Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
¡Maldito Lespre!

La presidenta de Cantabria, María José Sáenz de Buruaga (PP), apoyó con su presencia hace unos días la Feria de la Caza, Pesca y Productos Agroalimentarios de Liébana, celebrada en Potes, y allí, aparte de felicitarse por el empoderamiento de la mujer cazadora, nueva rama del feminismo del siglo XXI que hunde sus raíces en el mito de Artemisa-Diana Cazadora, emitió el nuevo grito de guerra de las tribus cántabras: “¡Maldito Lespre!”.
La presidenta festejó de este modo en Potes la salida del lobo del “maldito Lespre” (Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial), logrando así cerrar una “etapa negra”. El Lespre, como su nombre indica, es un listado en el que, sobre la base de datos científicos, pueden quedar incluidas especies en vías de extinción, caso del lobo, con las restricciones que ello implica. Por la puerta de atrás, en la nueva Ley de Desperdicios, al lobo lo han sacado del Lespre y 41 ejemplares ya tienen cita con la batida de cazadores.
Más allá de los daños a la cabaña por el cánido, o la construcción de relatos por la derecha con la trinidad ya reiterativa de la España en peligro (okupa, MENA y lobo), sin olvidar la pugna por tierra, mar y aire contra el socialismo de Pedro Sánchez, hay fuerzas en liza en esta pugna, y las dos de ámbito económico.
El lobo puede suponer un problema para algunos ganaderos, pero el sector primario tiene problemas de muchísima mayor envergadura que no se levantan sobre cuatro patas, sino sobre dos, o sobre ninguna, y a los cuales no se les puede dar plomo porque responden a la lógica de los mercados.
Por un lado, el sector primario, que es un banco de votos a los que la derecha mima -PP y PRC- con especial esmero, tiene más lobos a los que no puede abatir: el despoblamiento y la falta de relevo generacional en las explotaciones; las grandes cadenas de distribución y los productos básicos como banderines de enganche para supermercados y grandes superficies; limitaciones de carácter medioambiental y biosanitario; el foco de las ayudas europeas que en los últimos años apunta a países de última incorporación; el cambio de los gustos y los hábitos de consumo de los españoles y las alertas sobre el consumo de carne roja...
Malditos intermediarios.
Malditos burócratas.
Malditos ecologistas.
La otra gran fuerza económica en liza es el turismo, la cesta en la que cada vez se ponen más huevos. Cantabria no corre gran riesgo de convertirse en un territorio de sacrificio en donde implantar aquello que nadie quiere, desde plantas de tratamiento de purines a vertederos nucleares pasando por aerogeneradores, pero sí que va convirtiéndose a velocidad de crucero en el patio de recreo favorito de propios y extraños: buen clima, espacios y animales salvajes que les muerden los shorts a turistas en castellanos. Convertir los espacios naturales en parques domesticados es la tendencia: naturaleza-boutique sin bichos ni baches.
Ni campanos ni campanas.
Domesticar la naturaleza para que no interfiera en la actividad económica, no solo del sector primario, supone reducir la exposición al peligro. El ocio ya no es una aventura, que por definición siempre supone un riesgo para la vida. El ocio es una experiencia gratificante y limpia, aséptica y asegurada.
Si de aquí a algunos años quedan osos, ciervos y lobos habrá que ir a verlos a parques construidos como Cabárceno o naturales como Picos de Europa. Fuera de allí, plomo.
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