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El Holocausto franquista: los judíos a los que el dictador no quiso salvar

Refugiados en la frontera hispanofrancesa, en 1939.

Carlos Hernández

26 de enero de 2025 21:50 h

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Berlín, verano de 1943. Los diplomáticos franquistas que trabajan en la embajada española de la capital del Reich son plenamente conscientes de que sus aliados nazis están exterminando a la población hebrea. Saben, también, que tienen una baza para salvar a miles de ellos de las cámaras de gas.

Bastaría con que informaran a los dirigentes alemanes de que España, nación amiga, está dispuesta a proteger y a repatriar a los judíos sefardíes, apelando a su origen hispano. Algo tan sencillo como sellarles un documento oficial que les reconociera como compatriotas supondría un pasaporte hacia la vida. Pero Francisco Franco, a través del Ministerio de Asuntos Exteriores, había ordenado a todas sus embajadas en la Europa ocupada por Hitler que solo se preocuparan por aquellos judíos “de indiscutible nacionalidad española”.

En aquellos momentos dramáticos y convulsos no había tiempo ni medios para investigar la vida de aquellos hombres, mujeres y niños que llegaban a las sedes diplomáticas españolas luciendo la estrella de David en sus vestimentas y pidiendo que les salvaran la vida. Por ello el secretario de la embajada, Federico Oliván, escribió una dramática carta a sus superiores en la que expresaba su frustración: “Mal profeta seré si no llega el día en que se nos critique acertadamente el que, sabiendo lo que iba a ocurrir, nos hayamos lavado las manos como Pilatos y abandonado a su triste suerte a estos, al fin y al cabo, compatriotas sin siquiera elevar la más mínima protesta y sin hacer nada por salvarlos (…) Si España, por razones que a nadie pueden escapar, se niega a recibir esta parte de la colonia en el extranjero (…) la condena automáticamente a muerte –pues esta es la triste realidad y lo que no hay que tratar de disimularla–”.

La misiva escrita por Oliván y rescatada por el historiador Manu Valentín es solo una de las muchas huellas documentales que demuestran la complicidad pasiva que el régimen franquista tuvo con el Holocausto. Una tesis que la mayoría de académicos e investigadores sostiene con contundencia, como la que manifiesta a elDiario.es el historiador: “La afirmación que define a Franco como un ”salvador de judíos“, zanja Valentín, no es más que una aberración, un insulto a los hechos y a las víctimas que se derivan de la inacción del régimen franquista durante su persecución”.

Una inacción que comenzó desde el mismo inicio de la invasión de Europa occidental por parte de Hitler.

A Franco sí le interesaba el dinero de “sus judíos”

Franco mantuvo la frontera de los Pirineos cerrada a quienes trataban de huir de las tropas alemanas. Los judíos que intentaban escapar de una muerte segura se topaban con una muralla infranqueable en todos y cada uno de los pasos fronterizos españoles. Solo eran autorizados a pasar aquellos que disponían de un visado de tránsito para llegar a Portugal o a otros países. Se calcula que entre 40.000 y 50.000 judíos lograron acceder a uno de esos salvoconductos y escapar de Francia a través de España. El resto intentó cruzar clandestinamente a través de las montañas o acabó en las garras de los nazis.

Ya en aquellos primeros momentos hubo diplomáticos franquistas que se jugaron sus trabajos y hasta su integridad física para intentar salvar vidas. El cónsul español en Burdeos, Eduardo Propper de Callejón, expidió centenares de visados de tránsito a judíos, incumpliendo las órdenes que había recibido de Madrid. La entonces mano derecha de Franco, Ramón Serrano Suñer, se lo pagó con el cese, con un traslado a Marruecos y con una mancha en su expediente que nunca le permitió alcanzar el cargo de embajador.

En Burdeos, París o Vichy las sedes diplomáticas españolas tenían la orden de mantener una “actitud pasiva” frente a la persecución judía. Madrid solo pidió a sus cónsules y embajadores que mediaran ante las autoridades alemanas para lograr un objetivo: declararse legítimos administradores de los bienes que dejaran atrás los judíos españoles deportados a guetos o campos de concentración.

Por la gracia de Dios y la clara visión de los Reyes Católicos, hace siglos nos liberamos de tan pesada carga

Francisco Franco

Esta actitud era coherente con el profundo antisemitismo de “la nueva España”. La cúpula franquista insultaba al pueblo judío en sus discursos y jaleaba la persecución emprendida por Hitler. El propio dictador la justificó reiteradas veces, alegando que él no tenía que seguir el ejemplo alemán porque aquí ya se había expulsado a la comunidad hebrea mucho tiempo atrás. “Por la gracia de Dios y la clara visión de los Reyes Católicos, hace siglos nos liberamos de tan pesada carga”, afirmó Franco en una de sus tradicionales alocuciones de fin de año.

En paralelo, toda la prensa del régimen alababa la limpieza étnica perpetrada por los nazis. “Europa, sin judíos”, celebraba en su portada el semanario El Español.

La hemeroteca del diario ABC está repleta de artículos de opinión e informaciones antisemitas. Un torrente de odio y deshumanización que podemos resumir en esta frase. Forma parte de la crónica que su corresponsal en la capital francesa dedicó a una de las operaciones más criminales perpetrada por los nazis en esa ciudad: “El barrio judío de París Saint Antoine ha sido fumigado, desinfectado mediante la eliminación del censo israelita, el cual acaba de ser conducido a campos de concentración”.

A esas alturas ya había más de 7.000 españoles pudriéndose en el campo de concentración de Mauthausen. En este caso no se trataba de judíos, sino de los exiliados republicanos que primero habían luchado contra la sublevación franquista y, más tarde, se habían alistado en el ejército francés para combatir a Hitler.

Si no se da esta circunstancia, el Gobierno español abandonará los judíos de nacionalidad española a su destino

Embajada alemana

Su número ascendería hasta superar los 9.000, de los cuales 5.500 serían asesinados entre las alambradas nazis. Existe numerosa documentación, ya publicada en elDiario.es, en la que se demuestra la responsabilidad, en este caso activa y directa, que tuvo el dictador español en la deportación y muerte de todos estos hombres y mujeres.

Hitler ofrece a Franco repatriar a sus judíos

En enero de 1943 el Reich cursó una circular a todas sus naciones aliadas, entre las que se encontraba España, ofreciéndoles repatriar a “sus judíos”. El periodista e investigador Eduardo Martín de Pozuelo logró documentar la escalofriante pasividad con la que reaccionó Franco ante esa propuesta, realizada en plena Solución Final. “El Gobierno español ha decidido no permitir en ningún caso la vuelta a España a los españoles de raza judía que viven en territorios bajo jurisdicción alemana”, informó a sus superiores un alto representante de la embajada alemana en Madrid tras consultar con la cúpula franquista.

El diplomático nazi añadió en su misiva que España apostaba porque los judíos fueran enviados a terceros países y que solo estaba dispuesta a dar algunos visados, siempre y cuando fueran de tránsito. “Si no se da esta circunstancia, el Gobierno español abandonará los judíos de nacionalidad española a su destino”, sentencia el informe, incluido en el libro El franquismo cómplice del Holocausto.

Esa actitud condenó a morir en las cámaras de gas de Auschwitz-Birkenau a miles y miles de judíos de origen sefardí. Solo desde la ciudad griega de Salónica fueron deportados cerca de 50.000.

La documentación epistolar nos sigue aportando más claves de lo que ocurrió durante aquellos años en toda Europa. El cónsul español en París, Alfonso Fiscowitz, quiso dejar claro en su correspondencia con el ministro de Asuntos Exteriores, Gómez Jordana, qué consecuencias estaban teniendo las órdenes recibidas: “De acuerdo con telegrama VE, intervengo tan solo a favor liberación sefarditas indiscutible nacionalidad española (…) Ha quedado demarcada totalmente diferencia entre los que están condición ser breve plazo repatriados (pocos casos) y aquellos cuya eventual repatriación puede ser objeto estudio”, se lee en el telegrama enviado desde el Consulado General en París al ministro de Asuntos Exteriores, el 18 de diciembre de 1943.

Fiscowich envió más telegramas, algunos tan elocuentes como este: “Familias Mayo y Abastado después de larga detención han sido deportadas Alemania (...) Ambas han sufrido ... consecuencias señaladas en mi telegrama n.º 44”. El diplomático explicaba a sus jefes que la familia Abastado “no había cumplido todos los requisitos exigidos para considerar su nacionalidad como indiscutible”, explica un telegrama del 10 de marzo de 1944.

En el caso de la familia Mayo se dictaminó que sí eran plenamente españoles, pero demasiado tarde. Ya habían sido deportados a un campo de concentración.

Solo la decisión personal y valiente de algunos diplomáticos franquistas permitió aportar algo de luz entre tanta oscuridad. Ángel Sanz Briz salvó a unos 5.000 judíos en Budapest desoyendo las órdenes que le llegaban desde Madrid. Sanz Briz seguía la estela de su antecesor en el cargo, Miguel Ángel de Muguiro, que fue cesado por sus superiores cuando se supo que estaba prestando protección a grupos de judíos.

En Atenas, el cónsul Sebastián Romero Radigales informó a sus superiores del exterminio al que estaban abocados decenas de miles de sefardíes. Desde el Ministerio de Asuntos Exteriores le pusieron todo tipo de trabas cada vez que intentó evitar las deportaciones. Nada mejor que poner nombre y apellidos a la tragedia. Para ello, recuperamos esta orden que le envió el ministro de Asuntos Exteriores, Gómez Jordana: “Únicamente se autoriza concesión visados sefardita Hassid e hija en el caso de que realmente fueran deportados sin que baste para ello simple aviso o intimidación”. Podemos hacernos una idea de lo que sintió Romero Radigales al recibir esta instrucción. Si no podía protegerles hasta el mismo momento de ser deportados, ¿a dónde les llevaría el visado? ¿A la antesala de la cámara de gas de Auschwitz-Birkenau?

Solo en la fase final de la guerra, cuando ya se vislumbraba la derrota de Hitler y Franco trataba de congraciarse con los Aliados, España permitió la repatriación de dos convoyes de sefardíes procedentes de Salónica. Fueron unos 700 que lograron salvar la vida por el pragmatismo de un dictador que se veía obligado a cambiar de chaqueta. Aun así, el desprecio que el régimen español sentía por ellos provocó que uno de los dos trenes cargados de desesperados judíos permaneciera “olvidado” en la frontera. Solo el telegrama urgente que envió un diplomático español desde Berlín provocó la reacción de las autoridades franquistas e impidió que los alemanes, hartos de esperar, desviaran el convoy hacia Auschwitz: “Lleva 36 horas en frontera hispano-francesa sin ser recibidos por autoridades españolas y que servicio competente alemán le hace saber (…) la imposibilidad de continuar haciéndose cargo de ellos como hasta el presente, por haber expirado hace meses plazo concedido para repatriación de judíos extranjeros, y procederá a su inmediato transporte a campos de concentración en Polonia, de donde no podrán salir en ningún caso ni en manera alguna”.

El historiador Manu Valentín concluye, por tanto, que el papel jugado por Franco durante el Holocausto no es opinable: “La respuesta nos la ofrecen los propios documentos elaborados por el régimen. Léanlos, hierve la sangre”.

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