Aviso a navegantes
El aviso a navegantes, según consta en papeles y diccionarios, es un comunicado en el cual se notifica o se advierte de algún hecho. La palabra viene del latín “ad visum”, es decir, un aviso, una advertencia que se comunica a alguien. Tomen nota de ello porque hace ya tiempo que ando por esos mares viendo cómo naufragan proyectos de un mundo mejor, se hunden esperanzas y veo con asombro y tristeza la manera cruel que tienen algunos océanos de tragarse los sueños. En los grandes océanos aparecen de un tiempo a esta parte enormes animales que intentan engullir a cualquiera que navegue en dirección contraria a sus mandatos y designios. El mundo observa con terror y asombro cómo esos monstruos surgidos de la admiración y el miedo devoran cuanto encuentran a su paso. Son monstruos con nombres y apellidos, con cuerpo humano, incluso.
Es cierto que el dinero corrompe, que las mentiras solapan las verdades, que las ruinas de lo que un día fue nuestra casa ocultan los cimientos de lo que imaginamos que fuera. Iglesias de religiones varias y gobiernos de distintas ideologías predican mentiras que conducen a los hombres a la lucha y a la muerte de inocentes; ideas contrapuestas se levantaron sobre cadáveres de quienes creyeron en ellas y murieron por ellas; castillos se alzaron para defenderlas y castillos cayeron de unos y otros arrastrando en su caída a millones de infelices. Y así un largo etcétera de sueños que fueron a parar al fondo de mares diferentes. ¿Y todo para qué? Para que los gobernantes de diferentes territorios habitaran palacios alzados sobre la tierra de unos pocos que no supieron defenderse. Así se extendieron los imperios de norte a sur de este planeta controlando tierras y mares, apoderándose de campos y ciudades y organizando guerras y epidemias entre sus habitantes que no comprendieron nunca lo que se había construido a base de su ignorancia.
Los imperios son grandes y son pequeños igual que hay emperadores grandes dirigiendo grandes dominios y los hay pequeños dirigiendo dominios pequeños. La historia está llena de ese tipo de gente que se cree alguien y compone y descompone el territorio que le corresponde gobernar a su modo y manera sin importarle el sentir de los demás. ¿Y los demás, qué hacemos mientras tanto? Asistir entusiasmados a la coronación de reyes y emperadores, a la quema de brujas y herejes, a la decapitación de reinas, al fusilamiento de amigos y vecinos como parte de un espectáculo tan denigrante como ver morir a millones de niños de hambre y enfermedades sin que se nos mueva un solo dedo; igual que contemplamos la emigración de miles de seres humanos que han sido expropiados de sus campos y sus pueblos y van a morir en fronteras que han levantado los mismos que controlan los mares donde se ahogan los navegantes antes de alcanzar la orilla; los mismos que han construido los recintos donde nos condenan a morir entre las garras de los leones; los mismos que ordenan que se dupliquen fiestas y orgias; que se abran las puertas del circo y los gladiadores de distintos territorios comiencen a luchar desde el amanecer; que no haya descanso; que el pueblo disfrute de lances y muertes; que se iluminen de colores calles y plazas para distraerlos de tanta infamia.
Los hombres más diligentes del imperio envían cartas a los marineros con la orden de que sigan surcando mares y se entretengan con sirenas en cada isla a la que arriben y así olviden a todas las Penélopes que los aguardan rodeadas de pretendientes, vasallos inútiles, y tareas sin resolver. Quienes escriben esas cartas piensan que los navegantes ya no volverán nunca a casa porque el mar parece dispuesto a devorarlos definitivamente y por eso les ordenan que sigan atravesando océanos y olviden los asuntos terrenales que eso es cosa de ellos; que ellos se encargan de entretener al pueblo con fiestas y agasajos y nadie va a echar de menos a tanto lobo de mar solitario. Eso creen los gobernantes y por eso se sienten seguros. Lo que ellos no saben es que esos lobos de mar siguen surcando mares, ciudades y aldeas, pendientes de llegar a buen puerto, a un lugar libre de amenazas y manipulaciones, lejos de ruidos, mentiras, alharacas y artificios y que, pese a quien pese, continuarán subidos a esos barcos navegando detrás de la esperanza que debe traerlos de nuevo a casa.
Elsa López
21 de enero de 2025
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