La marcha del arquitecto deja al rascacielos del Puerto de Málaga sin proyecto ni hotel tras nueve años
Casi nueve años después de que se publicara la idea en el BOE y comenzara así una compleja tramitación urbanística, al rascacielos del Puerto de Málaga no se le conoce forma ni cadena hotelera que quiera explotarlo, de modo que avanza entre interrogantes hacia la evaluación final ante el Gobierno. La falta de concreción es un vacío sorprendente si se tiene en cuenta que la conveniencia o no de situar en una parcela pública en plena bahía una mole de 140 metros de altura ha sido uno de los debates más apasionados en la ciudad en la última década, raspando sensibilidades ambientales, paisajísticas, sociales y políticas.
Esta semana se ha bajado del barco quien desde 2015 ha puesto el diseño y la cara al plan. El arquitecto José Seguí ha defendido con tesón su torre, criticada desde todos los sectores por la ubicación, su tramitación administrativa o su diseño. Le han atizado políticos, académicos, instituciones (el Defensor del Pueblo o Icomos), ciudadanos ilustres y ciudadanos de a pie. Se ha llegado a cuestionar su capacidad para presentar un edificio icónico a la altura del espacio preferente del dique de Levante que se le quiere conceder. Un trago amargo que ha bebido casi a diario en cientos de páginas de periódicos y horas de tertulia.
Seguí es valenciano, pero llegó a Málaga a los 14 años, y aquí ha hecho carrera: fue redactor del PGOU de 1983 -Premio Nacional de Urbanismo- y es el arquitecto tras la Ciudad de la Justicia, La Rosaleda o la remodelación del Teatro Cervantes. El lunes dijo basta. No fueron las críticas, sino verse orillado de un proyecto por el que ha puesto en juego su prestigio y del que se siente bandera, con razón.
En su nota queda clara su amargura porque la promotora le haya hecho la cama al invitar a David Chipperfield, arquitecto británico, a presentar un diseño que sustituya el que él lleva ocho años defendiendo. De repente, las recreaciones de su rascacielos, tan reproducidas en prensa, fueron a la papelera.
Orillado cuando ya veía la meta
La carta de Seguí da cuenta del estado de la cuestión en el plano administrativo. Hace un año el Ayuntamiento culminó el trámite para cambiar el plan especial del Puerto con el fin de encajar allí un edificio de 43.000 metros cuadrados de superficie y una altura de hasta 150 metros, multiplicando por siete los límites que regían hasta entonces.
Entonces se cambió de pantalla, de la local a la nacional. Ahora debe ser el Estado el que se pronuncie si ubicar allí un rascacielos destinado a hotel de cinco estrellas gran lujo respeta la legalidad y tiene “interés general”. Para ello, antes de noviembre la promotora debía entregar una actualización del proyecto básico y un nuevo estudio económico financiero, y no cumplió. Seguí subraya que no fue por su culpa, sino porque Hesperia no hizo “absolutamente nada” y le ignoró.
Vencido ese plazo apareció en prensa local que la promotora cuenta con Chipperfield para hacerse cargo del diseño definitivo. Y unos días después, Sur señaló que el edificio será “más esbelto” de lo previsto. De los 116 metros del proyecto “rebajado” de Seguí a los 140 en 25 plantas. Fue el síntoma evidente de que el arquitecto valenciano ya no pintaba nada, empujado al arcén cuando ya veía la meta. En su carta, habla de una “imposibilidad de colaborar y ni siquiera ser partícipe en su redacción [del proyecto]”.
Hesperia ha conseguido un plazo extra hasta el 7 de marzo, se supone que ya improrrogable, para presentar el proyecto de Chipperfield y el documento económico ante la Autoridad Portuaria, que lo revisará antes de remitirlo a Puertos del Estado. El arquitecto tiene, entre otros, un reto geotécnico: hay dudas de cómo puede aguantar el rascacielos un dique que acusa los efectos de la corrosión marina hasta el punto de estar siendo objeto ya de una millonaria rehabilitación.
Un “conejo de la chistera”
El alcalde Francisco de la Torre (PP) ha dicho esta semana que siente “aprecio y afecto” por Seguí, y Carlos Rubio, presidente de la Autoridad Portuaria, ha invitado a la promotora a “repescarlo” de alguna forma. No parece probable. Más bien, en el horizonte aparece una probable batalla judicial, que Seguí ya libró (y ganó) contra otros promotores cataríes, los del puerto marbellí de La Bajadilla, logrando una indemnización de 3,8 millones por unos trabajos que finalmente no se ejecutaron.
Para la Plataforma Defendamos Nuestro Horizonte, que lleva nueve años movilizándose contra la construcción del rascacielos en ese lugar, el desembarco de Chipperfield es un intento de impulsar un proyecto cuestionado por todos los partidos políticos menos el PP, el Colegio de Arquitectos, la Academia de San Telmo y la sociedad civil, representada por un millar de alegaciones al proyecto, un récord en Málaga.
“Se buscan una vez más el ”arquitecto honorable“, pero es el conejo de la chistera”, señala Juan Antonio Triviño, portavoz de la plataforma, quien subraya que la decisión de colocar o no esa mole en ese lugar será política. Y la deberá tomar el Consejo de Ministros, si Puertos del Estado no lo para antes.
La “parafernalia” del fondo catarí y la llegada de Hesperia
A este cambio de arquitecto hay que añadir que la identidad del promotor sigue siendo brumosa. De ahí que Seguí y los presidentes de la Autoridad Portuaria de Málaga (Paulino Plata, con el PSOE en la Junta de Andalucía, y Carlos Rubio, con el PP) hayan sido las caras visibles hasta ahora.
Al fondo catarí (Al Alfia, ahora aliado con Hesperia) que supuestamente está detrás de esta obra pretendidamente emblemática apenas se le conoce. Una presentación pública hace siete años, una reunión con el alcalde y una entrevista con un medio afín al proyecto es su bagaje. Se recuerda más el fugaz desembarco de Ramón Calderón (expresidente del Real Madrid) como emisario de los inversores, de quien no volvió a saberse.
“Es un esquema en el que se usan nombres comunes de supuestos jeques y parientes del emir, con mucha parafernalia”, apunta Triviño. Se sugieren supuestas vinculaciones principescas, aunque las dinastías arábicas son casi indescifrables para un occidental, y en la ciudad la memoria de este tipo de dignatarios es infausta por el pufo del jeque Al-Thani en el Málaga CF.
Andalusian Hospitality, la promotora del rascacielos, se ha manejado con un capital de apenas 5.000 euros para una obra estimada de 200 millones, y cuatro avales bancarios (por los que se paga, pero que no desembolsa) por un total 1,85 millones de euros. Hace apenas quince días se formalizó la entrada de Hesperia y la ampliación de capital. Ahora los administradores de Andalusian son Al-Darwish Abdulla Darwish, Fakhroo Abdulla Darwish y Jorge Ferrer Graupera, CEO de Grupo Hesperia.
Este grupo hotelero facturó 165 millones de euros en 2023, y tiene deudas por 368 y activos de unos 867, según un análisis de Gonzalo Baratech para Crónica Global. Tiene difícil afrontar en solitario una operación de esta envergadura, que se iría por encima de los 200. De ahí que se busquen cadenas hoteleras de alta gama dispuestas a explotar el futuro rascacielos, situado junto a la terminal de cruceros malagueña.
“No responde a los intereses de la ciudad sino a un pelotazo”
La plataforma ha canalizado la oposición de una parte relevante de la ciudadanía y, de paso, ha realzado la figura de La Farola, un histórico faro de 1817 que quedaría opacado por el rascacielos, y que ahora es Bien de Interés Cultural.
En 2025 el proyecto llegará definitivamente al Gobierno central. Primero a Puertos del Estado y, si pasa la pantalla, al Consejo de Ministros. Mientras, la modificación urbanística llevada a cabo por el Ayuntamiento para encajar el edificio en los planes urbanísticos ha sido recurrida ante los tribunales por la plataforma y por la Academia de Bellas Artes.
Triviño cree que el resultado de esos pleitos no puede soslayar que se trata de un “proyecto político en contra de una mayoría”. Aunque se le pidió con insistencia, el gobierno municipal no convocó una consulta ciudadana para calibrar el apoyo que tiene el rascacielos. Lo cierto es que tras ir sumando detractores (el PSOE pasó de estar a favor, a no pronunciarse y finalmente estar en contra), ahora voces muy identificadas con el proyecto, como Diario Sur, piden una reflexión.
“Hemos ido ganando el debate porque hemos ido introduciendo argumentos. Lo han puesto fácil: pretenden instalar un mamotreto en un sitio muy sensible y emblemático. El proyecto no responde a los intereses de la ciudad ni del puerto, sino a lo que viene llamándose un pelotazo”, señala Triviño, que concluye: “No nos importa el arquitecto: aunque la mona se vista de seda, mona se queda. No queremos ese edificio en ese sitio, donde Málaga se asoma a la mar”
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