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Como sucede desde hace tiempo, venimos asistiendo a un goteo puntual en que los diferentes medios dan publicidad a nuevos proyectos de biometano por toda la geografía mediante artículos que tienen mucho de publirreportaje y poco de investigación. Llevados por el discurso dominante, que está en manos del que mayor poder económico ostenta, se hacen eco de reducciones de emisión estratosféricas según las cifras proporcionadas por las empresas, de inversiones mil millonarias, que por lo que sea resultan terriblemente atractivas para los lectores dando cuenta de nuestra fascinación por las cifras grandes, sobre todo de dinero.
Siguen hablando de economía circular, de aportaciones de miles de toneladas de digestato que resultan ser maravillosos fertilizantes que van a resolver el problema de empobrecimiento de nuestros suelos fruto de la ruptura del balance N/P, de destrucción de la microdiversidad de hongos y bacterias, del envenenamiento con fitotóxicos y con plásticos.
Y como siempre… La solución a esto tiene que pasar por ganar dinero , alguien tiene que ganar dinero. Revertir la situación de nuestros suelos conlleva sin ninguna duda a un cambio de las prácticas agrícolas, que como el resto de actividades económicas se han visto abocadas a la reducción de costes y al aumento de la producción a cualquier precio. Son las reglas del sistema económico.
Pretender ahora que unas bacterias nos van a reparar todos los daños bioquímicos que hemos infligido e infligimos a nuestro suelo en nuestra manera de producir comida, suena más a quimera que a realidad. La formación del suelo es un proceso largo y complejo, que se mide en escala geológica
La economía es un sistema complejo, pero que funciona con una serie de reglas fijas. Se asemeja bastante a un modelo computacional llamado “autómata celular” que consiste en un modelo matemático para un sistema dinámico que evoluciona en pasos discretos. Es adecuado para modelar sistemas naturales que puedan ser descritos como una colección masiva de objetos simples que interactúen localmente unos con otros. En este caso de un autómata celular de clase uno que lleva a un estado homogéneo perdiendo la aleatoriedad del estado inicial. En definitiva, con unas reglas definidas se llega a un estado final. Lo que está sucediendo no es un accidente aleatorio, sino que tiene una causalidad bastante definida. Si aplicamos las mismas reglas para solucionar un problema que las reglas que lo han producido, el problema se acrecentará.
Esto venía a cuento de una de las soluciones que según las empresas, nos va a proporcionar el biogás, entre ellas la de los suelos. Pretender ahora que unas bacterias nos van a reparar todos los daños bioquímicos que hemos infligido e infligimos a nuestro suelo en nuestra manera de producir comida, suena más a quimera que a realidad. La formación del suelo es un proceso largo y complejo, que se mide en escala geológica. Tan solo un centímetro de la capa superficial del suelo puede tardar entre 100 y 1.000 años en producirse y es fruto de complejos procesos e interacciones entre minerales, microorganismos y hongos.
Por esto, su conservación es esencial para la seguridad alimentaria, el mantenimiento de los ecosistemas y un futuro sostenible. Según Elizabeth Solleiro Rebolledo, investigadora del Instituto de Geología (IGL) de la UNAM, aunque tarda cientos o miles de años en formarse –dependiendo de condiciones geoquímicas, climáticas y geográficas, entre otras— es un recurso frágil que puede destruirse en apenas una generación humana. El digestato proviene en su tramo final de la industria agroalimentaria que está en el origen de la destrucción del suelo. Con lo cual, más que verlo como una solución, deberíamos verlo como el origen del problema más profundo .
Las reglas de nuestro sistema económico están llevando a la concentración de la propiedad, la optimización de la producción a través de la degradación del suelo, al uso de cada vez más energía para el mantenimiento de la competitividad, a la concentración de las empresas del sector agro ganadero que van quedando reducidas a unos pocos actores, y a la expulsión de casi toda la población del medio rural. Nuestro sistema de producción de alimentos nos está llevando a la destrucción de la España interior . Pero según nos venden ahora, toda la población del éxodo volverá cuando se pongan plantas de biogás y aumente el número de granjas de porcino. “Fijación de población” lo llaman.
Las grandes compañías tras esta tecnología asocian inmediatamente sus proyectos, en una operación de marketing muy bien diseñada, aparte de a la citada solución magnífica a los suelos, a unas reducciones brutales de dióxido de carbono, por ejemplo MOEVE, la compañía que se avergüenza de ser una petrolera y por eso se cambió de nombre, habla de 30 nuevas plantas y…. ¡Tachiiiiin! Habla de la reducción de 728.000 toneladas de CO₂ (anuales), la plantación de 48,5 millones de árboles (anuales).
Vayamos, pues, con la cuestión de los árboles, este número de árboles, a 200 individuos por hectárea nos daría 242.000 hectáreas. No proporciona el artículo datos de cuanta es la cantidad de CO₂ capturada por un árbol, de qué tipo de árbol se trata ni de qué vida media estima para el árbol, los lectores no merecen esta consideración, pero de sus cálculos, y si dividimos el CO₂ supuestamente no emitido por el número de árboles expresado, nos sale que cada árbol ha capturado 15 kilos de CO₂ al año. Hablamos de 2.420 Km², como una provincia del país vasco
No sé a ustedes, pero yo preferiría ver esta extensión plantada en lugar de 2 Has de planta de biogás.
Pero… Si hablamos de una reducción, tendremos que decir respecto a qué estoy reduciendo, ya que si no la reducción no nos dice absolutamente nada. Si yo reduzco mi huella de carbono en 20 kilos diarios sobre 200 kilos de emisiones normales, estoy reduciendo mis emisiones en un 10%. Si reduzco un kilo sobre dos de emisiones normales, estoy reduciendo en un 50%. Como lo que interesa no es la cifra, sino la relación con la cantidad de referencia. Por lo tanto, reducir 728.000 toneladas parece una cantidad ingente. Pero pongamos por caso que esta reducción se está produciendo sobre 7.280.000 de toneladas, resultaría que estoy reduciendo solo un 10 por ciento, realmente poco, pero eso es lo que está sucediendo de hecho.
El truco de prestidigitación consiste en darnos solo la cantidad reducida pero ocultándonos sobre qué cantidad de emisiones. ¿Y cómo se hace eso?
Claro, todos sabemos que esta cantidad de emisiones se refiere exclusivamente a las que nos ahorramos si en lugar de consumir gas natural fósil consumimos biometano y si consideramos que dicho biometano tiene huella cero o negativa.
Pero la pregunta que siempre lanzo: ¿Qué pasaría si la producción de ese biometano no tuviera huella cero o negativa? Pues que tendríamos que hablar del porcentaje de reducciones respecto a todo el ciclo del gas supuestamente “renovable”, que abarca desde el comienzo de cada una de las actividades que genera el variopinto surtido de residuos de la planta. No lo olvidemos, la energía solar y el viento fluyen continuamente, pero los residuos no aparecen por generación espontánea. Hasta donde sé, los residuos los produce la actividad humana y no un ente extracorpóreo. Y los produce a través de muchos complejos procesos que requieren mucha energía. Pensemos por un momento en los restos de la bollería industrial, o los restos animales que no se pueden comercializar.
Están intentando convencernos de que las soluciones solo nos las pueden ofrecer ell@s, que debemos fiarnos de sus avances tecnológicos que son capaces de encontrar solución a todo, de que su interés en la expansión de esta tecnología radica solo en su preocupación por descarbonizar la economía, y que estas plantas son totalmente necesarias y beneficiosas, solo es cuestión de una inversión suficiente por parte de los que pueden hacerla, las grandes empresas.
Es tal el volumen de negocio que están oliendo, que solo cinco de los tiburones que están operando en él: Enagás, Repsol, Moeve, Ence y Naturgy afirman tener proyectos que ya coparían los 20 Tw que el PNIEC lanzaba como meta para el 2030. Es tanto el impulso, tanta la presión, que están recibiendo todo el apoyo de Europa y de los diferentes gobiernos regionales. Es más que previsible que con la falta de regulación, todas las perspectivas de crecimiento se quedarán cortas. También los fondos han desviado sus ojos de un mercado que está saturado como el de la eólica y fotovoltaica a otro mucho más seguro, el de los residuos y el biometano. Mientras la rentabilidad de las renovables clásicas a veces cae en picado, el gas se mantiene como apuesta segura. No es extraño, pues, el desbordamiento que se está produciendo ni el malestar e impotencia de municipios y plataformas enfrentándose de manera desigual tanto a las administraciones como a las empresas.
Pero detrás de toda esta tormenta, es fácil intuir que algo raro está pasando, en un sistema extractivista como el nuestro, mientras los recursos son abundantes en materia y energía, nadie hace demasiado caso a los residuos que se generan. Es como cuando exprimimos una naranja para obtener el jugo, nadie hace caso a la pulpa ni a la piel. Pero cuando ya no obtengo tanto jugo y las naranjas escasean, me planteo como podría obtener algo de lo que he desechado. Esto me sugiere, que detrás de todo este maremágnum biometanizador puede esconderse una crisis más profunda. Cuando el sistema necesita obtener beneficio hasta de los desechos es porque teme por el futuro de sus beneficios, porque aunque no sea consciente, huele algo que no le gusta nada.
Pero si de algo no se puede esperar la más mínima piedad es de los grandes inversores es que se detengan y tomen conciencia, ellos van a lo que van, tienen necesidades y urgencias más perentorias.
Aunque las plantas afirman nacer sin intención de obtener financiación ni ayudas públicas, en sus círculos están totalmente convencidos de obtener bonificaciones e incluso ayudas a fondo perdido. Conocen perfectamente la desesperación de los gobiernos por sortear la recesión y garantizarse energía. Sus prioridades no son el medio ambiente ni la economía circular, pero saben perfectamente que ahora es un nicho de mercado dónde el beneficio está garantizado.
Todos parecen haber llegado a la conclusión que podemos seguir haciendo lo mismo, crecimiento económico, consumo de bienes, consumo casi ilimitado de energía y que simplemente con la introducción de nuevas formas de energía, entre las que se cuenta el biometano vamos a salir del atolladero en que andamos metidos. Que es posible alcanzar la neutralidad en carbono cambiando únicamente nuestras fuentes de energía.
Es sorprendente cómo hemos llegado a abrazar la idea de que todo es posible y que no existe ningún problema, que la tecnología no pueda resolver sin efectos secundarios. Que lo normal es que la naturaleza está puesta ahí por Dios para proveer todas nuestras demandas. Y sí, siempre sin efectos secundarios. Pero este modo de pensamiento es la arquitectura que arma un sistema económico y una estructura social. En definitiva lo que se percibe como una verdad objetiva e indiscutible. Pero no es lo que nos dice nuestra experiencia y eso que llamamos el sentido común.
También se ha llegado a la conclusión de que no hay otra salida, que tenemos que aceptar si o sí las soluciones que se han consensuado para nosotros pero sin nosotros. ¿Queréis muerte o susto? Y claro, todo el mundo prefiere susto, pero sin saber que el resultado será la muerte. Nadie quiere renunciar a una parte de lo que se califica como bienestar, es normal. Ningún drogodependiente quiere renunciar tampoco al placer que le proporciona la sustancia adictiva, pero si no lo hace, todos sabemos el desenlace.
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