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Los que ganarán con los aranceles

El presidente de EE.UU., Donald Trump, sostiene un documento de la Oficina del Representante Comercial
5 de abril de 2025 22:29 h

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Hay un relato generalizado sobre los aranceles que solo se puede creer quien no sea marxista. Y es que los aranceles son malos para todos. Que nos empobrecerán a todos. No, empobrecerán a los de siempre. Si algo hemos aprendido es que las crisis siempre la pagan los mismos, pero enriquecen a muchos. Los aranceles generarán desigualdad y habrá quienes se enriquezcan de manera desaforada generando más desigualdad. No seamos necios. La imposición de aranceles por parte del país más poderoso puede generar efectos negativos evidentes en las economías, pero pueden ser una oportunidad para dejar de depender del abusón del mundo y acercarnos a otros países como China que al menos no quieren imponer su visión del mundo a Europa. 

A pesar de que existe un consenso hegemónico en el que las medidas de defensa arancelaria van a generar recesión, son solo relatos producidos por el relato librecambista que tiene una capacidad para hacer pasar sus opiniones como hechos que ni siquiera todos los grandes economistas del mundo defienden. Paul Krugman en un artículo en The New York Times llamado “The Mitt-Hawley Fallacy” en el año 2016 criticaba a aquellos que asociaban la política arancelaria a la recesión de manera automática y explicaba que sin otros condicionantes no tenía por qué producirse este efecto. Lo que siempre es claro es que Donald Trump toma estas medidas no para proteger a la clase trabajadora americana, sino para enriquecer a unos cuantos oligarcas que serán los que siempre sacan beneficio. No sé qué pasará en el futuro, solo que no todas las posibilidades se están poniendo sobre la mesa en el debate público. 

Lo que sí está claro es que hay quien ganará mucho dinero. Especuladores que aprovecharán la caída en picado de las bolsas para comprar bajo y vender cuando suba. Los de siempre. Pero además empresarios específicos del sector productivo americano van a ganar mucho dinero con estas medidas arancelarias, además de las empresas exportadoras que tengan servicios y productos de los que no se puedan prescindir y que verán cómo incrementan el precio que reciben por sus productos sin tener que invertir más ni crear más valor añadido, un regalo caído del cielo que tendrán que pagar las empresas importadoras y por tanto los consumidores. Es decir, se generará más desigualdad porque la riqueza seguirá acumulándose en menos manos. Las que más tienen ahora. Pero no es el único asunto a tener en cuenta. 

Los aranceles además tienen un efecto político perverso, y es el incremento del nacionalismo en los países que sufren esos aranceles y tienen un mínimo de autoestima para protegerse de la agresión. Eso lo hemos visto ya en Canadá con los abucheos al himno americano en los partidos de baloncesto y del boicot a los productos se pasa rápido a la inquina a las personas. Eso no ocurre en el gobierno de Argentina porque no hay nadie más vendepatrias y menos defensor de su patria que Javier Milei, quien ha usado el 2 de abril para defender a Margaret Thatcher, negar la soberanía de Argentina sobre las Malvinas y pedir que los habitantes de las islas puedan elegir unirse a ellos en contra de todos los tratados internacionales y la constitución de la República Argentina no se le puede pedir que saque algo de amor propio para defender su tierra. Pero Milei es una rara avis dentro de los ultras, lo normal es que el sentimiento nacionalista sea el que prime en la extrema derecha internacional. 

De forma paradójica la guerra arancelaria de Trump contra los intereses nacionales del resto del mundo hubiera sido una oportunidad para que esos nacionalistas exacerbados salgan en tropel a defender los intereses nacionales frente a la agresión extranjera, pero la pusilanimidad de la internacional soberanista choca contra esa contradicción extrema de intentar tejer alianzas con quienes solo van a atender a los intereses de su propio país, porque eso está bien cuando diriges la amenaza contra países menos poderosos como Marruecos, Mauritania o Senegal pero quedas desnudo cuando el más poderoso de esa alianza decide defender su soberanía ante los aliados más débiles. Inexplicablemente y de forma suicida han elegido hundirse con él y aceptar el coste de quedar como unos vendepatrias esperando que el futuro juegue al azar con sus oportunidades electorales. No es casualidad que aquellos que están liderando la respuesta contra EEUU sean Emmanuel Macron, Keith Starmer, Friedrich Merz o Pedro Sánchez, aquellos que han luchado y vencido a las extremas derechas o, que al menos compiten contra ellos. Son los que se enfrentan a los ultras los que tienen la oportunidad de capitalizar esa ola nacionalista que irremisiblemente aparece con una guerra arancelaria. 

La guerra comercial de los aranceles es una batalla contra los pobres en la que perderán aquellos que tienen menos oportunidades para librarse de las medidas del multimillonario naranja. Pero en sentido político puede ser una oportunidad para avanzar hacia un mundo más justo en el que las decisiones que afectan a todo el mundo no dependan de los delirios de turno del que ocupe la Casablanca. La pandemia fue un caso perdido para avanzar en esa dirección y ahora de forma paradójica Donald Trump nos ha brindado otra ocasión para remediar el error. 

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