Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

¿Puede sacudirse el flamenco su machismo? Ortiz Nuevo cree que “el flamenco tiene una deuda con las mujeres”

José Luis Ortiz Nuevo, en una imagen de archivo.

Alejandro Luque

7 de marzo de 2025 22:21 h

4

Es uno de los asuntos recurrentes al hablar del género: ¿Es machista el flamenco? ¿Lo son sus mensajes cantados? Para el escritor e investigador José Luis Ortiz Nuevo (Archidona, Málaga, 1948) no cabe duda de que algo de eso hay. “El machismo es obvio y omnipresente, y lo triste es que ese aspecto no está lo suficientemente estudiado”. Pero también, quiere creer, otro flamenco es posible. Por ejemplo, el que propone en su nuevo libro, En mi cuerpo mando yo (Renacimiento), una gavilla de letras que tratan de desmarcarse de los contenidos patriarcales de antaño y mostrar a la mujer a tono con los tiempos que corren.

El autor recuerda que en uno de los últimos espectáculos que creó, Las siete magníficas, partía de un fandango grabado por Manolo Caracol que rezaba: “Mi cuchillo le clavé/ porque me engañó con otro./ Cuando muerta ella estaba/ de pronto yo recordé/ que yo también la engañaba”. Según recuerda, “cuando Caracol canta eso, uno de sus jaleadores dice un ‘oleeeeee’ que se siente perfectamente que no es por el cante, sino por la declaración de que se la ha cargado por mala. En el cancionero de los años 20 y 30 hay esa constante, la de la mujer mala, la madre no hay más que una y a ti te encontré en la calle. Y todavía se siguen cantando letras así”.

Otra manifestación del machismo flamenco a juicio de Ortiz Nuevo es lo mal visto que estuvo desde antiguo que la mujer se dedicara al espectáculo. “Tú tienes un hijo cantaor y lo alientas, pero ¿cuántas niñas con talento se han perdido de ser cantaoras o bailaoras porque el padre se lo ha prohibido, temeroso de que le dijeran de todo? También hubo muchos maridos que permitían que la esposa cantara para ellos, pero nunca para el público. La Piriñaca se hace profesional solo porque se queda viuda, con siete hijos, ya que el marido nunca consintió que cantara fuera de casa. Y lo mismo hizo El Maera, el marido de Esperanza, la de Triana Pura, que no era un maltratador, sino un hombre de su época. Cabe recordar que esto era un divertimento para señoritos, y a algunos les gustaba el cante, pero otros lo usaban como excusa para meterse en un cuarto a manosear a una señora de la vida. Todo eso toca estudiarlo y revisarlo”.

De Pastora a Caracol

En el otro extremo, se esgrime a menudo el caso de Pastora Pavón, la Niña de los Peines, como ejemplo de emancipación femenina que desmentiría esa tiranía patriarcal entre los flamencos. “Pastora es la excepción que confirma la regla”, asevera Ortiz Nuevo. “Es de una fortaleza tremenda, la mujer empoderada por su valor fuera de lo común. Sin embargo, se tiene que sobreponer a un abuso cuando es niña, y con 12 o 13 años la ponen a cantar porque su hermano Arturo está con una borrachera que no se tiene en pie. Empieza a ser explotada desde muy chica”. 

Los ejemplos de lo contrario, de la dominación masculina, abundan sin embargo. Ortiz Nuevo cita entre ellos Embrujo, la película protagonizada por el citado Manolo Caracol, “que es un retrato extraordinario de machismo absoluto, aunque Caracol no se da cuenta, no es consciente de que está representando ese papel. No olvidemos que, como contó la prensa entonces, el cantaor, siendo mozo de espadas de un tío suyo torero, fue a una casa de tolerancia de Cádiz a celebrar un triunfo y acabaron pegándole fuego a una prostituta a la que previamente habían rociado con una botella de whisky. Tuvieron que salir por los tejados”. 

“La mujer que ha triunfado en el flamenco ha sido con mucho esfuerzo y bravura”, prosigue el escritor. “Ahora estoy investigando sobre una gitana bellísima de La Carolina, Custodia Romero, La Venus de Bronce (1904-1964), que se hace bailaora cuando muere joven su padre, tratante de ganado, y es una persona inteligentísima, autodidacta. Otro caso de talento que tiene que abrirse paso en un mundo de hombres”.

Naturaleza femenina

Por fortuna, algo está cambiando en el flamenco: los nuevos intérpretes van dando de lado las letras más chirriantes por su contenido sexista o violento. “Ahora ya no viste ese tema. Entonces la sociedad estaba en otra cosa. Hoy por suerte el papel de la mujer es distinto. Pero para llegar a la igualdad todavía hay un trecho, todavía no está plenamente admitida. Basta echar una visual a los escenarios, donde sigue habiendo una presencia mayoritariamente masculina, sobre todo en el cante y no digamos en la guitarra, donde perdura el tópico de que la mujer no tiene fuerza, como si el toque fuera un levantamiento de pesas”.   

Ortiz Nuevo cree que “el flamenco tiene una deuda con la mujer, de hecho pienso que la naturaleza profunda de esta música es femenina, como femenino nos parece comunicar un sentimiento profundo en voz alta: eso en la vida cotidiana lo hacen las mujeres. Los hombres no hablamos de que estamos enamorados, o de que nos sentimos solos. No lloramos, y una parte del cante es el llanto, la súplica, el lamento. En una catástrofe, lo primero que se oye son los gritos de las mujeres, y en la intimidad amorosa del cuarto igual. Eso me lleva a pensar que el flamenco es femenino. ¿Y quién canta nanas, el canto más cercano? Las mujeres, también”.

Tabúes y atropellos

Para el autor, un problema del flamenco contemporáneo relacionado con el machismo es “repetir letras clásicas que van asociadas a una música determinada. Lo que pretendo es hacer una llamada de atención para que dejen de aprender los cantes con letras antiguas, como las que cantaban Pastora, La Perla o La Paquera. Suelo decir que los flamencos que menos trabajan son los cantaores, que no buscan nuevas letras, son acomodaticios”. 

Por otro lado, no puede dejarse de lado que “en la sociedad hay tabúes que no se tocan, pero hay que decirlo y condenarlo, y exigir a la autoridad política y a las asociaciones gitanas que se pronuncien. Porque es un atropello que sigan existiendo ritos como el del pañuelo para certificar la virginidad de las jóvenes gitanas, que además es una costumbre castellana y no gitana, y es una señal de machismo irredento, para vender como una yegua a las que más valen. Es un residuo abominable que debería estar prohibido en el código penal. La mayor parte de las veces será falso, pero la figura en sí es deleznable e impropia de una sociedad moderna”.

De momento, Ortiz Nuevo ha querido aportar su grano de arena con estas letras que aspiran, según afirma, “a colarse en los repertorios y se canten, como quería Manuel Machado, sin saber a quién pertenecen”.

Etiquetas
stats