Clases de autodefensa feminista en Zaragoza: “Se trata de poder conectar con la fuerza que tienes”

La preparación física sobre autodefensa para las mujeres, en especial para aquellas que han sido víctimas de violencia de género, es muy efectiva en su posterior interacción en la sociedad. Más allá de la técnica, su éxito radica en reconocer la fuerza física de cada una y aprender a confiar en sí misma. Este es el objetivo de los cursos que imparte la psicóloga y feminista Susana Blasco desde hace 15 años en Zaragoza y las zonas rurales de alrededor, dirigidos a mujeres de todas las edades y condiciones físicas.
En Aragón, los datos de 2024 muestran una subida de las agresiones machistas, ya que más de 1.575 mujeres han precisado atención psicológica por violencia de género hasta septiembre, según el Instituto Aragonés de la Mujer. Las llamadas atendidas por violencia de género fueron 3.038, de las cuáles más de la mitad son referidas al maltrato físico (53,4%), y las de agresión sexual un 7,49%. Y estos casos son solo una parte de los que realmente ocurren, insisten los expertos.
A nivel social, cultural y familiar, se visualiza a la mujer como una persona más “débil” que un hombre. “Siempre pensamos en un agresor de dos metros de altura, muy fuerte, infranqueable, y esto no es verdad”, aclara la entrenadora feminista.
“Nos han educado para no confiar en nuestro cuerpo”, afirma Blasco. Por esto, la experta mezcla en los cursos tres puntos de vista: las artes marciales, el feminismo y la psicología. Plantea que es una manera más fácil de aprender a protegerse por sí solas y ganar confianza ante situaciones de riesgo, sobre todo las inesperadas. De esta manera, las mujeres no van a necesitar a otros para defenderse.
Desaprender el mito y cuestionar el miedo
En ese orden, uno de los objetivos del curso feminista es que las alumnas puedan analizar cómo se transmite el miedo: “Desde pequeñas, nos enseñan que sólo estamos seguras si estamos acompañadas. Pero es distinto saber que necesitas a alguien para protegerte a saber que, si te atacan, puedes reaccionar golpeando en puntos clave”, argumenta la psicóloga.
“Se ha comprobado que dos terceras partes de las agresiones son realizadas por conocidos, pero en el imaginario social, cuando se habla de agresiones machistas visualizamos a un desconocido en un descampado de madrugada”, sostiene la profesional, y señala que más del 60% de las agresiones sexuales ocurren en la propia casa y son cometidas por personas del entorno.
La preparadora zaragozana se introdujo en las artes marciales tras sufrir agresiones físicas a los 18 años, aunque no fueron graves: “Intenté defenderme, pero no sabía cómo hacerlo”, recuerda. Esa experiencia le motivó a formarse en diferentes estilos de defensa tales como kung-fu, kenpo, boxeo, aikido o defensa personal, entre otras.
Mientras caminaba por la calle, un hombre me tocó sin permiso. Me giré y lo empujé no para hacer daño, sino para dejar claro que no iba a quedarme callada
Desde 2010, la también psicóloga ha impartido los cursos a petición de la Casa de la Mujer de Zaragoza, de los servicios sociales en núcleos como Belchite, Utrillas, Sabiñánigo o Híjar, entre otros, de fundaciones como por ejemplo Médicos del Mundo o en espacios privados como el centro social La Pantera Rossa.
Para ella, la clave de la autodefensa está en adaptar las técnicas a la complexión física, los problemas de espalda o la edad de cada una: “No se trata de memorizar llaves complicadas, sino de aprender movimientos sencillos y efectivos. Yo trato de hacer cursos cortos para enseñar dónde golpear y cómo, para tener tiempo suficiente para salir corriendo”, explica.
A su vez, comenta datos relevantes y expone situaciones para combinar las técnicas: “Estamos todo el rato en chándal, pero a cada rato vamos parando las dinámicas deportivas para argumentar su utilización según las situaciones que se puedan presentar”.
Tener más confianza en la corporalidad propia
Por otro lado, este diseño de autodefensa feminista permite a las mujeres ganar más confianza en su corporalidad pues como bien plantea Blasco, las artes marciales y el boxeo se inventaron para personas de baja estatura, por lo tanto las llaves tienen que ver más con la técnica -saber cómo dar- que en la fuerza. “Cuando la mujer observa que puede aplicar una técnica e inmovilizar a la persona que le agrede, ya ha aprendido a atacar los puntos vitales de mayor sensibilidad al dolor y puede salir ilesa de una situación de riesgo, entonces vive su cuerpo de otra manera, va desde la confianza”.
Ana Pola fue alumna de este curso hace 9 años y aún lo recuerda como el primer día por el impacto que supuso en su vida como mujer y porque ha podido tener la autonomía necesaria para defenderse de varias agresiones machistas: “Lo que más me marcó fue aprender que siempre hay maneras de reaccionar ante una agresión. No necesariamente las llaves son las más importantes, sino también usar la voz, correr o simplemente responder con seguridad. Porque de eso también avisaba Susana: si no te acuerdas de una llave en concreto, puedes echar mano de otras herramientas”.
Pola hace mención a lo enriquecedor que fue compartir experiencias con otras mujeres y la sensación de empoderamiento que le dejó. Desde ese momento ha podido reaccionar en varias situaciones incómodas y las explica: “Mientras caminaba por la calle, un hombre me tocó sin permiso y en otra ocasión otro hizo un comentario inapropiado a mi amiga. En ambas veces, me giré y los empujé, no para hacer daño, sino para dejar claro que no iba a quedarme callada. Sentí mi fuerza, no solo física, sino la fuerza interior de poder reaccionar, y esa es sin duda la mayor lección que me dejó el curso.”
La entrenadora feminista también valora como trascendental, la participación en el curso de las madres para la trasmisión de la confianza a sus hijas, a nivel familiar, y despojarlas de ese miedo que en muchas ocasiones paraliza. Una anécdota que cuenta con satisfacción fue cuando una abuela, una madre y una hija asistieron juntas a entrenar.
Para Susana la mayor compensación de su trabajo es ver la transformación de las mujeres a lo largo del curso: “Desde el primer día, cuando llegan, al último, la mejora es notable. No sólo en la técnica, sino en la seguridad con la que se mueven. No se trata de ponernos más fuertes sino de conectar con la fuerza que tienes, porque todas tenemos fuerza”, asegura.
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