramos los pesos o legumbres y volvemos a hornear otros 10 minutos más. Antes de seguir tenemos que dejar que la masa se enfríe. Y bajamos la temperatura a 180ºC. Mientras, vamos a batir el resto de los ingredientes con unas varillas hasta que veamos que todo está bien integrado. Añadimos las especias. Y cuando la masa se haya enfriado, volcamos la mezcla en el molde. Horneamos de nuevo entre 30 y 45 minutos, dependerá de la potencia de nuestro horno. Hay que ir revisando que no se queme. Para saber si la tarta está bien cocinada, podemos introducir un palillito en la mazcla y si sale limpio (o casi) es que ya está lista para sacarla del horno.
Esta tarta es ideal como postre para una comida o una cena, pero también puede ser una merienda muy completa acompañada de un café calentito, un té o cualquier otra infusión. Si la has guardado en la nevera para conservarla mejor, antes de tomarla tienes que sacarla del frigorífico para dejar que se atempere y no pierda ninguno de sus sabores y matices.
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