El pueblo aislado en Andalucía que resurgió de las ruinas tras la Guerra Civil

Paisaje de fondo, El Acebuchal

Adrián Roque

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En plena sierra malagueña, encajonado entre los parques naturales de Tejeda, Almijara y Alhama, se encuentra El Acebuchal, un pequeño pueblo que durante años vivió completamente aislado del mundo.

Sin cobertura, sin carreteras asfaltadas y con la naturaleza como único marco, este núcleo fue durante décadas un fantasma en el mapa. Hoy, sin embargo, es considerado uno de los pueblos más encantadores de la provincia de Málaga.

Apodado “el pueblo perdido”, El Acebuchal no solo debe su nombre al paraje salvaje que lo rodea, sino también a su historia: tras la Guerra Civil, sus habitantes fueron desalojados por la Guardia Civil y el pueblo quedó completamente abandonado.

Pero como sucede con las mejores historias, este rincón supo renacer de sus cenizas.

De ruta comercial a refugio de la resistencia

Aunque su origen exacto no está documentado, se sabe que El Acebuchal formaba parte de una antigua ruta de arrieros que unía Málaga y Granada. Por sus calles empedradas pasaban comerciantes con pescado, cal y carbón, y su economía giraba en torno a estas actividades y a la ganadería.

Pero el conflicto civil también alcanzó a esta remota aldea. Durante los años 40, las fuerzas antifranquistas –conocidas como maquis– se refugiaron en sus inmediaciones, lo que llevó a que el régimen sospechara del apoyo de sus habitantes.

En 1948, los apenas 200 vecinos que quedaban fueron desalojados por orden de la Guardia Civil. Desde entonces, El Acebuchal cayó en el olvido. Las casas se derrumbaron, las calles se borraron bajo la maleza y solo el viento parecía recordar lo que fue.

Un regreso con nombre propio

El pueblo se mantuvo en ruinas durante medio siglo hasta que en 1998, Antonio García Sánchez, apodado El Zumbo, y su esposa Virtudes Sánchez decidieron devolverle la vida.

Ambos eran descendientes de los últimos vecinos del lugar, y su deseo de recuperar el legado familiar fue más fuerte que las dificultades.

La reconstrucción fue lenta y complicada: sin agua, sin luz ni infraestructura básica, levantaron casa por casa un nuevo Acebuchal, conservando la arquitectura tradicional y el alma de sus orígenes. No fue hasta 2003 cuando la localidad volvió a tener servicios básicos, pero el esfuerzo dio sus frutos.

Hoy, El Acebuchal es mucho más que un lugar con historia: es un símbolo de resistencia, memoria y amor por la tierra. Sus casas encaladas, sus calles empedradas y el entorno natural que lo abraza lo han convertido en un destino de turismo rural con identidad propia.

Un paraíso para desconectar

A solo unos kilómetros de Frigiliana y Cómpeta, y en pleno corazón de la Axarquía, este pueblo ofrece una experiencia única: desconexión real. Sus visitantes no solo encuentran un enclave pintoresco, sino también una lección viva sobre la capacidad de renacer.

El Acebuchal no solo revive una memoria colectiva, también invita a recorrer el pasado con los cinco sentidos. Y en cada rincón, aún resuena el eco de aquellos que nunca dejaron que su historia se borrara.

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