Qué ver en Tours: la puerta de entrada del Valle del Loira

El Valle del Loira es uno de los destinos europeos más importantes y completos. Se puede decir que más allá de su situación en Francia, el Loira es un destino por sí mismo que da para un pequeño viaje, una escapada o, incluso, una gran tourné de varias semanas de duración. Los castillos del Loira son uno de los elementos más característicos de la región y, también, el ejemplo que usan los historiadores para explicar esa época para muchos oscura que estuvo marcada por el feudalismo. Lo normal, para explorar esta vía fluvial, gastronómica e histórica ronda entre los siete y los diez días. Pero todos los viajes tienen un punto de partida común: la ciudad de Tours. Este lugar ocupa un lugar de centralidad en la comarca del Loira desde hace muchos siglos. Sólo hay que apartarse un par de kilómetros del centro para descubrir el pedigrí histórico del lugar. El Dolmen de la Grotte aux Fées –Gruta de las Hadas- (Rue du Dolmen, Saint-Antoine-du-Rocher) es una muestra de la antigüedad de la presencia de las mujeres y hombres en la zona; más de 4.000 años en este caso. Pero aquí mandan los castillos. Castillos por todos lados.
La biografía de Tours incluye galos, romanos, carolingios… Pero el punto clave que explica la conocida como ‘la ciudad de la historia’ es el siglo XV cuando Luis XI instala aquí su corte y convierte a la plaza en capital del país en detrimento de París. Este es un momento crucial: Francia concluye con victoria la llamada Guerra de los Cien Años y se consolida como potencia continental: se anexiona buena parte del Condado de Borgoña, expulsa a los ingleses del territorio continental e inicia un proceso de concentración de poder real que supone el inicio del fin del Feudalismo. Casi nada. Y todo esto se fraguó desde aquí. Y se nota en el precioso legado monumental que convierte a Tours en una ciudad imprescindible para conocer la historia francesa y europea (el principio de la hegemonía castellana en el Atlántico se explica con esta guerra, por ejemplo). El Castillo de Tours (Av. André Malraux, 25) fue el epicentro de ese proceso. La fortaleza hunde sus raíces en la época galo-romana (el edificio formaba parte de las termas de la ciudad) pero lo que se ve ahora es el resultado de su evolución medieval y renacentista desde la época carolingia (siglos VIII-IX).

Desde la actual Pasarela Saint-Symphorien (acceso desde el castillo) puedes ver algunos restos dispersos del Pont Eudes (literamente Puente Viejo). El antiguo puente, con más de 600 años encima, fue sustituido en el siglo XVIII por el Pont Wilson y perdió su papel de monopolio sobre el Loira. Para cruzar el río en un radio de cientos de kilómetros había que pasar por aquí. Y el castillo cumplía una doble función: defender este paso y cobrar los peajes feudales por su uso. El poder de los señores feudales empezó a quebrar con Luis XI y eso provocó el crecimiento exponencial de la ciudad. La Vieux Tours (vieja Tours) es el ejemplo paradigmático de los inicios del florecimiento urbano post feudal. La calle paradigmática del casco histórico es Rue Colbert y sus preciosas casas de trama de madera (siglos XV y XVI). El eje comprendido por la propia Rue Colbert, Rue du Commerce y la Plaza Plumereau forman el núcleo de la Vieux Tours y atesoran una de las mayores colecciones de casas medievales de Europa. Caminar por el entorno de este eje patrimonial es una gozada para los amantes de las piedras con pedigrí.

La Catedral de Saint-Gatien (Pl. de la Cathédrale, sn) es el otro gran símbolo medieval de la ciudad. Los cimientos de este enorme templo gótico (siglo XII) se asientan sobre los restos de Caesarodunum, la ciudad romana y es una de las joyas de la arquitectura medieval del país: piedra y cristal. Con sus más de 800 metros cuadrados de vidrieras es un templo luminoso (dicen que esta fue la inspiración para la preciosa Saint Chapelle de París) y su interior sorprende por la amplitud de los espacios y la sensación de la ligereza de la construcción. Del interior hay que resaltar dos cosas: el monumento funerario de los hijos de Carlos VIII y Ana de Bretaña (una de las primeras obras maestras del renacimiento francés) y el claustro (uno de los pocos de las grandes catedrales francesas que no fue destruido). Mírala por dentro y por fuera. La fachada es impresionante y su ábside aún lo es más.

En los alrededores de la catedral puedes visitar varios lugares interesantes. Si eres de visitar museos acá mismo tienes el Museo de Bellas Artes de Tours (Place François Sicard, 18) que cuenta con una buena colección de obras artísticas que van desde la galorromana a antes de ayer. Mucho más curioso es lo que puedes ver tras el ábside catedralicio. Si entras por Rue Manceau. Aquí puedes ver como las casas y calles empiezan a formar una serie de grandes óvalos concéntricos que nos da una pista de lo que estamos viendo: el antiguo Anfiteatro Romano. Estamos ante una pequeña ciudad en miniatura donde hay varias iglesias y casonas medievales. Para ver un poco más de la vieja Cesarodunum hay que llegarse hasta el Jardín de los Vikingos, donde puedes ver algunos muros mezclados con las murallas de la Edad Media.

Los otros imprescindibles de Tours.- Las calles de Tours están llenas de esas huellas del pasado que confirman el carácter histórico de la localidad. La gran ‘rival’ de la Catedral es la Basílica de San Martín de Tours (Rue Baleschoux, 7). Aquí se custodian las reliquias del santo local por antonomasia (obviamente San Martín de Tours) y es uno de los centros de peregrinación internacional más importantes de Francia. Lo que se puede ver hoy es un edificio neobizantino de finales del XIX. Lo único que queda de la antigua abadía medieval es la llamada Torre de Carlo Magno (Rue des Halles) que hace referencia al origen de la basílica en el siglo VII. En los alrededores de la basílica puedes ver otros monumentos históricos de importancia: la Tour de l'Horloge (Rue des Halles, 88) –que formaba parte de las murallas que rodeaban a la abadía y que eran independientes a las de la ciudad- y el Hotel des Trésoriers de Saint-Martin (Place du Grand Marché, 54), una preciosa casona del siglo XV que formaba parte de la zona residencial de la basílica.

Otro punto de interés es la Rue Nationale que sirve para conectar la ciudad vieja y la nueva Tours. Junto a las orillas del río te vas a encontrar con una gran plaza abierta que ocupa el lugar de la desaparecida Puerta del Loira (así se llama esta plaza que sirve de acceso al Puente Wilson). A un lado verás la Abadía de Saint Julien (Rue Nationale, 20), un edificio del gótico inicial del siglo XI que hoy compagina su uso religioso con el de sede del Museo de Compagnonnage (Rue Nationale, 8) que hace un repaso a los oficios artesanales de la región con una colección amplísima de objetos de todo tipo y condición. Y de lo más tradicional a lo más rompedor. Justo al otro lado de la plaza está el Centro de Creación Contemporánea Olivier Debré (Jard. François, 1). Otro lugar que tienes que ir a ver en la zona es el Hôtel Goüin (Rue du Commerce, 25), una casona del siglo XV con una fachada esculpida que nos recuerda a esas extravagancias del flamígero ibérico. Una preciosidad.

Calle arriba nos vamos encontrando con la ciudad ‘nueva’ que tiene su punto aglutinante en la Plaza Jean Jaures (de donde parten los dos grandes boulevares del XIX de la ciudad: Beranger y Heurteloup). Aquí puedes encontrar los grandes ‘monumentos burgueses’ de Tours dedicados a la nación moderna y pujante: el Palacio de Justicia (Jean Jaures, 2) –el imperio de la ley-; la Estación de Tours (Place du Général Leclerc) –las comunicaciones-; el Liceo Descartes (Rue des Minimes, 10) –la educación pública- o la Prefectura del Loira y sus jardines (Pl. de la Préfecture, 18) y el Hotel della Ville –Ayuntamiento (Rue des Minimes, 1) –la República-.En esta zona puedes ver algunos buenos ejemplos de arquitectura burguesa del XIX y XX, parques vistosos y cafés para parar un tren.

Ir hasta las ruinas del Priorato de Saint Cosme (Rue Ronsard).- Para llegar hasta aquí la mejor opción es tomar la línea 15 de la compañía de autobuses locales desde Victoire (Place de la Victoire) hasta Bourgeois (Rue de la Mairie) para ahorrarte los casi tres kilómetros que medan entre este lugar y el centro. De la abadía medieval apenas quedan algunos muros pero el lugar es famoso en toda Francia por albergar la tumba de uno de sus escritores más célebres: Pierre de Ronsard. El lugar tiene un pequeño museo dedicado a la figura clave del conocido como Grupo de las Pléyades, un conjunto de autores que elevaron las letras francesas en el siglo XVI.
Fotos bajo Licencia CC: Dominique Gross; Fred Romero; Patrick; Daniel Jolivet; Fred Romero; Francesco Gasparetti; Luiyo
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