A pesar de la lucha titánica de la plataforma 'Cine Rex vivo', la administración de Murcia está dispuesta a liberar de protección y dejar caer esta sala emblemática para que pueda emplearse con fines comerciales: gimnasio, galería comercial, etc. Esa es la resolución tras aprobarse inicialmente este pasado miércoles, en junta de gobierno, la ampliación de usos solicitada por los propietarios del inmueble histórico.
La plataforma 'Cine Rex Vivo' continuará con sus concentraciones cada jueves y además estudia otras iniciativas que salven la sala.
Una vez más, y ya van unas cuantas, nuestra administración da prioridad absoluta a lo mercantil, sin reparo, sin sombra de duda. Lo ha hecho con el edificio de Correos, lo ha hecho con la Cárcel Vieja, lo ha hecho con el huerto de Santa Eulalia, lo va a hacer también con el cine Rex. No tiene ningún interés en preservar un rincón para que la cultura florezca. Menudo estorbo la cultura. Terrazas enlosadas y bares y cervezas y luces de Navidad hermosas a tutiplén. Van a dejar la ciudad como el aparcamiento de un centro comercial. Quieren convertir la ciudad en un centro comercial. Pero la ciudad es otra cosa, otro concepto infinitamente más amplio, un lugar donde se pueden mezclar el ocio, la cultura, el entretenimiento, el comercio, el saber, el descanso, el devaneo, el intercambio, lo mundano y lo sagrado, lo de fuera y lo de dentro, lo extranjero y lo local.
Pero si se eliminan emplazamientos donde otro tipo de experiencias, más allá de las compras y de la cervecica y la marinera, puedan tener lugar, la ciudad se estandariza y se empobrece. Si no quedan locales singulares como el Cine Rex, bello edificio con 110 años de antigüedad, (adaptado, por cierto, a personas con movilidad reducida), la ciudad termina pareciéndose a cualquier otra ciudad como un aeropuerto se parece a otro aeropuerto. Y al final dejan solamente lo singular devenido en colorinchi para un desfile hortera el día del Bando de la Huerta. Lo global nos roba nuestra singularidad convirtiéndonos a todos en consumidores intercambiables y prescindibles, igualados por el consumo.
El mercado nos va colonizando. Nosotros también obedecemos a las leyes del mercado, traicionando la memoria, borrando todo aquello que hace de la experiencia algo singular, memorable. Nos entregamos a la facilidad de las plataformas donde la propuesta de ocio es consumida de forma bulímica: otra película, otra serie, otro documental, sentados en nuestro sofá, en penumbra, imposible ya distinguir una experiencia de otra, como señala Lola López Mondéjar en su imprescindible ensayo 'Sin relato'.
El mercado y su oferta individualizada en las plataformas sabe mejor que nosotros lo que queremos, esa ofrenda taylor made para cada uno de los clientes-consumidores, ofrecimiento que nos aparece en pantalla cada vez que le damos al botón: “Como has visto esto creemos que te gustará esto otro”. Y sí, acierta. Esa oferta predictiva nos mantiene enganchados a la tele y atornillados al sofá. Pero nos homogeniza y nos aparta del grupo.
Y si vamos al cine es a los centros comerciales, a comprar de paso otro bolso, otra play, otro móvil, como buenos feligreses del culto al consumo. Pero si vamos al cine a los centros comerciales también es porque no nos queda alternativa, porque se han perdido casi todos los cines y ya solo nos quedan los del extrarradio, rodeados de franquicias que hacen de todos los centros comerciales el mismo centro comercial. Se cierra el círculo.
El Cine Rex parece ahora un dinosaurio segundos antes del meteorito, un animal prehistórico que nos recuerda lo que estamos perdiendo como grupo humano, como seres gregarios que somos. Estamos perdiendo lo colectivo, aquello que le da sentido a nuestra vida en común.
El Rex es en la ciudad de Murcia un templo único de esa experiencia compartida. No lo dejemos perder.
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