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OPINIÓN

Lo que nos enseñaron las mujeres asesinadas por femicidas

Micaela García, fue asesinada a los 21 años, en abril de 2017.
23 de enero de 2025 18:21 h

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Los crímenes pasionales no existen, porque en nombre de la pasión –un sentimiento hermoso– es inimaginable que se maltrate y mate mujeres. Fue una definición de los asesinatos de mujeres por parte de su pareja o ex pareja, o de un hombre con el que ella tenía algún tipo de relación afectiva, que se utilizó socialmente y mediáticamente durante décadas.

Las sociedades avanzan. Hay profesionales que investigan, estudian, analizan, debaten, y sobre todo, escuchan a las mujeres sobrevivientes, esas que lograron no ser asesinadas.

Con ellas aprendimos que no es correcto hablar de crimen pasional, que hay que decir claramente que hay un violento, un asesino que ejecuta la acción de matar. O lo intenta.

Con ellas aprendimos que esa violencia afecta a los varones: papás, hermanos, hijos, amigos de esa mujer.

Con ellas aprendimos que es necesario, urgente, construir relaciones no violentas, para evitar que algunos hombres maltraten y maten mujeres.

Con ellas, por ellas, por sus hijas e hijos, se sancionaron leyes en Argentina para prevenir, para asistir, para acompañar a las sobrevivientes de los violentos que matan. Y en ese trayecto, hubo muchos varones comprometidos. 

Pienso hoy en esos varones que, seguramente, estarán alzando su voz ante la amenaza de desamparar a las mujeres que salieron de situaciones violentas y a las familias de las que fueron asesinadas.

Pienso en los hijos de María Isabel Speratti, asesinada frente a sus hijos, en la puerta de su casa por Alejandro Nuñez el progenitor de los chicos. Ellos hablan, hablaron de lo que implica en sus vidas el asesinato de su mamá por parte de su padre. Son dos, de los, al menos, 219 hijos e hijas huérfanos a causa de un femicida en la última década.

Pienso –y necesito– los abrazos de Beatriz Regal, mamá de Wanda Taddei, asesinada con fuego por Eduardo Vazquez. Beatriz, su esposo Jorge, los hijos de Wanda, junto a otras personas, impulsan una ONG basada en actividades artísticas para jóvenes afectados por situaciones violentas.

Pienso en Néstor y Andrea, papá y mamá de Micaela García, asesinada en Gualeguay, Entre Ríos por Sebastián Wagner. Una ley lleva el nombre de Mica e invita a que, quienes tienen responsabilidad pública, se capaciten en prevención de la violencia femicida. 

Pienso en la familia de Chiara Perez, la adolescente santafesina de 14 años que estaba embarazada cuando fue asesinada por su novio, menor de edad, por eso no está acá su nombre. Su femicidio fue impulsor del movimiento ciudadano Ni Una Menos que trascendió al mundo desde Argentina.

Pienso que todas estas familias tienen mucho que decir.

Ahora, Argentina trasciende porque el actual presidente del país niega la violencia, hace afirmaciones sin sustento, amenaza y ataca. No me quiero extender en este eje porque tiene la suficiente notoriedad, esa que buscaba y esperaba el presidente.

Mencioné acá sólo a cuatro mujeres asesinadas por hombres. Faltan los nombres de 2496 más, pues en la última década fueron víctimas de femicidas, 2500 mujeres en Argentina.

Las políticas públicas que deben ejecutar los varones y mujeres que circunstancialmente están en el ejercicio de funciones en el Gobierno deben respetar las leyes vigentes.

Esas políticas deben hacerse para y con las sobrevivientes, y para y con las familias de las que fueron asesinadas. No hay otro camino.

Quienes cumplen funciones públicas en este momento en Argentina tienen la enorme responsabilidad de que dejemos de acumular y contar muertas. 

Por favor, hablemos de lo importante. 

SM/MG

Periodista. Fue co fundadora y voluntaria en una ONG que asiste a víctimas de violencia. Desde hace 30 años entrevista a mujeres y familias víctimas de femicidas, experiencia que comparte con colegas en el ejercicio de un periodismo colaborativo respetuoso de las sobrevivientes.

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