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Muere Jesús Pérez Varela, el publicista de Fraga que diseñó el control político de los medios gallegos

Jesús Pérez Varela (izquierda) y Manuel Fraga, en 2005

Luís Pardo

16 de enero de 2025 10:28 h

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Jesús Pérez Varela, el que fue responsable de Cultura e Comunicación Social durante nueve años en los gobierno de Manuel Fraga, falleció a los 75 años de edad tras una larga enfermedad, según confirman a esta redacción fuentes de su entorno. Procedente de la ultraderecha y señalado por sus vínculos con la trama civil del golpe de Estado de Tejero, desde su puesto como superconselleiro diseñó una relación de control entre la Xunta y los medios que los sucesivos gobiernos del PP han mantenido hasta hoy. Por ella, el exlíder del BNG, Xosé Manuel Beiras, se refería a él como “el pequeño Goebbels”. Pérez Varela fue el encargado de revitalizar el Xacobeo, creado por su predecesor, Vázquez Portomeñe y de impulsar la Cidade da Cultura, el inmenso complejo levantado en las afueras de Santiago al que la oposición se refería como el mausoleo de Fraga. Esa mano de hierro se disimulaba tras un carácter campechano, que ha dejado para la posteridad numerosos gazapos lingüísticos; el más sonado, confundir la Carmina Burana de Carl Orff con la inexistente cantante gallega Carmiña Burana.

Nacido en Redondela en 1949, Pérez Varela estudió periodismo en la Escuela Oficial de Madrid y ejerció en varios medios antes de dirigir El Imparcial en la segunda mitad de 1979. Un artículo suyo en ese mismo periódico se consideró un anticipo al golpe de estado de Tejero. “Pérez Varela era un periodista que, partiendo de la escuela gallega de los Pedro Rodríguez, Fernando Ónega, etc. había alcanzado un notorio predicamento entre los militares”, decía de él su excompañero Joan Pla en el libro La Trama Civil, que fue esgrimido por Beiras en el Parlamento de Galicia. Años después, otro nacionalista, Carlos Aymerich, leería en la Cámara los artículos en los que el ya exconselleiro pedía un brindis por Tejero e Ynestrillas.

En 1990, poco después de la llegada de Manuel Fraga a la presidencia de la Xunta, fue nombrado director de su gabinete de comunicación y, al año siguiente, secretario xeral de Comunicación. Su labor en el cargo, caracterizada por el reparto de ayudas a los medios afines y el control de la radio y la televisión pública, marcó la línea que ha definido a los gobiernos del PP en Galicia y su relación con el periodismo a lo largo de los años. La imagen pública del fraguismo, en esa Baviera gallega casi idílica que se esforzó en dibujar, es en buena parte responsabilidad suya.

De las 'listas negras' a 'Carmiña Burana'

El primer gran escándalo de su época fue la aparición de una lista negra de periodistas de la RTVG en las que se recogía desde su “peligrosidad” hasta sus relaciones políticas y afectivas. La autoría del documento se atribuyó al PP, algo que Fraga tuvo que negar en una comparecencia.

En 1997, Pérez Varela es ascendido a conselleiro de Cultura, Comunicación Social y Turismo, cargo que no soltará hasta que el PP pierda el poder, en 2005. Desde allí, ejerce un poder casi absoluto en su campo, equivalente al del otro peso pesado de aquel gobierno, Xosé Cuíña, en el campo de las infraestructuras. Como discípulo aventajado de Fraga, convierte el turismo en uno de los ejes de su política, nucleado alrededor del camino de Santiago y el Xacobeo. El concepto, creado por su predecesor, Víctor Vázquez Portomeñe, para conmemorar por todo lo alto el Año Jacobeo de 1993, alcanzaría nuevos vuelos con Pérez Varela y su obsesión por contratar a artistas que “pudiesen meter 30.000 merluzos” en el auditorio del Monte do Gozo, donde hoy se celebra el Son do Camiño.

La presentación de los conciertos por parte de su gran promotor acabó convirtiéndose en uno de los grandes espectáculos del Xacobeo, tal y como ironizó una diputada socialista. Lo hizo después de que corriese como la pólvora —años antes del nacimiento de las redes sociales— una entrevista en la que Pérez Varela repasaba los nombres que quería traer a Galicia. Bandas “de poc-rock o rock poc” como Lenny Kragüit, Yans Addition, Massive Atrack o Seminal Brothers, además de “todo el que se ponga a tiro”.

Aquella entrevista sólo incrementó el mito creado años atrás por lo que pretendía ser una acción publicitaria que salió mal. El conselleiro convocó a la Radio Galega a la taquilla del Auditorio de Santiago para contar cómo compraba la entrada para uno de los espectáculos que impulsaba su departamento. Cuando tuvo que decir cuál era, respondió: “El de Carmiña Burana, una de las buenas cantantes de este país”, un lapsus que, tres décadas después, repetiría el alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida. Tras la vergüenza inicial, que llevó incluso a tratar de hacer desaparecer aquella grabación, Pérez Varela acabaría despidiendo sus actos públicos al grito de “¡Viva Carmiña Burana!”.

“El mausoleo de Fraga”

Más allá de una forma de actuar y de relacionarse entre la administración autonómica y los medios, el mayor legado —en tamaño y en coste— de Pérez Varela se levanta en una ladera próxima a la capital de Galicia: la Cidade da Cultura, la obra faraónica con la que Manuel Fraga miraba al Guggenheim y otros grandes contenedores culturales y que ha quedado hoy, 25 años y 300 millones de euros después -el triple de lo previsto-, convertida en la combinación de complejo de oficinas con la sede de grandes exposiciones temporales. Aún así, su auténtico récord de visitantes lo alcanzó cuando funcionó como vacunódromo en la pandemia. Al bipartito —el gobierno de izquierdas que sucedió al fraguismo— primero y a Alberto Núñez Feijóo después les tocó finalizar ese trabajo monumental.

La inexistencia de proyecto tras tal creación megalómana quedaba patente en una conversación, recogida por un micrófono abierto y publicada por La Voz de Galicia, entre Pérez Varela y el arquitecto Peter Einsenmann —“esa eminencia”, como lo llamaba Fraga— en la que el conselleiro da instrucciones como la de crear en uno de los edificios “un museo hiperactivo”. “Nosotros estamos dando, si acaso, levadura; el pan lo tienen que hacer usted y su equipo”, se recogía en otro diálogo, desvelado éste por la Cadena SER. “Galicia ha sido un país pesquero, agrario y ganadero, y queremos transformarlo en un país con prepotencia en los sectores de servicios, en el turismo, en la industria y, sobre todo, en la tecnología”.

Hasta el mismo día que soltó su cartera de conselleiro, Pérez Varela siguió ejerciendo el poder como si no hubiese en mañana. Con el gobierno de Fraga ya en funciones tras la derrota en las urnas, se jactó de despedirse adjudicando las dos frecuencias pendientes para canales de televisión autonómicas privadas: se las llevaron La Voz de Galicia y la Cope, ante el enfado del grupo de empresarios mediáticos gallegos —en su mayoría, crecidos al amparo de las políticas de la propia Xunta— que habían presentado su propia propuesta. “El PP se olvida de quienes le han ayudado”, se lamentaba el dueño de Filmax, Julio Fernández. Hace años que ambas televisiones dejaron de emitir.

Con el bipartito en la Xunta, Pérez Varela fue designado por el PP como miembro del Consello de Administración de la CRTVG, donde permaneció hasta su jubilación. El mismo día que dejó de ser conselleiro, creó con su mujer una empresa de eventos por la que tuvo que dar explicaciones en la comisión de investigación del Parlamento sobre la Cidade da Cultura. El dictamen veía en esa actividad una clara incompatibilidad.

Para entonces, Pérez Varela había desaparecido ya de la vida pública. Vivió durante años entre Ecuador y Nueva York, mientras su legado se apagaba y el PP de Feijóo, pese a imitar sus métodos, lo dejaba en el olvido.

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