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El Prismático es el blog de opinión de elDiario.es/aragon. 

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Las tres Españas

Tumba de Antonio Machado

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“No hay que elegir entre Antonio o Manuel porque no son verdaderas esas dos ideas de España”. La afirmación de la coordinadora de la exposición “Los Machado. Retrato de familia”, la periodista y escritora Eva Díaz Pérez, pretende desterrar la percepción extendida en el imaginario colectivo de que los dos hermanos poetas representan las dos Españas enfrentadas.

La exposición, de la que es comisario Alfonso Guerra, reúne por primera vez los fondos documentales de los dos hermanos. El pasado 5 de enero se clausuró en Sevilla con más de 45.000 visitas y hace tan solo unos días, el pasado jueves, se inauguró en Burgos. Finalizará su recorrido en Madrid. Se quedan fuera del circuito otros lugares machadianos como Soria, Segovia, Baeza, Rocafort (Valencia), Barcelona y Collioure.

Simbólicamente, la muestra ha significado el abrazo de Sevilla con los dos hermanos separados en bandos diferentes durante la guerra civil y con una familia de intelectuales republicanos, laicos y progresistas, entusiastas de la Institución Libre de Enseñanza de Francisco Giner de los Ríos. El abuelo paterno fue catedrático de Ciencias Naturales, un apasionado de la naturaleza, la abuela paterna divulgadora de la cultura y del romancero popular, y el padre referencia del folklore. 

A Manuel, poeta vanguardista y modernista poco conocido, republicano convencido, el golpe militar le pilló en Burgos donde le encarcelaron en septiembre de 1936, pocos días después del fusilamiento de Federico García Lorca. El miedo y el instinto de supervivencia le llevaron a subordinarse  a la España de los vencedores.

Antonio, consecuente hasta el final de sus días, murió en un pequeño municipio francés a orillas del Mediterráneo ligero de equipaje, golpeado por la precariedad (durante sus últimos días alternaba la misma chaqueta con su hermano José) y abatido por el derrumbamiento de la República. 

Falleció solo tres días antes que su octogenaria madre quien, ya desorientada al llegar a Collioure,  susurraba en brazos del escritor y amigo de la familia Corpus Barga, ¿cuándo llegaremos a Sevilla? Los dos, madre e hijo, añoraban esos últimos días la paz de los días azules y el sol de la infancia.

“El exilio ha sido una constante en nuestra historia, la tumba de Antonio Machado nos representa a todos, hace más que la bandera y que un himno. Es el dolor de España. Su mausoleo está en Collioure”. No puedo estar más de acuerdo con la opinión de la coordinadora de la exposición.

Empieza a ser recurrente utilizar los sencillos y hermosos versos de Antonio Machado, sobre todo los de Campos de Castilla, para justificar ideas personales, para llevar el agua al molino propio como por ejemplo cuando a raíz de la catastróficas inundaciones de Valencia se instrumentalizó el “solo el pueblo salva al pueblo” de ecos machadianos.

Conmovido por la defensa de Madrid, el poeta escribió en la carta que envió al escritor ruso David Vigodsky: “En España lo mejor es el pueblo….Siempre ha sido lo mismo. En los trances duros, los señoritos invocan la patria y la venden; el pueblo no la nombra siquiera, pero la compra con su sangre y la salva”. 

Ocurrió en Valencia como mucho antes se había extendido la metáfora de que los dos hermanos representan las dos Españas enfrentadas: la España que ora y bosteza frente a la España de la rabia y de la idea.

O la conjetura de que el poeta diecinueve años antes ya advertía de la amenaza de una guerra civil: “Ya hay un español que quiere vivir y a vivir empieza, entre una España que muere y otra que bosteza. Españolito que vienes al mundo, te guarde Dios. Una de las dos Españas ha de helarte el corazón” (Proverbios y Cantares). Antonio Machado escribió esos versos en 1917 tras la conmoción por la pérdida de Cuba, de Puerto Rico y de las Islas Filipinas.

Los autores de una completa unidad didáctica para trabajar la Memoria Democrática en los centros de secundaria y de Formación Profesional de Aragón, Aproximación a Antonio Machado, tienen claro que la respuesta hay que buscarla en el regeneracionismo que impregna “Campos de Castilla” y a toda la generación del 98: en la crítica al bipartidismo de la Restauración, al falso parlamentarismo, al caciquismo y a la denuncia de los males nacionales: la ignorancia, el hambre, el pasotismo con el esfuerzo y las soluciones de una minoría elitista sin contar con el pueblo. 

Siguiendo el razonamiento de los autores de la unidad didáctica, esos versos se referirían no a las dos sino a las tres Españas. La que desaparece en 1898 (muere). La que no reacciona tras el duro golpe de la crisis de finales del XIX (bosteza). Y, finalmente, la de la rabia y la idea (alborea). Es evidente que Antonio Machado jamás hubiera identificado los valores republicanos con la España que bosteza y aún menos con la que muere. 

Cada una en su escala, la unidad didáctica, editada por la Fundación 14 de abril y la Diputación de Zaragoza, y la exposición “Los Machado. Retrato de familia”, que debería recorrer todos los rincones del país, nos acercan a la mejor España.

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