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“El espacio vacío” es el título de la obra de referencia de un genio mundial del teatro, Peter Brook. En el “espacio vacío” son los actores los que pueden llenarlo de imaginación, de verdad interior y de comunicación magnética con el público, desarrollando la acción en y desde el juego.
Como el teatro, un estadio de fútbol también es un espacio desnudo con un guion previo hasta que lo pisan los jugadores, los árbitros y el público que los observa. Cuando comienza el partido, en el escenario de hierba húmeda y tupida puede aparecer lo inesperado, lo asombroso y hasta lo invisible.
Cristian Álvarez lo hizo a lo largo de ocho temporadas en el Real Zaragoza con sus paradas inverosímiles, como la doble parada en el penalti de Gijón que salvó los tres puntos al final del partido, o como el gol que marcó con el ojo en un saque de esquina en Lugo que sumó un valioso punto para mantener la categoría en la última jugada.
Durante esas ocho temporadas el equipo se ha estancado en la Segunda División pero el afecto de los zaragocistas por el “pibe de Rosario” no ha parado de crecer. Ha sido una excepcional comunión entre uno de los mejores porteros de la historia del Real Zaragoza y una afición que premia la profesionalidad, la seriedad y la verdad.
Cristian Álvarez inició su carrera futbolística en las categorías inferiores del Tiro Federal para debutar en Rosario Central en 2006, continuó en el Espanyol (dos veces internacional con Argentina en esa etapa), el San Lorenzo de Almagro con el que ganó la Liga y la Copa Libertadores (el equivalente a la Champions), el Rayo Vallecano y el Cerro Porteño paraguayo. Una trayectoria de idas y vueltas entre Sudamérica y España.
Introvertido y de darle muchas vueltas al coco, no sé si algo tendrán que ver los genes argentinos, Cristian Álvarez se quebró anímicamente ya entrado en la treintena. En su interior chocaron frontalmente dos pulsiones: la de querer explorar y sacarle todo el partido a la vida y la asfixiante exigencia de un deportista de elite en busca de la perfección.
Llevaba ya un año y medio retirado cuando en agosto de 2017 recibió un wasap de su representante Fabián Soldini, el mismo que llevó a Messi al Barcelona, en el que le preguntaba ¿Quieres ir al Real Zaragoza? Por entonces el director deportivo del club era Lalo Arantegui. Cristian ha reconocido públicamente que aquella llamada le salvó, le permitió primero espantar sus demonios y después madurar personal y profesionalmente .
La conexión emocional con Zaragoza fue tan potente que en octubre de 2023 el Ayuntamiento le concedió la distinción de Hijo Adoptivo. Seguro que en esa decisión, además de su arraigo y amor por la ciudad, influyeron el liderazgo y las paradas que mantuvieron a flote a un equipo y a un club que navega dando tumbos arriesgándose a naufragar. Son ya 12 temporadas seguidas en Segunda División, 20 entrenadores diferentes y 36 fichajes solo en el mercado invernal, sin conseguir estabilizar el proyecto deportivo ni el empresarial a pesar de la meritoria rebaja de la deuda.
En un arrebato de sinceridad en un encuentro con abonados, el actual entrenador, Miguel Ángel Ramírez, calificó el club de amateur y alejado de la elite por las instalaciones de la Ciudad Deportiva, por las infraestructuras y por los recursos informáticos y humanos.
Además, todo club que se proyecte hacia el futuro –esto es de mi cosecha- debería cuidar y exhibir dignamente su historia y sus mitos, de los que tan orgullosos se sienten los ciudadanos. Y también incorporar el fútbol femenino en su estructura para avanzar hacia la igualdad y generar nuevos ingresos.
Cristian Álvarez es desde el pasado martes responsable de relaciones institucionales después de anunciar su retirada, forzado por las lesiones, con una admirable tranquilidad de conciencia. Es una buena decisión de los gestores de la sociedad anónima porque el portero salvador puede llenar de positividad el espacio vacío fuera del campo y también parar otros balones.
Desde la humildad y la cercanía, Cristian Álvarez puede afianzar temporalmente un puente entre el club y la afición. Ahora bien, para que el puente se mantenga firme generación tras generación es necesaria una rigurosa planificación acompañada de inversiones que modernicen el Real Zaragoza empezando por la base. Las nuevas construcciones tienen que empezar por los cimientos.
Los abonados, los aficionados, los zaragozanos y los aragoneses ya nos hemos merecido más que sobradamente disfrutar del ascenso a la Primera División.
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