Juego de autócratas
La redefinición del concepto de “guerra relámpago” ejecutado con éxito por la coalición anti-El Asad que lidera Abu Mohamed al Jolani -HTS (originario de la matriz Al Qaeda), Ejército Nacional Sirio (ENS, apoyado por Turquía) y las Fuerzas Democráticas de Siria (FDS, los kurdos de Siria)-, sumada al estrepitoso y fulminante derrumbe del régimen sátrapa heredado por Bachar Al Asad, sólo para dilapidarlo en un baño interminable de sangre y horror, deja una inquietante disyuntiva con respuestas aún más desasosegantes que las incómodas preguntas planteadas.
La clásica huida en avión del hijo dictador y torpe de un padre igualmente dictador, pero astuto, ofrece dos direcciones alternativas y contradictorias. La primera asume que eso que llamamos Occidente se entera poco, mal y tarde de lo que sucede en el resto del mundo. Mientras el entorno OTAN ya daba por ganador virtual al régimen de Al Asad, saludaban su reingreso en la Liga Árabe y media Europa se excitaba especulando con la posibilidad de empezar a devolverle refugiados como si fueran cascos de botella vacíos, su ejército mal pagado y maltratado se disponía a pasarse al enemigo y conducirlo a Damasco entre flores y algunos pocos tiros mal dados.
La segunda dirección apunta a un juego de autócratas, donde a muchos no les ha parecido ni tan mal cambiar un régimen que se caía solo sin el apoyo de una Rusia que se ha buscado sus propios problemas en Ucrania, un Irán sumido en una interminable crisis económica y un Hezbolá en guerra con Netanyahu en el Líbano, por la expectativa de otro régimen autocrático que todos creen van a poder controlar a su antojo.
Los saudíes, la administración Biden y seguramente la futura administración Trump juegan la carta del pragmatismo de líder del HTS, al Jolani, para ampliar y estabilizar su dominio en la zona, idéntica expectativa deposita la autocracia turca de Erdogan en su apoyado ENS, Israel se beneficia de la pérdida de presencia y poder de Irán en el área mientras multiplica el daño infligido a Hezbolá y, como siempre, todos ganan y todos están convencidos de que Rusia ha perdido. Ya saben, en su cabeza las jugadas geopolíticas siempre suenan estratégicamente fabulosas. Aunque bien sabemos cómo acostumbran a acabar en la vida real.
La naturalidad con la cual Occidente y el resto del mundo han visto caer el régimen sirio, apenas una semana después de habérnoslo dado por seguro, lleva a inclinarse por la segunda dirección. El tiempo dirá. Pero prepárense para que salga mal.
Mientras, en París, la Francia en desgobierno rampante del presidente Macron recibía a una ilustre colección de turistas internacionales para reabrir la catedral de Notre Dame con la “grandeur française” en todo su esplendor. La UE no tendrá política exterior ni siquiera a las puertas de sus fronteras, ni siquiera tras el severo aviso que supuso la crisis de los refugiados sirios; pero, en cambio, su liderazgo turístico mundial se antoja incuestionable.
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