Más allá del horror: una exposición en Lavapiés ilustra la vida cotidiana en Palestina con fotos de archivo familiar
“En Palestina tienen o tenían un presente y hay que reflejarlo, existen más allá del horror”. Así resume Pablo Llorca, comisario de la exposición Para contar mi historia. Fotografías de The Palestinian Museum 1948-2023, el enfoque de una muestra que intenta humanizar vidas a veces desdibujadas por la brutalidad de las imágenes de la barbarie.
La recopilación de instantáneas puede visitarse en el espacio Nadie, Nunca, Nada, No (ubicado en el número 9 de la calle Arganzuela de Madrid, cerca de la plaza del General Vara del Rey). La inauguración tendrá lugar este jueves 16 de enero a las 19.00 y permanecerá abierta al público hasta el sábado 1 de febrero.
“La idea surgió hace unos meses, cuando visité una exposición del fotógrafo sudáfricano David Goldblatt. En ella retrataba la vida cotidiana durante el apartheid, especialmente de la población negra. En la cotidianidad estas personas se humanizan, pero a la vez ves también la opresión. Pensé que sería interesante hacer lo mismo con la vida de los palestinos”, explica Llorca (que además de comisario es cineasta, profesor universitario y escritor) en conversación con Somos Lavapiés.
Comenzó así a cimentarse una iniciativa que se ha materializado en la selección de 125 fotografías procedentes del Palestinian Museum Digital Archive (PMDA), institución que cuenta con un archivo de más de 18.000 imágenes. “Dos personas me hablaron de este museo semipúblico y estuve un mes investigando su archivo. Pensé que había material para una expo y escogí unas 200 fotos”, apunta Llorca. El museo de la ciudad de Birzeit, en Cisjordania, respondió rápidamente y cedió las imágenes solicitadas en alta definicación.
La selección arranca en 1948, año de la Nakba, el proceso de expulsión de más de 800.000 palestinos de su tierra, y llega hasta la actualidad: “Las fotografías abarcan temas diferentes, con técnicas y estilos también muy distintos, como corresponde a un conjunto de procedencia múltiple donde muy pocos autores son profesionales. Todas ellas son, no obstante, testimonios espectaculares de una realidad que se muestra sin afectación ante las cámaras”.
Llorca expone la manera en la que el PMDA recopila y salvaguarda estos documentos personales, pero también históricos, de la vida en Palestina: “Atesoran las colecciones privadas que las familias van depositando. Ellos escanean las fotografías o los álbumes, se quedan el archivo y luego los devuelven a su propietario. Pero con este proceso ya pueden registrar y difundir ese archivo”.
Las fotos capturan el día a día de Gaza, Jerusalén o Cisjordania a lo largo de las últimas décadas. “Es una sociedad que, más allá de la violencia constante a la que se ve sometida, goza y se ocupa con las mismas cosas que la mayor parte de personas de cualquier país: las ceremonias, la vida en la calle, los espectáculos...”, apunta Llorca. Como en cualquier otra parte del mundo, las imágenes transcurren entre clases, trabajos, ocio, fiestas, bodas, bautizos o actividades culturales (en un recuerdo de que la población palestina tiene potestad para ser creativa, y también desarrolla el arte sin que tenga que estar necesariamente vinculado a la violencia que sufre).
Una rutina que, como matiza Llorca, tampoco es ajena a la opresión: “En torno al 15% de las fotos sí pertenecen al conflicto o están directamente relacionadas con él, aunque esas imágenes se integran en el resto”. Porque incluso en la mayoría de este tipo de fotos hay algo de cotidianidad sobrevenida, no muestran la represión que ejerce Israel sobre la población palestina de forma descarnada, sino a través de procesos coercitivos incorporados al día a día en Palestina: desde varias mujeres caminando hacia un puesto de control hasta un grupo de palestinos que se registran en la oficina para refugiados de Jerusalén.
Un equilibro entre vida y destrucción que, como indica el también director de cine (responsable de un reciente y exitoso documental sobre el espírituo contestatario del Instituto Santamarca), queda sintetizado en los versos de los que se extrae el título de la muestra: “Si tengo que morir / tú tienes que vivir / para contar mi historia”. Pertenecen al poeta palestino Refaat Alareer, asesinado en un bombardeo aéreo israerlí sobre Gaza el 6 de diciembre de 2023. En ese mismo ataque perdieron la vida su hermano, su hermana y cuatro de sus sobrinos.
En paralelo a la muestra, la colaboración de diversas figuras de la cultura y el arte ha permitido editar un libro-catálogo multidisciplinar del mismo título que contextualiza y completa el poder de las imágenes a través de reflexiones, textos históricos o ilustraciones. El escritor Juan José Millás, el poeta Nasser Rabah, la arabista Luz Gómez, el historiador del cine Santos Zunzunegui o el historietista Andrés Rábago “El Roto” son algunas de las personalidades que han contribuido a él.
“Yo creo que manifestarse está muy bien, pero si somos capaces de hacer otras cosas es todavía mejor”, dice el responsable de la muestra sobre la necesidad de este tipo de proyectos culturales vinculados con el contexto que soporta la población palestina. Habla de una situación “urgente” que le empujó a sacar adelante la iniciativa con la mayor celeridad posible: “Cuando supe que podía contar con el archivo la premisa era hacerlo rápido, y eso descartaba muchos espacios institucionales”.
“Buscábamos una sala independiente y dimos con esta por la zona de El Rastro que lleva Ramón Mateos [artista visual de reconocida trayectoria]. Nos dijo que sí con muy buena disposición, que le interesaba mucho y podía ser ya en enero. Lo hemos preparado todo con solo dos meses, pero es que había que llevarlo a cabo ya porque no podemos saber cómo estará la situación de Palestina en un año”, concluye Pablo Llorca.
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