El edificio más grande de España no está donde imaginas y bate a El Escorial sin esfuerzo

La mirada no sabe a dónde ir primero. Hay un patio que parece una plaza de toros, un torreón con ínfulas de rascacielos y una iglesia tan extraña que no se parece a ninguna. Todo está sobredimensionado, como si alguien hubiese querido hacer una ciudad entera dentro de un edificio y luego se le hubiese olvidado terminarla.
Desde la distancia, da la impresión de que no se trata de un conjunto de construcciones, sino de una maqueta que alguien ha inflado hasta límites absurdos. Nada encaja del todo, pero ahí está.
La Ciudad de la Cultura de Gijón no fue pensada para pasar desapercibida. Su torre de 130 metros sobresale por encima de cualquier otra construcción en kilómetros a la redonda. Y no es lo único. Una cúpula elíptica de más de 800 metros cuadrados —la más grande del mundo en su categoría— se impone sobre una plaza central que parece diseñada para maniobras militares.
En total, más de 270.000 metros cuadrados de superficie útil y unos 55.000 de fachada. Para hacerse una idea: el complejo entero es considerablemente más grande que El Escorial.
Una utopía educativa nacida tras la guerra
El origen del edificio es un proyecto de posguerra tan ambicioso como hermético. Las obras empezaron en 1948 bajo la dirección del arquitecto Luis Moya, con la idea de levantar una ciudad cerrada y autosuficiente. A lo largo de casi una década, se construyeron talleres, patios, galerías, la iglesia de planta circular más grande del mundo, un teatro, varias salas de ensayo y una torre-mirador.

Todo estaba pensado para formar a nuevas generaciones en un entorno controlado, pero en 1957 un cambio político dejó la construcción en punto muerto. Nunca se terminó por completo, aunque lo que quedó en pie bastó para convertirlo en una rareza monumental.
Las referencias clásicas conviven con una arquitectura funcional que se cuela por casi todos los rincones del complejo. De un lado, aparecen formas que recuerdan a monasterios renacentistas; de otro, estructuras que remiten directamente a la Acrópolis.
No hay un estilo dominante ni una línea clara que lo defina. Es más bien una ciudad encerrada en una escultura a medio terminar, con el aire desconcertante de lo que no sigue ninguna norma.
Del abandono a un nuevo uso cultural
Actualmente, la Ciudad de la Cultura de Gijón ha encontrado otro rumbo. El espacio, declarado Bien de interés cultural, acoge a la Escuela Superior de Arte Dramático, la Radiotelevisión del Principado de Asturias y el centro de arte LABoral.

También se celebran conciertos, exposiciones y proyectos culturales que mantienen vivo un lugar donde todo parece hecho a lo grande. Su teatro es el que más capacidad tiene en Asturias, y la torre sigue ofreciendo vistas panorámicas sobre el mar Cantábrico que cortan la respiración por la altura más que por el paisaje.
A pesar de sus proporciones descomunales, sigue siendo uno de esos lugares que se encuentran sin buscarlos, ya que no tiene la fama de otros enclaves del país. Quien se topa con él por primera vez no imagina que en una esquina del norte aguarde una mole así, desmesurada y llena de matices. Hoy, esa combinación de monumentalidad, utilidad práctica y peso histórico lo sitúa entre los ejemplos más singulares de la arquitectura del siglo XX en España.
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