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En estos tiempos de sumisión o como mínimo pasividad ante los multimillonarios tecnológicos, llaman positivamente la atención iniciativas sociales como el espacio Stanbrook.
En memoria del éxodo republicano, el Ateneo Laico Stanbrook se llama así por el buque mercante inglés que zarpó el 28 de marzo de 1939 desde el puerto de Alicante rumbo a Orán con 2.638 exiliados
Promovido por la Asociación de animadores socioculturales, el próximo otoño hará diez años que se puso en marcha este proyecto en el barrio de Jesús de Zaragoza después de dos años previos de trabajo voluntario, en el que se implicaron muchos jóvenes, para transformar un viejo taller de carpintería de conexiones mecánicas en un centro de conexiones sociales.
El proyecto de la ampliación ha sido de Patrizia Di Monte e Ignacio Grávalos, dos profesionales comprometidos con una arquitectura social defensora del espacio público, del reciclaje y de la reutilización.
El viejo taller de carpintería se ha unido y armonizado con el recientemente inaugurado edificio anexo. Los usuarios disponen de un salón de actos, de un aula, de un espacio/mueble contenedor dotado con barra, cocina completa y aseos, de otro de trabajo compartido y de tres más para alquilar a entidades sociales. Equipamientos al servicio de la participación activa de la ciudadanía y de la cultura popular.
Allí conviven entre otras asociaciones estudiantiles de secundaria y universitarias como la Federación de asociaciones de estudiantes de Aragón (FADEA) y Movida-Edu, el Movimiento Laico y Progresista de Aragón, Magenta, Mujeres Libres “Manuela Blasco”, SOS Racismo, Integra Voluntariado Joven, las Escuelas de Tiempo Libre, la Asamblea de Cooperación por la Paz, “Salvemos la Canal Roya” y el Centro de formación “La Nave” de Torrellas.
Esa convivencia se dinamiza con la programación de debates presenciales, con presentaciones de libros y publicaciones, y con intervenciones y coloquios con personas reconocidas en el mundo de la cultura, del pacifismo, de la lucha contra el cambio climático, de la educación pública, del cooperativismo social y energético, del movimiento LGTBI, de la lucha contra el racismo y también del periodismo.
Las 25 salas, salones y terraza del Ateneo, tienen nombres femeninos, entre otros María Domínguez, Clara Campoamor, Simone de Beauvoir, Frida Kahlo, Greta Thunberg, Ángela Davis, Trinidad Ruiz Marcellán, Berta Cáceres.
El Stanbrook es como un barco de la Ilustración clásica varado en la Margen Izquierda del Ebro que, desde lo minúsculo, resiste la intimidante ofensiva de la oligarquía tecnológica. La Ilustración oscura se personaliza principalmente en Donald Trump y Elon Musk, y a rebufo en otros como Jeff Bezos o Mark Zuckerberg, que están utilizando sus plataformas para atacar a la democracia liberal, a la Comisión Europea y al periodismo.
Sus plataformas no son medios de comunicación en los que se contrastan, se evalúan y se jerarquizan las noticias con criterios profesionales. Son intercambiadores de contenidos que no respetan la verdad y manipulan el algoritmo para atomizar y dirigir la opinión pública sin intermediarios.
No solo los medios de comunicación, también les sobran las organizaciones sociales, los sindicatos por ejemplo que tanto irritan al dueño de Tesla. Su hoja de ruta pasa por las desregulaciones para avanzar hacia la privatización de los Estados.
Es como si estuviéramos viviendo una distopía que, cada día que pasa, se está haciendo más real. En el caso estadounidense incluye el expansionismo proteccionista (Canadá, Groenlandia, el Canal de Panamá o rebautizar el Golfo de Méjico como Golfo de América) y la competencia espacial entre los multimillonarios tecnológicos con el desafío de llegar a Marte.
¿Podrán resistir los Estados y las instituciones democráticas, descendientes de la Ilustración y de la Revolución Industrial, la ofensiva disruptiva tecnológica y digital que los está seduciendo y sometiendo con reglas exclusivamente privadas y autoritarias?
Pequeñas iniciativas como la del Stanbrook, ejemplo de coherencia, de compromiso y de participación activa, nos señalan el camino. Lo que ya no vale es quedarse cruzados de brazos.
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