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En Abierto es un espacio para voces universitarias, políticas, asociativas, ciudadanas, cooperativas... Un espacio para el debate, para la argumentación y para la reflexión. Porque en tiempos de cambios es necesario estar atento y escuchar. Y lo queremos hacer con el “micrófono” en abierto.

El turismo masivo y el fin de la ciudad habitable

Profesor Titular de Educación Artística y Patrimonial de la Universidad de Sevilla
Cola de turistas para acceder al Alcázar de Sevilla.
6 de abril de 2025 22:33 h

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Ser sevillano de cuna, ciudadano en origen de barrio humilde del casco antiguo y docente especialista en educación patrimonial permite la franqueza y dureza de aquel que, por amar lo propio, grita ante la destrucción de su propia entidad. Esta ciudad siempre fue una hipérbole y ahora se presta a la demencia de la implosión interna, sin que los avisos a navegantes sirvan de utilidad alguna. El nuevo Galeón de Indias es una fiesta permanente para habitantes perimetrales y un turismo masivo –overtourism– que ya ha acabado con la realidad vital de otros espacios urbanos igualmente gentrificados. Grandezas y miserias se expanden y yerguen como espadañas en el cielo al borde de un colapso que ya es un hecho, añadiendo la connivencia de un espíritu e identidad rancia por defecto que tiene más de obcecación y vanagloria que honesto orgullo y racionalidad.

El Manifiesto por el derecho a la ciudad y contra la especulación es una baliza en medio del océano ante un naufragio provocado y advertido, que podemos seguir ignorando o reaccionar para establecer todo el despliegue necesario en su salvamento. La relación directa entre turistificación y urbanismo especulativo es una realidad inapelable que genera como resultado una incompatibilidad entre modelos de sobreexplotación económica y convivencia social, con amplias problemáticas en el acceso y derecho a la vivienda junto a un esquema de diseño territorial y urbano que se conforma en modo excéntrico, con un núcleo histórico vaciado y una expansión permanente hacia coronas exteriores que van absorbiendo poblaciones a modo de satélites dependientes, lo que crea un conjunto de infraestructuras en modificación y crecimiento constante.

En la era de la posverdad, autoridades y cuarto poder son expertos en la negación o adulteración de la razón y el valor objetivo, pudiendo entenderse que cuando el lucro alcanza niveles de poder predominantes, la responsabilidad política de uno u otro color se ha limitado a ser una simple comparsa o alineación directa. Vender VPO a precio de mercado, expandir la plaga de las viviendas de uso turístico (VUT) al siguiente barrio anexo, justificar burdos límites teóricos de saturación mientras se disparan los conjuntos de apartamentos turísticos (AT), programar decenas de nuevos hoteles de cuatro estrellas, cinco estrellas y cinco estrellas Gran Lujo, o plegarse a la ocupación del espacio peatonal por parte de la hostelería, son elementos representativos de esta funesta traza.

Bajo la falsaria adulteración de palabras como "libertad y emprendimiento" se niega la justicia social y se espolea la avaricia de un egoísmo individualista en detrimento del bien común, propiciando la disminución y saturación de los servicios sociales

Faltaría espacio en estas líneas para diseccionar un trazado histórico del apropiacionismo contemporáneo de la ciudad por parte del poder económico, pero baste señalar el auge prevaricador previo a la Expo 92 como el comienzo de una trayectoria imparable hasta nuestros días, todo ello con la inacción y el colaboracionismo activo-pasivo de poderes fácticos y un conjunto social que incluye medios de comunicación, banca, entidades religiosas, universidad o la propia ciudadanía. Bajo la falsaria adulteración de palabras como “libertad y emprendimiento” se niega la justicia social y se espolea la avaricia de un egoísmo individualista en detrimento del bien común, propiciando la disminución y saturación de los servicios sociales, la ausencia de alternativas paliativas o residenciales para una población envejecida y la exacerbación del componente lúdico para visitantes y convidados. Este éxodo, expulsión o ausencia de incentivos para habitantes propios, se ceba especialmente en familias, centros educativos, comercio tradicional o modos antropológicos arraigados, aspectos tan fundamentales para una ciudad real que hace tiempo que ostenta su propio diagnóstico y nomenclatura (Cf. Síndrome de Venecia).

A la responsabilidad política del cargo electo y votante se debe añadir la usura y ambición de grandes empresas hoteleras, hosteleras, plataformas digitales de reserva de alojamientos de uso turístico y alquiler vacacional, compañías aéreas y ferroviarias, alquiler de coche o servicio de VTC, propietarios a título individual, gran tenedor-rentista e incluso empleados dependientes de estas áreas que compran su propia soga de la precariedad o la economía sumergida, imposibilitando que con sus propios ingresos puedan cohabitar en el mismo espacio que trabajan. Un mínimo de lucidez sobre las consecuencias de un esquema económico basado en un monocultivo sectorial arroja serios peligros ante incidencias o alteraciones como nuevas pandemias, inestabilidad social, crisis venideras o bajadas de demanda y fluctuaciones de los destinos turísticos.

Sin duda es el intervencionismo público en el mercado el mayor responsable de las posibilidades de cambio. A ejemplarizantes modelos históricos en la garantía de la vivienda pública como el caso de Viena, se añaden otros gobiernos municipales (Ámsterdam, Dubrovnik, Barcelona, etc.), que al menos parecen darse cuenta de la gravedad de estas trayectorias

En absurda y recíproca concordancia, somos sociedades de un contexto global común que esencialmente se definen por la banalidad, el egoísmo, la sobreinformación y la ausencia de formación cultural y ética, lo que aplicado al turismo lo convierte en un simple espacio de consumo y ocio para una masa que lo mismo deglute magnos y despilfarradores festejos religiosos o paganos, que se trasladan en vuelos y alojamientos low cost a destinos de los que solo tienen el interés por la obtención de las reiterativas imágenes a colgar en sus perfiles de redes sociales. Este gregarismo estabulado es transversal y diversificado por rangos económicos y adjudicatarios a su respectivo nicho, pero comparten similar simpleza en el deambulatorio de sus tránsitos y en lo pueril de la acción. 

Las vías de solución existen, pero es justo en la dirección contraria: el decrecimiento y la desaceleración no son sinónimos de pobreza, sino de sostenibilidad, autenticidad, diversificación y proteccionismo; la educación patrimonial y ética como concienciación de valor colectivo es un elemento clave, pero sin duda es el intervencionismo público en el mercado el mayor responsable de las posibilidades de cambio. A ejemplarizantes modelos históricos en la garantía de la vivienda pública como el caso de Viena, se añaden otros gobiernos municipales (Ámsterdam, Dubrovnik, Barcelona, etc.), que al menos parecen darse cuenta de la gravedad de estas trayectorias, por lo que de alguna manera intentan parar y paliar la degradación en curso.

Es evidente que luchar contra grandes emporios comerciales y económicos es una utopía necesaria (algo arduo, aunque realizable), pero no confundir y acabar en quimera (lo que se propone como posible o verdadero, no siéndolo), porque sería una demostración más de las imperfecciones de unas democracias amordazadas por el capital.

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