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El Prismático es el blog de opinión de elDiario.es/aragon. 

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Reyes Barbero, los pasos de la memoria

Reyes Barbero en la primera sede del PCE, en la calle Madre Vedruna, con el partido todavía son legalizar.

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Una mujer recorre la ciudad. En la historia que voy a contarles apenas supera la mayoría de edad que entonces, en 1975, es de 21 años. Está inquieta, agotada por los largos trayectos y el bochorno de Zaragoza. En el ambiente hay una atmósfera de tormenta a punto de detonar. Reyes, que así se llama nuestra protagonista, ignora que la estamos observando. Tardará cincuenta años en saberlo. Si se enterara en ese momento sobre el que hoy escribo, se asustaría. Porque a Reyes alguien la persigue.

La ciudad 

La vemos patear la zona universitaria. Una chica más en medio de gente joven. A veces, se detiene a comer un bocadillo en el viejo Louisiana antes de llamar a un portal de la calle Bretón, donde pasará la noche. Hay pocos sitios seguros, sólo el movimiento y la soledad resultan albergues fiables.  

Un día de estos logrará reunirse con su familia en los pinares de la calle África, un encuentro fugitivo, como si cruzase la orilla hacia un país desconocido. Su viaje, de tránsitos y paradas ocasionales, apenas ha hecho sino comenzar.     

La cocina

El espacio que recorre Reyes es también el de la memoria. Por mucho que camine no puede alejarse de una calle aún sin nombre en el confín de las Delicias. Allí, en la intimidad de la cocina de un piso en la calle G – futura de Fray Juan Regla-- conoce la historia de su familia, que es la de un país con almas muertas. 

A Valsequillo, un pueblo de Córdoba rayano con Extremadura, llegó también la República. Tiempo de inquietudes y esperanzas. Su madre le cuenta la felicidad de ser mujer joven en aquellos días. Pero no hay lugar remoto para escapar de la historia. En noviembre de 1936 las camionetas de Falange irrumpen con violencia en la tranquilidad de un pueblo donde nunca hubo una riña política.   

En las confidencias entre madre e hija se dibuja al fin la imagen del tío fusilado por su pertenencia a las Juventudes Socialistas Unificadas; el cautiverio del capitán Pedro Barbero, padre de Reyes, al acabar la contienda; y la decisión familiar de abandonar la miseria y huir de la represión. El hambre y los palos han sido siempre el motor incombustible de la historia de España. El franquismo impuso el silencio a través el terror. La madre de Reyes fue una de tantas rapadas a quienes la “nueva España” castigaba por su doble condición de mujer de clase trabajadora. Pese al miedo y a la amargura, escucharse en voz alta debió ser un acto de liberador.

El cineclub, la parroquia, los bares. El Partido

Reyes tomará conciencia de lo que desde hace un tiempo le inquieta. Está viviendo un tiempo de posguerra prorrogada, en sordina. Ni los debates en el Cine Club del Centro Pignatelli, ni las charlas con otros jóvenes en la parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe lograban dar respuesta a su malestar por una sociedad represiva e injusta. ¿Qué hacer? Vendrán años de búsqueda hasta que en 1974 ingrese en las Juventudes Comunistas. Como diría el poeta: “es hora de pasearnos a cuerpo y mostrar que, pues vivimos, anunciamos algo nuevo”.

Comienza un periodo donde la militancia absorbe su vida. El trabajo y los estudios se conjugan con su tarea como responsable de propaganda de la célula de Delicias. Con el tapujo de jóvenes que acuden a estudiar, se reúnen en bares para tomar decisiones, mientras los parroquianos juegan al guiñote o sestean. Uno de aquellos bares aún existe, el Anjoma, en el número 30 de la calle Andrés Vicente: en el salón del fondo deciden las acciones a realizar. 

El paso a nivel

El verano está llegando a su fin y la Brigada Político Social aún no ha dado con la fugitiva. Pareciera que prófuga y perseguidores manejasen mapas distintos de Zaragoza. Quizá se hayan olvidado de ella. 

En algunas ciudades europeas nadie olvida sin embargo al dictador de España. Por esas fechas, un centenar manifestantes españoles y alemanes ocupan durante algunas horas la catedral de Colonia. Y en París, miles de personas participan en una manifestación para protestar por el régimen franquista. En enero habían sido detenidos algunos miembros de la Junta Democrática de Madrid en su presentación en rueda de prensa. La oposición franquista había comenzado a coordinarse y plantear un programa de mínimos que incluía la amnistía por delitos políticos, la legalización de los partidos y la libertad sindical.

La grupo de Delicias decide hacerse oír en el proceso histórico. En el desaparecido paso a nivel de la avenida de Madrid, actual plaza de la Ciudadanía, sus integrantes colgarán el 8 de septiembre de 1975 una pancarta con un mensaje: “Amnistía, libertad por la junta democrática”. Cinco metros de sábana que son expresión de un pueblo organizado que marca el mismo paso que los acontecimientos.  

La Comisaría

Ese mismo 8 de septiembre de 1975 Reyes, junto a otros miembros de la célula, será detenida y trasladada a la Comisaría del paseo de María Agustín. “¿Eres Reyes Barbero, a la que hemos estado buscando todo el verano y que tanto trabajo nos has dado?”. La pregunta del comisario es seguida de un bofetón. Son los preliminares.

De inmediato es aislada en un calabozo en cuyas paredes, llenas de inscripciones, marca una hoz y un martillo y un mensaje a futuros moradores, pero sobre todo a ella misma: “no os desaniméis”. La misma tarde del 8 de septiembre comienzan los interrogatorios: gritos, amenazas y golpes. El régimen se descomponía con la misma violencia que había sido engendrado. 

Los interrogatorios se prolongarán mañana y noche. El segundo día, la policía presenta una confesión que Reyes se niega a firmar. Pese a las torturas, no ha abierto la boca. El último día suscribe una declaración en la que niega las acusaciones. La rabia policial estalla en el rostro de Reyes: rotos los tímpanos, estará más de un mes sin apenas audición. 

La Cárcel

El 12 de septiembre el juez dicta prisión provisional y Reyes es recluida en la cárcel de Torrero donde entonces hay pocas presas, entre comunes y políticas. Allí organizan las tareas diarias y comparten comida, dinero, libros (Miguel Hernández, Neruda, Sender… ) Con la llegada del otoño el frío hace insoportable la estancia. El médico aparece cada 15 ó 20 días. La aspirina es el sempiterno remedio para cualquier síntoma, incluso para las secuelas de la tortura. 

En la cárcel vive momentos duros, como los últimos fusilamientos del franquismo, al alba del 27 de septiembre. Pero también la esperanza tras la muerte de Franco; para celebrarlo encargan vino al economato de la prisión. Reyes recuerda a algunas presas comunes llorando por el dictador, reflejo del síndrome de Estocolmo en que vive una parte de la sociedad. Finalmente, el 27 de noviembre es puesta en libertad provisional. Diez días después volverá a ser detenida.

El 7 de diciembre de 1975, tras una concentración convocada por el Partido a las puertas de la cárcel de Torrero para pedir la amnistía, es llevada de nuevo junto a tres compañeros a la comisaría. Sin interrogatorios esta vez, pasará a las 72 horas a disposición judicial. Tras contactar en Madrid con la abogada Cristina Almeida, salen de prisión sin cargos el 20 de diciembre. No siempre la rabia muere con el perro.

El final del laberinto

Ya conocemos la leyenda de la “Transición”, su carácter premonitorio. A los dueños del régimen les fueron condonadas sus deudas con el franquismo y abrieron enseguida cuenta nueva en la recién estrenada democracia que nacía con ofertas y rebajas. La mayoría, en verdad, tenía bagaje y descaro suficiente para seguir haciendo lo mismo siendo los mismos. 

Hubo una mayoría, sin embargo, que puso los pies en la calle y la voz en los muros. Lo cuenta Rafael Chirbes por boca de uno de sus personajes: “había mucho pijerío, pero otra gente se arriesgaba, se jugaba muchas cosas, incluida la vida porque creía en el bien común”. Reyes Barbero pertenece a esa estirpe, a la que José Antonio Labordeta pusiera voz: “aquellos que hicieron lo posible por empujar la historia hacia la libertad”.

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