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Turquía: democracia y dictadura, entre la historia y el presente

Imagen reciente de una protesta en la Plaza de Taksim, en Estambul, por la detención de Ekrem Imamoglu.

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Hace algunos años estuvimos, mi esposa y yo, de vacaciones en Turquía. Creo recordar que fue en enero de 2006. Habíamos conseguido unos precios turisticos bastantes reducidos por una oferta especial de vuelo y hotel.

Durante nuestra estancia no percibimos nada extraordinario. No sabíamos turco y tampoco teníamos acceso a noticiarios en inglés o alemán. Y nuestro interés se centraba en pasar buenas vacaciones.

Ya de regreso nos enteramos que el 31 de enero de ese 2006, en Adana hubo un atentado con bomba en un club turco-estadounidense. Cinco personas resultaron heridas.

Es decir, mi esposa y yo nos libramos de una buena sin saberlo y sin comerlo ni beberlo. Eso se llama tener suerte.

El año anterior, 2005, habían habido diversos atentados con bombas y coches-bomba. En noviembre 2005 en Semdinli: 23 turcos resultan heridos en la explosión de un coche bomba. Se presumía que habían sido extremistas kurdos del partido laborista PKK. Una semana después, una persona murió en otro atentado frente a una librería.

En dos contenedores de basura de Antalya, metrópolis turística, explotan artefactos explosivos y los Halcones de la Libertad del Kurdistán reivindican el atentado, con nueve personas heridas. Eso fue en aquellos años, pero ultimamente no existen actos terroristas opositores, aunque las acciones del mismísimo Erdogan y seguidores aparecen como terrorismo de Estado disimulado.

La práctica político-clerical de Erdogan

Muchas decenas de miles de personas siguen saliendo a las calles de Turquía desde el pasado miércoles para protestar por la detención del político Ekrem Imamoglu que se ha convertido en el principal rival del autoritario presidente Recep Tayyip Erdogan que lleva sentado unos 22 años en el poder.

Recordemos que hace años cuando nadie daba un duro por la pluralidad en Turquía, llegó el bueno de Imamoglu. Podría haber sido cualquiera, porque para la mitad de los estambulíes se trataba esencialmente de no ceder ni un palmo más al autoritario islámico Recep Tayyip Erdogan. Una elección casi a ciegas, porque en los informativos era harto difícil ver un rostro distinto al del presidente, que hacía meses lo tenía todo listo. Erdogan pretendía ser –además de jefe de Estado y de Gobierno– nuevamente alcalde de Estambul, no directamente sino por persona interpuesta, con su devoto escudero, Binali Yildirim. Y sufrió una derrota desastrosa.

Y en esas llegó el bueno de Ekrem Imamoglu. Con cuarenta y nueve años y aspecto de gerente sentimental o empleado de banca. Alguien al que pocos meses antes nadie conocía en 38 de los 39 distritos de Estambul. No pasó como en la canción de “Llegó el Comandante y mandó parar”. En Turquía las tropas militares y policías están bajo control de Erdogan. El presidente mandó parar, sí, pero todo avance democrático.

En estos momentos a Ekrem Imamoglu, alcalde de Estambul, como a más de 100 personas, entre políticos, periodistas y empresarios, les amenazan condenas de cárcel por un supuesto terrorismo. Desde la semana pasada por supuesta investigación judicial.

Imamoglu fue detenido y acusado formalmente de corrupción, según él y muchos obervadores por motivos políticos, algo que Erdogan niega. Desde el comienzo de las protestas hay más de 1.000 personas detenidas por manifestaciones pacíficas, aunque este domingo los disturbios fueron de los peores de la última década en el país.

Desde que electoralmente con apoyo del clericalismo islámico Erdogan subió al Gobierno el clima cultural y politico ha empeorado desde el punto de vista de las libertades sin llegar a los extremos que ahora parecen definir los actos de Erdogan y seguidores. El aumento de la popularidad de su opositor Imamoglu se reflejaba en las últimas encuestas. Y el miedo a perder el trono presidencial y a posibles investigaciones ha empujado a Erdogan & Cia. a la represión arbitraria. Si antes no había mostrado su verdadero rostro era por su deseo de entrar en la Unión Europea que no es islámica ni clerical.

La creencia islámica de Erdogan marca su senda política 

La religión ha sido un motor importante en la trayectoria política de Erdogan. En 1994, cuando fue elegido como alcalde de Estambul su programa estaba reducido a un objetivo claro: apoyar y proteger a los musulmanes. Nada heroico en un país donde la mayoría practica el islamismo, pero que en su momento buscaba mantener distancia de las políticas seglares y no religiosas imperantes desde Ataturk. Para Erdogan la política y la religión debían estar unidas, dicha política le costó una condena de 10 meses de cárcel, cuando aún era alcalde de la ciudad más poblada de Turquía.

El entonces joven político fue acusado por el cargo de “incitación al odio”, luego de leer en público un poema que fue considerado “islamista” por la Fiscalía de entonces. 

“Las mezquitas son nuestros cuarteles, cuyas cúpulas nos sirven de casco y sus alminares de bayonetas: los creyentes son nuestros soldados”, proclamó en 1998 Erdogan, consolidándose como el mayor líder islamista del país. Un lenguaje propio del fanatismo religioso, nada liberal ni democrático. Y cercano al totalitarismo.

Erdogan se apoderó del mando.

Su paso por la cárcel, la popularidad que obtuvo como alcalde de Estambul y el sentimiento de que el Estado parecía ir contra la religión islámica, fueron claves para que la imagen de Erdogan fuese popular en un país islámico y con nivel alto de incultura en los campos y aldeas. No así en las grandes ciudades. En las ciudades se estaba más abierto a las diferencias y a la tolerancia.

Un trampolín que el Erdogan de 49 años utilizó a su favor para saltar al cargo de primer ministro en 2003, cuando Turquía aún tenía un régimen parlamentario. 

“Erdogan es un estratega porque logró esclarecer una política desde el otomanismo. Cuando se acabó el Imperio en 1923, Turquía como República se volvió un estado laico y se prohibieron ciertas prácticas islamistas radicales que no gustaron a muchas personas”, ha dicho en una entrevista el experto en asuntos asiáticos Alejandro Godoy. Algunos lo compararán con el clerical-fascismo en España por semejanza.

La “cuestión kurda” en la época de entreguerras y antecedentes del autoritarismo actual.

El problema del Kurdistán está enraizado en la desaparición del Imperio Otomano al finalizar la Primera Guerra Mundial. Así, en el Tratado de paz de Sèvres de 10 de agosto de 1920 impuesto al derrotado Imperio otomano por los vencedores de la Gran Guerra se hacía mención (Sección III, Artículos 62-64) a la creación en el sureste de la actual Turquía, en un territorio poblado mayoramente por tribus kurdas, de un Estado nacional kurdo, así en el mencionado Artículo 64 se establecía lo siguiente:

“Si en el plazo de un año desde la entrada en vigor del presente Tratado, la población kurda, en las regiones señaladas en el Artículo 62, se dirige al Consejo de la Sociedad de Naciones demostrando que una mayoría de la población en estas regiones desea ser independiente de Turquía, y si el Consejo estima entonces que esta población es capaz de esta independencia, y si recomienda concedérsela, Turquía se compromete, a partir de este momento, a conformarse con esta recomendación y a renunciar a todos los derechos y títulos que afecten a estas regiones (...)”.

Pero en una situación de vacío de poder en la Sublime Puerta, el Tratado fue contestado con las armas en la mano por el general Mustafa Kemal (llamado más tarde como Atatürk: el «Padre de los turcos»), quien, convertido en el hombre fuerte del ejército y después de una campaña bélica contra griegos, armenios y franceses por el control de la península de Anatolia, logró que las potencias vencedoras de la Gran Guerra redactasen con las nuevas autoridades turcas dirigidas por el propio Kemal un nuevo Tratado de paz.

Esa desmedida ambición, ignorando la evidente realidad de las etnias no turcas sería parte importante del orígen de los problemas actuales.

Cortar la candidatura de raíz

La redada ocurrió apenas horas después de que las autoridades edorganistas de la Universidad de Estambul revocaran el título de Imamoglu, en medio de acusaciones de que había sido obtenido falsamente, una medida significativa ya que los candidatos presidenciales están obligados por ley a tener un título de educación superior.

Esto ocurrió apenas unos días antes de una reunión clave del CHP en la que el partido debía nombrarlo como su candidato para la carrera presidencial de 2028.

“Creo que se trataba de que Erdogan cortara de raíz la candidatura de Imamoglu”, declaró Soner Cagaptay a la AFP, Soner es investigador del Washington Institute for Near East Policy.

Decenas de miles de manifestantes turcos se dirigieron hacia la sede de Estambul para protestar por la detención del alcalde de la oposición, Ekrem Imamoglu, lo que ha provocado una movilización sin precedentes en todo el país desde las protestas que sacudieron Turquía en 2013. Durante estas protestas, se produjeron incidentes entre manifestantes y policías.

Algunos antecedentes y genocidio turco

En abril de 2021 por primera vez un presidente de Estados Unidos en ejercicio reconoció como un genocidio a la matanza de alrededor de 1,5 millones de armenios a manos de fuerzas turcas otomanas iniciada en 1915.

Dicho sábado de 2021, en un comunicado en la fecha en la que Armenia conmemora el 106 aniversario del inicio de aquel incidente, el presidente Joe Biden hizo el reconocimiento.

“Recordamos las vidas de todos los que murieron en el genocidio armenio de la era otomana y volvemos a comprometernos a evitar que tal atrocidad vuelva a ocurrir”, señalaba en la declaración.

El comunicado de Biden provocó el rechazo inmediato del presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, quien dijo que la cuestión armenia estaba siendo politizada por sectores con intereses particulares. Politizada o no, es evidente que hay sectores ultra-nacionalistas turcos que se niegan a reconocer la sangrienta realidad del genocidio. Y uno de ellos es Erdogan.

Qué sucedió hace 106 años

La matanza masiva de armenios por parte de los turcos otomanos durante la Primera Guerra Mundial sigue siendo un tema candente y extremadamente delicado.

Numerosos informes de esa época relatan atrocidades cometidas por fuerzas turcas contra los armenios, quienes conmemoran el 24 de abril de 1915 como el comienzo de lo que consideran el genocidio contra su pueblo.

Existe un acuerdo general de que cientos de miles de armenios murieron cuando los turcos otomanos los deportaron en masa desde el este de Anatolia al desierto sirio y a otros lugares en 1915-16.       

Cientos de miles de armenios fueron asesinados o murieron de hambre o enfermedad.

La documentalista suizo-armenia Suzanne Khardalian, realizadora del film “Los tatuajes de mi abuela”, y diferentes organizaciones, buscan que se reconozca también el sufrimiento de las mujeres y menores violadas, forzadas a la prostitución y sometidas a otras formas de agresión sexual.

El número total de armenios muertos se discute. Los armenios afirman que murieron 1,5 millones. Turquía estima el total en 300.000.

Existe un acuerdo general de que cientos de miles de armenios murieron de hambre, enfermedad, o fueron asesinados en 1915-16. Según la Asociación Internacional de Académicos del Genocidio (IAGS), el número de muertos fue “más de un millón”.

La política de Erdogan no es genocida, ni puede serlo en el actual panorama político internacional, pero está basada en la sistemática negación del genocidio como en la persecución y negación de la etnia de los kurdos. Y de ahí una gran cantidad de males. Como si en España se siguiera negando la existencia de vascos y catalanes.

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