María del Mar Suárez Lobato, la primera alcaldesa de la democracia en Asturias

María del Mar Suárez Lobato no iba para alcaldesa. Era la concejal de Cultura de aquella Corporación de 1979, la número 5 de la lista. Pero esta corrió cuando el alcalde Alfredo Turrado Alonso dimitió y la flecha paró en su casilla. Así es como acabó siendo la primera edil de Asturias de la era democrática. Corría el año 1981, se había incorporado con 23 años, y se ponía al frente de un pequeño ayuntamiento rural como es el de Ribera de Arriba. Su lista, la del PSOE, no tenía mayoría absoluta y fue votada también por el Partido Comunista. Existía otro partido con representación en aquel Ayuntamiento, un independiente.
“¿Qué recuerdo de aquella vida? En realidad fueron dos años. Yo había estudiado Graduado Social y me había inclinado por la formación del cooperativismo. Tenía mucho interés sobre cómo funcionaría un mundo así. Como consecuencia para mí no fue difícil llevar el Ayuntamiento”. Recuerda que en aquel momento los cargos públicos no cobraban, lo que no hizo menos intenso el trabajo. “Fue una experiencia más en la vida. Llegué fundamentalmente porque me parecía que la gente teníamos que implicarnos en aquel momento en el que había mucha ilusión, con ganas de hacer cosas”.
Faltaban muchas cosas, sobre todo en el mundo rural: desde alumbrado público a saneamiento, agua en los pueblos, donde el mundo del deporte o de la cultura era nulo y no había biblioteca. “Todo eso nació con la Corporación de 1979. Yo venía de ser concejala de Cultura y Deporte y es ahí donde hice más esfuerzos porque era mucha la diferencia que había entre las villas, las ciudades, con los pueblos”.
Señala que aquella primera Corporación de la democracia tenía como característica en Ribera que de los once ediles, cuatro eran mujeres, “no estaba sola”. Que se sentía respetada y querida por sus compañeros de equipo, aunque era más difícil en aquel entonces el contacto con la gente porque “no estaba habituada a que estuviese tan abierta la puerta del Ayuntamiento. Hubo momentos relativamente difíciles, pero son enseñanzas de vida”.

“Yo voté en el 77 y voté al Partido Socialista Popular de Enrique Tierno Galván. Se dio la casualidad que en el colegio electoral en el que me tocaba nos encontramos con 23 votos al PST y se sabía quiénes éramos. Yo era presidenta suplente y el titular me pidió que me quedara por si se ponía malo. Y me quedé, y de allí salió mucha comunicación y nos encontramos con que al hacer el recuento, al saber cómo pensábamos todos, los 23 votos sabíamos de quiénes eran.
Había un interventor del PSOE, pariente lejano mío, y enseguida el primer secretario de la agrupación de Soto, Alfonso Argüelles, fue a buscarme a casa y me pidió que por favor me implicase. Y me impliqué primero en el partido en el 78 y luego en la lista“, relata.
María del Mar es riberana por los cuatro costados, hija, nieta y biznieta. “Con esos lazos me sentía como obligada”, y por eso aceptó en parte el reto. Participó en aquella primera Corporación “y luego ya iba a ser madre siendo alcaldesa y no quise repetir como número uno, no quise participar en nada. Ya en el tercer mandato el partido me pidió que por favor fuese de número uno, y fui de número dos para arropar al candidato”. Cuenta que en aquella época se jugaba con esa cercanía del ser del lugar, de tener a alguien de cada parroquia en la lista en política municipal. “Hoy creo que no se juega a eso, por lo menos a nivel del Partido Socialista, el que yo conozco, con ese concepto y valoraciones”.
Y así en aquel tercer mandato fue portavoz, pero sin ningún cargo orgánico. “El alcalde de aquella era como un desconocido, José Ramón García Saiz, pero que se quedó 30 años. Yo tenía entonces hijas pequeñas… ¡No tenía tiempo! Me parecía a mí que me había llevado mucho tiempo. Al ser conocida a veces te llamaban a las 10 de la noche. No es lo mismo que en la ciudad, que es otro tipo de vida”, rememora.
No tantas mujeres
En democracia, Asturias ha tenido 40 alcaldesas, 4 de ellas ya fallecidas, a las que hay que sumar las 18 que hay en la legislatura actual. Solo 31 concejos a lo largo de la historia han tenido a mujeres al frente, más otros once diferentes en la actualidad. De 78 concejos, 70 siguen estando liderados por hombres, lo que supone un 23% de feminización; en España hablamos de un 24%.
“Yo sabía desde el principio que mujeres y hombres teníamos que estar predispuestos a esto, a formar parte como cargos públicos, orgánicos, de instituciones o en partidos”. Y reflexiona que “vosotras lo tenéis distinto, pero yo venía de una familia que tenía una tía abuela que tenía que representarla un sobrino porque ella no podía tener una cuenta corriente. Ese tipo de cosas: querían comprar una finca y tenían que tener de tutor al marido o al hermano o al pariente más cercano varón. Era muy distinta la situación”.
Cuándo se le pregunta sobre cómo se percibió en aquel entonces la presencia de mujeres en política, teniendo en cuenta que necesitaban ser tutoradas en algunos aspectos, contesta que “no me sentí… no tuvimos machismo. Hace unos días escuchaba a Yolanda Díaz con lo de (Íñigo) Errejón que qué hacía cuando le decían guapa. Yo es que cuando me decían traes un abrigo muy guapo; ¡ay!, qué bufanda o qué guapa estás hoy, no lo sentía como un tema machista. Sin embargo, ella decía que lo sentía así. En fin, que no hubo grandes problemas en ese sentido”.
¿Y eso de que una mujer “mandara”? Sonríe cuando afirma que “yo no mandé, yo representé. Para mí la Junta de Gobierno y el Pleno eran quienes me daban las órdenes, entonces nunca me sentí… porque lo digo yo. A nivel político la vida interna en el Partido Socialista en aquella agrupación era intensísima. No había esto de que el primer secretario era el alcalde. Era la bicefalia que se dice ahora. ¿Qué pasaba?, que tenía que salir todo cocido de aquella agrupación. No ibas allí nada más que representando a veces lo que tú compartías, era el respeto democrático de que por mayoría se decidió, por eso muchas veces las reuniones tanto de partido como de Corporación eran larguísimas, porque nos teníamos que convencer al máximo. El voto es impar en los órganos colegiados con el ánimo de que no haya empate. En el caso de los presupuestos había unanimidad total, que es fundamental para el gobierno de un municipio o cualquier institución: Mucho debatir y conseguir el acuerdo”. Y piensa un momento para añadir “mandar no, yo lo que hacía era representar al mandato que venía del órgano colegiado”.

¿Y en cuanto al hecho que hoy, cuarenta seis años después, de 78 concejos solo hay 18 alcaldesas? “La verdad es que no me lo planteé porque no lo seguía, como hay tanta representación ahora a nivel de ministras, etcétera, sin querer te lleva a pensar que en realidad ha subido mucho, pero sí, debería ser de los 78 algo más que 18, claro que sí. Lo que me preocupa es que en tu generación no hay tanto interés por la política. Sí veo crítica, pero el yo puedo hacer algo no lo veo. No quieren el conflicto porque posiblemente en aquel momento había mucho conflicto, pero ahora yo creo que es mayor la crispación constante. Antes era puntual, pero ahora hay mucha irritabilidad constantemente. El hecho de que tienen que llegar a acuerdos… lo que no vamos a hacer es elecciones cada cuatro días. Lo lógico es que haya acuerdos, lo que pasa que me parece que las minorías exigen demasiado a la hora de aportar acuerdos. No sé si eso da lugar a que los jóvenes no se interesen. La verdad es que es una pena porque además está creciendo lo que no es democracia con la extrema derecha”.
Del municipalismo de entonces al de ahora
“La cosa fue cambiando. A nivel de ingresos de los ayuntamientos, estos eran mucho menores. La reforma de Francisco Ordóñez, que era de UCD y luego del PSOE, fue muy importante a nivel de conseguir ingresos. Era un mundo que estaba ahí, y que había que abordar y que de alguna manera uno se sentía con garantía de poder hacerlo”.
También reflexiona sobre la evolución de la política municipal en este periodo de tiempo, y afirma que “yo lo vi mejor en aquel momento, vi más preocupación de transmitir la transparencia. Era un esfuerzo. Veníamos de unas corporaciones que cada seis meses o cada año hacía un boletín; nosotros lo hacíamos cada mes, y la preocupación de que estuviera en el tablón de anuncios, no solo en el estanco o el bar, sino que hubiese otros por si alguien no se acercaba por allí. Esa preocupación de trasladar el orden del día a los tablones de anuncios para que hubiese más comunicación… No fue muy grande la participación, la directa, el ir a los plenos; pero sí a los actos que promovíamos. No teníamos reglamento de Plenos, entonces eran de tres y cuatro horas. Lo que sí tengo la ventaja y satisfacción de que mis presupuestos fueron aprobados siempre por unanimidad después de tanto debate. A la gente le costaba la confianza en los demás de otros partidos. El PC, a pesar de darme el voto, luego era muy crispado a la hora de exponer sus razones y pedir”.
Y recuerda con satisfacción los logros conseguidos bajo su mandato. Destaca el espíritu de asociacionismo. “Hasta entonces solo había amas de casa, y después fue en continuo aumento. Hubo cosas interesantes en ese sentido de participación, de abrir las casas”. Y se muestra muy orgullosa de haber conseguido el colegio para el concejo: “se iba a hacer el centro escolar, que fue en mi época cuando se aprobó el presupuesto siendo director general de Educación Tini Areces (Vicente Álvarez Areces), que después fue presidente del Gobierno de Asturias.
Tuve un director provincial que se llamaba Arturo García que siempre decía sí, mujer, claro que va a ir el centro escolar, que ya tenemos los terrenos. Pero hasta que no llegó Tini, no se hizo. Esa era una satisfacción porque yo había ido a aquella escuela unitaria, que era niños, por un lado, y niñas por otro, donde no había geometría, tenías que inventártela porque no había prismas o una pirámide de madera para mirarlo, no había laboratorio…
Aquello me parecía interesante y que con el centro escolar iban a tener los niños todas esas cosas de las que yo había carecido. Y se aprobó, se compraron los terrenos y al final del mandato se iba a hacer el centro escolar. Eso me pareció muy importante. Y luego hubo que llenar de contenido las escuelas que quedaban, que ya había algunas cerradas porque no había alumnado, como centros de cultura o casas culturales. Se abrió también la primera biblioteca. Y todo eso lo habría hecho igual aunque fuese concejala“.
María del Mar Suárez Lobato, primera alcaldesa de la democracia en Asturias, recibió el pasado 3 de abril, Día del Municipalismo, un pequeño reconocimiento a “una labor impagable”. Y junto a ella todas las exalcaldesas de Asturias de estos cuarenta y seis años. Un acto promovido por la Asociación de exalcaldes y exalcaldesas (Aex@) de Asturias y que contó con la presencia del presidente del Gobierno del Principado de Asturias, Adrián Barbón, que se declaró firme defensor de un municipalismo que él conoce bien: no en vano fue alcalde de Laviana entre 2008 y 2017, además de concejal.
En su alocución final la exalcaldesa riberana, incitó a la participación en política, esa más cercana que a veces nada tiene que ver con la de los grandes titulares de la prensa, la que se curte en la caleya: “Es la importancia de participar en la vida de todos como personas, más allá del sexo. Nosotras fuimos fuertes, y debemos seguir siéndolo”.
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