¿Pensás que te conocés? Mejor preguntale a tus amigos

Seguro pensás que sos la persona que mejor te conoce. Sos claramente quien más tiempo pasa con vos mismo, y quien puede saber cómo te sentís en cada momento. Y claro, hay algunas cosas que sólo vos podés saber. Pero hay otras que no. Porque cuando te evalúas a vos mismo tenés un gran problema: te falta perspectiva.
Todos tenemos un punto de vista muy particular sobre nosotros mismos donde nos enfocamos mucho en lo que pensamos y sentimos y no tanto en cómo actuamos. Y en esos casos, quienes nos ven de afuera, como nuestros amigos, pueden ser mucho mejores jueces.

Entre los aspectos en los que somos bastante malos para evaluarnos, hay cuestiones como la inteligencia o la creatividad. Si te pregunto cuán inteligente sos, es probable que me digas brillante o, por lo menos, por encima de la media. Pero claro, no todos podemos estar por encima de la media. Si en cambio le pregunto a tus amigos, hay más chances de que me den un panorama mucho más realista.
Este fue justamente el experimento que se hizo hace algunos años: le pidieron a los participantes que fueran con un grupo de amigos. Por un lado cada uno completaba una serie de cuestionarios y exámenes sobre ellos mismos, que incluía tests de capacidad verbal, matemática y otras cuestiones asociadas a la inteligencia. Por otro lado, les pedían que hicieran una autoevaluación sobre cuán buenos creían que era y cuán buenos pensaban que serían sus amigos. Lo que encontraron es que el grupo de amigos estaba más cerca de los resultados reales de los tests que la persona misma. Y esto era aún más fuerte cuando se trataba de creatividad. Esto pasa con varias de nuestras características, como nuestra extroversión. ¿No tenés un amigo que te dice que es re tímido pero en realidad se la pasa charlando con todo el mundo? Es un ejemplo de la desconexión entre cómo nos sentimos y cómo actuamos, y que puede hacer que juzguemos muy mal nuestras capacidades.
Lo más increíble de esto es que no solo tus amigos (gente cercana que probablemente te conoce hace años) pueden saber cómo sos; incluso un desconocido puede acertar. En un estudio, observadores que veían un clip muy corto, de apenas 90 segundos, de alguien leyendo un texto, lograban predecir con bastante exactitud los resultados del test de inteligencia que esa persona había completado previamente.
Incluso así, hay cuestiones en las que vos sos el mejor juez, como cuando se trata de saber cómo te sentís en un determinado momento. Por ejemplo, cuán nerviosos nos ponemos en cierto tipo de situaciones. En uno de los estudios que se hicieron sobre esto, le pidieron a las personas que evaluaran cuán ansiosas creían que se iban a poner al tener que hablar sobre sí mismas frente a una cámara, y le preguntaron también a sus amigos. Después les pidieron que hablaran frente a la cámara y evaluaron con observadores independientes cuán nerviosos se veían efectivamente. Quienes predecían su nivel de ansiedad con mayor precisión eran los participantes mismos. Solo vos sabés cuánto nervio te genera algo.
Tener mejor información que el resto sobre tus emociones, sin embargo, no te vuelve bueno prediciendo cómo te vas a sentir en el futuro, ni cómo vas a actuar. ¿Un campo en el que nuestros amigos y familia son mucho mejores? Anticipando cuánto va a durar nuestra relación amorosa. En un estudio que hicieron sobre esto, le preguntaron a decenas de personas que estaban en pareja cuánto tiempo creían que iban a seguir en esa relación. Y luego le preguntaron a sus padres y amigos cercanos. Volvieron a hacer la encuesta seis meses y un año después. Y sí, sobre todo los amigos, podían predecir con más certeza el éxito (o fracaso) de la relación que la persona misma.
“Tenemos un sesgo de optimismo, si vas a un registro civil y le preguntas a las personas que se acaban de casar si se van a divorciar por supuesto que todas van a decir que no, pero estadísticamente hay muchas que se van a divorciar” explica Andrés Rieznik, neurocientífico, divulgador y profesor de la Universidad Torcuato Di Tella.
No es fácil predecir cómo vamos a actuar, y en muchos casos incluso nos cuesta evaluar objetivamente lo que ya hicimos. “Hay diferentes niveles de metacognición”, explica Rieznik, “que muestran cuán capaces somos de reconocer nuestro propio rendimiento en una tarea”. Este tipo de evaluaciones muchas veces se hace preguntando a las personas cómo les fue en un examen y luego comparando los resultados. Los estudios muestran que hay diferencias entre las personas: algunas evalúan su rendimiento con mucha más precisión que otras. Es posible que este mismo fenómeno afecta nuestra capacidad de evaluar nuestra personalidad y tener una imagen realista de cómo somos.
Muchas veces pensamos que la mejor manera de conocernos es mirar hacia adentro y tratar de desentrañar cómo somos. Pero es posible que salir un poco y preguntarles a quienes tenemos alrededor sea mucho más útil para tener una imagen más realista de nosotros mismos. Hay muchos aspectos en los que estamos muy mal posicionados para compararnos, y la gente que nos mira de afuera puede ayudarnos a entender mejor dónde estamos parados.
OS/MF
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