Una escapada a Trieste: la menos italiana de todas las ciudades italianas

Dicen que es la menos italiana de todas las ciudades italianas. A 157 kilómetros de Venecia, la ciudad de Trieste ejerce de nexo entre Italia y los países balcánicos. Uno pasea así a lo loco desde el centro de esta pequeña urbe portuaria y puede terminar en Eslovenia. Uno de los lugares que te recomendamos ir a ver, por ejemplo, es el Castillo de San Servolo (Socerb 7, Črni Kal). Esta atalaya (con muy buenas vistas) se encuentra casi a tiro de piedra de la zona portuaria de Trieste; pero ya es territorio esloveno. A los pies de la colina que soporta este pequeño castillo veneciano del siglo XV está la aldehuela de Prevenico, apenas una docena de casas que guarda uno de esos tesoros patrimoniales que tanto abundan por estas tierras: la Iglesia de San Antonio Abad y su precioso campanario de piedra (SP11, 37). Pues estamos en Italia. La frontera es lo que explica Trieste. En Europa, las fronteras siempre fueron lugares de contacto y conflicto: pero en un lugar como Los Balcanes, las acostumbradas idas y venidas se convierten en algo digno de un psiquiátrico. El propio Castillo de San Servolo es un ejemplo de esta historia convulsa que apenas se tomó un respiro antes de ayer. Porque Trieste se incorporó de manera definitiva a Italia en 1954.
La ciudad que puedes ver hoy (hermosa y pujante) es el resultado de sus tiempos como puerto franco de Austria. Y sí. Austria. Durante siglos, esta ciudad fue una de las principales salidas al mar del imperio austriaco, que colapsó tras la Primera Guerra Mundial provocando un verdadero ‘quilombo’ de fronteras que tuvo su máxima expresión en el lío balcánico. Como Puerto franco de Austria desde principios del siglo XVIII (era por aquel entonces su única salida al mar), vivió sus años de esplendor y se convirtió en una especie de Viena a la mediterránea donde el barroco se mezcla con un pasado mestizo donde pesan, sobre todas las herencias, la romana, la bizantina y la veneciana. El resultado es esta ciudad que no suele entrar en los circuitos de los viajeros y viajeras que hacen incursiones largas por el país. Y es una pena. Porque merece muchísimo la pena.

El Canal Grande y la Trieste austriaca.- Este viejo puerto de mar es el símbolo del esplendor de Trieste bajo el dominio de los austriacos. Aquí impera el neoclásico centro europeo y sólo el uso de la piedra local (con ese tono pardo tan característico del Mediterráneo) quiebra la ilusión de una Viena en miniatura. A esta zona de Trieste se la conoce como barrio austríaco. El canal penetra en la ciudad rodeado de palacios y grandes iglesias. Este es el centro de la ciudad austriaca y simboliza en carácter multiétnico de aquel imperio que dominó gran parte de la Europa central y del este. Los elementos más destacados de este lugar son la Iglesia Ortodoxa Serbia de San Espiridón (Via San Spiridione, 9), la Iglesia Católica de San Antonio Taumaturgo (Via Amilcare Ponchielli, 2) y los palacios que adornan la Piazza del Ponte Rosso. Detente frente a la fachada del Palazzo Genel (Via Genova, 8), uno de los grandes símbolos de Trieste. Este es el más espectacular de los grandes edificios que rodean el canal y las calles adyacentes (Niccolo Machiavelli, Genova, Spiridione).

A diferencia de otras grandes ciudades italianas, la gran mayoría de los grandes palazzos históricos son privados y se han convertido en lujosas torres neoclásicas de apartamentos. Una de las escasas oportunidades para ver uno de estos maravillosos palacios por dentro es el Palazzo Gopcevich (Via Gioacchino Rossini, 4), que alberga un museo dedicado a la historia del teatro en la ciudad -Museo del Teatro Carlo Schmidl-. Otros hitos importantes del barrio austríaco de Trieste son la Piazza Vittorio Veneto (aquí puedes ver otros dos grandes edificios públicos: el Palazzo delle Poste y el Palazzo delle Ferrovia dello Stato-) y la Iglesia Luterana (Largo Odorico Panfili, 1), otra huella del pasado multicultural de la ciudad. Los famosos cafés de Trieste.- Los italianos adoran en café, pero la relación de la ciudad con este producto es de origen austriaco, cuando este puerto servía de entrada a todas las mercancías de ultramar que se introducían en el Imperio. Los cafés de Trieste tienen ese aire encantador y decadente de los cafés vieneses. Los más bonitos de ver son el Antico Caffè Torisene (Corso Italia, 2), el Caffè San Marco (Via Cesare Battisti, 18) y el Caffè degli Specchi (Piazza Unità d'Italia, 7).

La Piazza de la Unidad Italiana y la vieja Trieste.- Si el Gran Canal es el símbolo del pasado austríaco, la Piazza della Unitá es el epicentro de la italianidad de Trieste. Totalmente abierta al mar, este espacio público es una oda al preciosismo italiano. Aquí se acumulan los grandes edificios públicos construidos en un recargado estilo neorenacentista y artdecó creando un espacio de gran belleza que, según nos dijeron, intenta plantar cara a la vecina San Marcos de Venecia (creemos que no lo consigue). La Piazza de la Unitá da paso a la vieja Trieste, esto es, a la anterior a la llegada de los austriacos. La historia de la ciudad, como ya te hemos comentado, es una sucesión de idas y venidas de varios pueblos y culturas: pero dos, a parte de la centroeuropea, sobresalen sobre el resto: la veneciana y la romana. Si nos internamos por la calles que desembocan en la plaza podemos ver como el urbanismo cambia de manera radical. Desaparecen las rectas y las cuadrículas y podemos ver las callejas retorcidas típicas de las ciudades medievales. Entramos en la vieja Trieste.

La Escalinata de la Medaglie d'Oro (Via del Teatro Romano) sirve de acceso a la antigua ciudad amurallada. Nos da la bienvenida la Iglesia de Santa María la Mayor (Via del Collegio, 6), una preciosa basílica del siglo XVII que es de lo mejor del barroco de toda la ciudad, y el Arco di Riccardo (Piazza del Barbacan), una de las pocas huellas de la antigua muralla que aún pueden verse. Desde aquí entramos en una Trieste diferente que tiene su punto álgido en los alrededores del antiguo Foro Romano (Via Capitolina). Aquí se concentran los grandes edificios y centros históricos de la ciudad. El más antiguo es el propio Foro, del que puedes ver algunos restos de lo que fue una basílica. Justo al lado está la Catedral de San Giusto Martire (Piazza della Cattedrale, 2), una joya medieval del siglo XIV que cuenta con la particularidad de estar repleta de viejos vestigios romanos que se incorporaron a la construcción –flipa con el rosetón gótico-. El interior es sencillo y da lástima que se hayan perdido la inmensa mayoría de los frescos renacentistas. Otro punto de interés de Foro es el Castillo de San Giusto (Piazza della Cattedrale, 3), una fortaleza del siglo XV en la que puedes ver restos romanos y aún más antiguos. Un poco apartado del foro se encuentra el cuarto de los grandes monumentos del centro histórico: el Teatro Romano (Via del Teatro Romano).
Un pequeño gran museo de antigüedades.- Trieste tiene el privilegio de ser el lugar donde nació la arqueología moderna. Aquí desarrolló buena parte de su carrera profesional Johann Joachim Winckelmann, considerado el padre de la nueva arqueología, cuando este lugar aún pertenecía a Austria. Una vieja villa del XVIII alberga el Museo de Antigüedades J.J. Winckelmann (Piazza della Catedrale, 1) donde se exponen una colección de restos locales y un pequeño maremágnum de piezas de todo el mundo. Es un museo modesto pero interesante de ver.

La maldición del Castillo de Miramare.- Visitar el Castillo de Miramare (Viale Miramare) es uno de los puntos culminantes de cualquier viaje a Trieste. Este castillo construido a mediados del siglo XIX es el fruto del capricho de un hombre que estaba llamado a escribir una de las páginas más curiosas de la historia universal. El Archiduque Maximiliano mandó a construir este palacio rodeado de jardines versallescos para que su mujer Carlota (una princesa belga) tuviera un lugar de retiro junto al mar. Faltaba algún tiempo para que Maximiliano aceptara ser emperador de México en una de las vueltas más rocambolescas de la Historia. El lugar es muy bonito de ver y guarda una curiosa colección de objetos del Segundo Imperio Mexicano, una extravagancia creada por Francia que murió cuando el propio Maximiliano murió fusilado a manos de sus nuevos súbditos (la aventura apenas duró cuatro años -1863-1867-). Pero es un lugar que carga con el sambenito de estar maldito. Los testimonios sobre fantasmas son incontables y se dice que todo aquel que reside aquí muere pronto y mal. El palacio está al norte de la ciudad y la mejor manera de llegar hasta aquí es en tren desde la Estación Central de Trieste (apenas diez minutos y unos tres euros por trayecto). También puedes llegar en bus desde la BusForFun Fermata (Largo Città di Santos) –Líneas G-21 y G-51-.

El Faro de la Victoria y una historia oscura.- A las afueras de la ciudad puedes ir a ver el llamado Faro de la Victoria (Str. del Friuli, 141), una atalaya construida en 1927 sobre los restos de una antigua fortaleza austríaca como símbolo de la victoria italiana y la conquista de la ciudad tras la Primera Guerra Mundial. El monumento es impresionante y las vistas que puedes disfrutar desde su terraza merecen mucho la pena. Pero este faro es también un símbolo que nos lleva a una época muy oscura de la historia. Tras la anexión de Trieste, Italia forzó la italianización de la ciudad y se expulsó a mucha población eslava. El fascismo fue mucho más allá. Aquí funcionó el único campo de concentración y exterminio en suelo italiano y la población judía fue diezmada y perseguida al igual que otras minorías y, por supuesto, la oposición democrática a Mussolini. Esto provocó que tras la Segunda Guerra Mundial, Trieste quedara bajo el mandato de la ONU con el estatus de Ciudad Internacional hasta 1954. En el barrio de Risiera di San Sabb puedes ver el viejo Campo de Concentración fascista (Via Giovanni Palatucci, 5) que se ha convertido en un museo y espacio para la recuperación de la memoria. Como nos sucedió en otros lugares similares, la vista a este lugar nos dejó un par de horas con muy mal cuerpo.
Fotos bajo Licencia CC: Stephen Colebourne; Luca Sartoni; stefano Merli; Vida Ficko; A.Currell; Chiara Marra
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