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Opinión

Una Ley de Concordia abyecta y miserable

Los diputados del grupo parlamentario de Vox aplauden durante el pleno en la Asamblea de Extremadura que ha debatido esta semana la propuesta de Ley de Concordia presentada por ellos para derogar la Ley de Memoria Histórica de Extremadura, y que ha sido tumbada por el PP.

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Les escribo desde el pleno, sentada en mi escaño, tras escuchar el debate de la mal llamada Ley de Concordia. Estoy sentada, y menos mal, porque los discursos de aquellos que hablan de concordia me dejan muerta y ojiplática. Hablan de concordia aquellos que defienden, sin pudor, un régimen fascista que asesinó, represalió y persiguió a miles de españoles y españolas simplemente por tener una ideología distinta. Hablan de concordia aquellos que quieren que la amnesia colectiva borre las atrocidades que se sufrieron durante décadas en este país. Hablan de concordia aquellos que no quieren cerrar heridas y que quieren seguir glorificando a los verdugos de una dictadura atroz.

La memoria es un arma de futuro para construir sociedades vacunadas contra la repetición de sus mayores tragedias, y escuchar el discurso del diputado de VOX nos tiene que hacer reflexionar sobre lo que ha supuesto esta transición fallida, donde muchos creyeron que la amnesia era la mejor solución. Está claro que no. Es obvio que destruir la plaza de toros de Badajoz, permitir que siga habiendo personas asesinadas enterradas en las fosas comunes de cunetas y cementerios o mantener placas de calles en honor a carniceros fascistas no es la mejor manera de vacunarnos contra el horror.

No nos engañemos, estamos en un momento donde ser franquista está hasta de moda. Algo que en mi tiempo de estudiante era impensable. Cantar el cara al sol sin recibir el reproche social de la mayoría, hoy es algo común en los recreos de los centros educativos.

Ante esto, no nos queda más remedio que, con valentía, seguir defendiendo los valores democráticos y explicando lo que supuso la época más oscura de nuestra historia actual porque el olvido hace crecer los monstruos. 

En el calor del debate VOX llegó a afirmar que estaban de acuerdo con la última locura del señor Trump, que se le ha ocurrido la ‘maravillosa’ idea de abrir un campo de concentración en Guantánamo para los inmigrantes en situación irregular. Personas que el único delito que han cometido es trabajar de sol a sol, sin derechos, a la espera de poder regularizar su situación. Los campos de concentración, como bien me comentaba en una publicación un amigo, son la máxima exponencia de la violencia, la pérdida de libertades y derechos fundamentales. Ante esa terrible afirmación es más que necesario poner pie en pared y decirles que no vamos a consentir que su odio y fanatismo siga avanzando.

Por eso, este pasado jueves logramos una victoria importante en la Asamblea de Extremadura. Los demócratas conseguimos parar a los herederos del franquismo, que querían blanquear, con esa mal llamada Ley de Concordia, los horrores que miles de familias extremeñas, y españolas, vivieron durante el golpe de estado, la guerra y la posterior dictadura franquista.

Mientras escuchaba el vomitivo discurso de la extrema derecha no podía parar de pensar en todas las personas que todavía tienen a algún abuelo en alguna cuneta. En todos aquellos que sufrieron torturas y vejaciones en las prisiones o en los campos de concentración, como el de Montijo y Castuera. En los que fueron perseguidos, en los que se echaron al monte o en los que tuvieron que hacer las maletas, huyendo de la represión. Pensaba en que no solo le debemos la reparación y la dignificación que nunca tuvieron, sino en que tenemos la obligación moral de impedir que los fascistas no vuelvan a pasar.

Unidas por Extremadura tiene claro el “bando” en el que está. Está en el demócrata. Pero también sabemos que algunos de los que votaron ayer en contra la ley de la extrema derecha, la Ley de Memoria Histórica les sobra. Son los que también apuestan por la amnesia colectiva, pero que no lo dicen por miedo de ser tildados públicamente como lo que son.

De lo contrario, no entendemos cómo el Partido Popular fue capaz ayer de pararle los pies a Vox con esta vomitiva norma, pero sin embargo, votara en contra de convertir el campo de concentración de Castuera en un lugar de memoria. O si que lo entendemos, claro que sí. Su enmienda a la totalidad obedecía a cuestiones que nada tienen que ver con la reparación a las víctimas. Su enmienda a la Ley de Concordia tenía más de estrategia presupuestaria que de compromiso con los valores democráticos. Y después de renunciar a los presupuestos iba a quedar “muy feo” retirarla. Pero, si por ellos fuera, reescribirían de nuevo la historia.

No lo vamos a permitir. No vamos a dejar a la derecha y a la extrema derecha que blanqueen el horror. No vamos a dejar que el pueblo se quede sin memoria porque como dijo Benedetti, “todo se hunde en la niebla del olvido, pero cuando la niebla se despeja, el olvido está lleno de memoria”.

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