Palabras Clave es el espacio de opinión, análisis y reflexión de eldiario.es Castilla-La Mancha, un punto de encuentro y participación colectiva.
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Los días de invierno aquí son anchos e inhóspitos, los más silenciosos del año. Introspección en la contemplación del paisaje. Mañanas frías abiertas al Oeste. La sierra de Gredos al Norte, las Villuercas al Sur. Los grajos rompen el silencio del cielo. Graznidos llenos de semillas, vuelos negros a media altura, y graznidos. Abajo cielos reflejados en el río embalsado.
La indiferencia de otras aves invernales a tu presencia, casi todas en los suelos rastreando pruritos de vida, inmutables a ti, invisible a ellas. Paseos al mediodía por el camino de arena. Dominas la pereza, parece que el mundo está en orden. Eres el monje de ti mismo, una congregación ya extinguida, donde tú eres el último. Al caminar sientes tu cuerpo, lo llevas encima como a un herido que apenas pesa. El frío bueno, arden tus manos, el frío bueno hace dormir los árboles.
Yo, uno, otro, nosotros, los otros, ellos, nos apropiamos de una palabra “venerada” la metemos tanto yo, la oprimimos en nuestra boca, la apretamos como un cojín o una almohada a la que nos abrazamos hasta ahogar la realidad. Así envenenamos o vaciamos la palabra “venerada”.
Uno es fascista cuando no cree que es fascista, basta escupir la palabra “venerada” contra una tapia o el suelo, y ya está. Ahí ya hay un fascista que no sabe que es un fascista. Nos tendría que arrancar de la boca el aire la palabra “venerada” Ayer conocí a un fascista. Orinábamos a la vez en los servicios de la estación, un poco antes de subirme al autobús de línea de Valdeverdeja. Desde aquí no oigo el mar, es imposible. Al Oeste, a unos cuatrocientos kilómetros río abajo llegas al mar.
Uno es fascista cuando no cree que es fascista
Pero un amigo, en una carta escrita a mano, me lo hace oír en sus palabras de “cobijo”. Cobijo, se ha cobijado allí. Hablamos a pesar de las distancias. Nos cobijamos en las palabras. La verdad es austera, y es hija de la naturaleza, va con los árboles y la vida. Cualquier rozamiento hace de ella un efecto erizo. Se cierra la boca de golpe, una boca erizada, boca de púas. El lenguaje tiene demasiadas palabras para cada cosa, también para negarlas. Debemos entonces sacrificarlas, matar a gran parte de las palabras. Eso, o matar el lenguaje. La maldad es sobre todo hija del lenguaje.
De noche vino tinto e introversión. Sobre el vino. Tener una continuidad, una larga relación y, a través de él, una comunión constante con la vida. Al teléfono me contaron una breve historia. La historia de una vida. Al despedirse de la vida en un hospital, él estaba tomando la última copa de vino, la ligera ebriedad del sol. En la última sedación paliativa, el vino era uno de tantos componentes.
Aquella joven doctora lo había autorizado en el hospital. La agonía ha sido reemplazada por el adormecimiento en una sedación paliativa. La muerte ha sido desplazada, a su umbral oscuro. Se le pide que espere junto a la puerta. También ha desaparecido de la poesía.
Inspiración, aspiración. Inhalaba hasta el henchimiento. No creyó nunca en esa mujer llamada “Muse” Le resultaba extraño sumergir la mano para escribir, incluso ahí, ahogada, solo sentía la mano, y el miedo a que ella, fête de mains, se la comiera.
Amo tantas cosas que son inseguras, que apenas existen, y para ello debo existir más, compensarlas con una mayor existencia: con esta mano quemada, enyesada lo escribo desde él. Soy mi propia escritura, esa es mi identidad.
Digo que me llamo Erial, y para confundirles, a los que se acercan por primera vez con semillas “negras” les digo, mi nombre es Ödland, pero las mujeres me llaman Yermo o terré friche.
“¿Existe aún la cultura occidental? Sólo merece la pena solidarizarse con Moritz Schlick” Imre Kertész
En la pintura de Magritte todo está quieto, en “El castillo de los Pirineos”, la gran roca que sostiene el castillo flota sobre el mar. Inquietante.
Lo que se cura así mismo, por una suerte de armonía, a la que aún no hemos encontrado una palabra. Si fuéramos a la busca de la palabra, incurriríamos posiblemente en el final del fenómeno. Tampoco sabemos cómo se llama la enfermedad.
Asco, cosa, las casó en ocas.
Le quito el rabo a las palabras, im-púdico, im-probable, in-ocuo. A la vez inventaba todos los días una palabra que mantenía en reserva, hasta que adquirían su verdadero significado.
El aire encauzado entre dos muros muy altos sale con más fuerza de la que entró. El agua también coge velocidad al canalizarla.
Lo satinaba todo, lo pulía hasta que brillaba incluso de noche. Lo satinaba porque de todo sentía asco. Se prohibió a sí mismo escribir con las manos.
El poema breve actúa de pasadizo entre la vida y la muerte. Se deja callado todo aquello que ya vemos.
Il fratello me envía textos a los que llama islas fluviales. Nada más cambiante en los lechos arenosos de un rio que estás pequeñas islas, a las que no se debe poner nombre. Aparecen y desaparecen después de cada riada. Il mio fratello los reescribe, o los quema, en sus crecidas de ánimo.
Aún sigue poniendo nombre a aquellos lugares que conoce demasiado bien. Se sirve de toda su fuerza poética para destruirlos. Algunos ejemplos: Puente macho, Paisaje de los drones, Descampado de las vírgenes, Casamatas del prado, o Prado del Arca. Finca de las fuentes humeantes.
Tengo que amar a los que él y ella amaron tanto, por refracción o delegación. El odio, dice él, te llega por deyección.
Uno al que le salieron malas hierbas de la boca.
Desaladoras de maldad.
Entre construir y crear buscaba lo que está fuera de eso mismo.
Se siente raro escribiendo estos artículos, cuando no lo hace se ve como un diletante.
Entre el apunte y el diario otra escritura, sin referencias. Escritura necesariamente nocturna, en el momento en el que el árbol cambia de respiración y consume tus sueños.
Escritura necesariamente nocturna, en el momento en el que el árbol cambia de respiración y consume tus sueños.
Sigue la ruta marcada con la esperanza de que más allá falten las señales y las indicaciones. Hay tantas huellas y rastros de otros, que finalmente se pierde. Es a partir de ahí que comienza su verdadera felicidad. Baja el ritmo y se deja llevar por sus propios ojos. Así quería que se sintieran los que leían sus libros. Perdidos. Estaban todos, pero demasiado juntos para oír bien lo que se decían. Quería verlos más separados, distanciados. Ya no podrían hablar todos a la vez. El que se dirige a uno se dirige a todos. Comienza la escucha. Después vuelve al camino.
Movimientos de desesperación. Hay un lenguaje del desesperado en la red, un lenguaje convulso. No sé porque siempre aparece un hombre atrapado en una red suspendida, embolsado y moviéndose como un bicho. Oigo la letanía repetitiva y los balbuceos de ese hombre desesperado. Grandes redes de arrastre recién salidas de las aguas, y entre miles de peces de plata brillando, algunos hombres intentando zafarse.
La mentira se ha vuelto verdad. El gramaje es importante, la red no debe ser muy fina. La luz con la que se proyecta la malla es fuerte, demasiado. La mentira se proyecta a través de una verdad usurpada. La luz es la tuya. Desgraciadamente regresan los hombres de fe. Me tenía que remontar, no sé adónde, y en qué tiempo, para encontrar de nuevo a un reparador de redes de pesca. Un hombre enjuto, abrasado por los aires del mar, tirado en el suelo mientras repara las líneas de una inmensa red.
¿Dónde fue la última vez que vi al reparador de redes? ¿En los tinglados de los muelles del puerto de Peniche? ¿En la isla de Poros? Redes. También las vi extendidas y tensas en el aire, ancladas entre dos árboles, apenas visibles para las aves, y otros seres que vuelan. Redes para pájaros. El ornitólogo se acerca, los desenreda con cuidado y comienza su labor de taxonomía, la medición de las alas, la clasificación y el anillado. ¿Te sientes apresado en la malla? ¿Sientes que tu voz ha sido apresada, y ya no consigues salir?
Enredarse, uno se enreda fácilmente en la red. El atrapado se agita dentro de la malla como un bicho kafkiano o un animal desprovisto. Los movimientos del desesperado son los de una marioneta cuyos hilos mueve un niño torpe. Enredarse, movimientos de desesperación: hay un lenguaje del desesperado en la red, un lenguaje convulso.
Al teléfono le pregunté por la lluvia, le pedía detalles de como era la lluvia allí en estos días. Extrañada comenzó a hablar muy despacio de manera suave. Así llovía allí, igual que hablaba, de manera lenta y sosegada empapando la tierra, colmándola, como su conversación larga y tranquila. Nos entró sueño hablando por teléfono. Solo quería preguntarle por la lluvia, por aquella lluvia de sabor dulce.
Solo quería preguntarle por la lluvia, por aquella lluvia de sabor dulce.
Durante un paseo un mastín me salió al paso y tuve miedo, no dejaba de ladrar a unos metros de mí. No era esa la muerte que quería, la muerte dada por un perro. De haber sido así, un accidente le hubiera usurpado al destino su papel. Habría resultado más heroico “a boca de lobos”. Pero los lobos huían de mí, huían de todos nosotros. Había otras muertes, o maneras más propicias de estar cerca de la muerte. Tu miedo a los grandes ríos, a los ríos turbios, con relación a la alegría de estar a la orilla de los pequeños ríos de aguas transparentes y limpias. Nunca salvaría a nado una de esas grandes y turbias corrientes de agua.
Der Tod ist in Maister aus Deutschland, sein Auge ist blau. Iron Man levantaba el brazo a la manera de Goebbels, un rígido brazo de madera ya carcomida: el Dios de los perros, o el semidios del aire le condenan a repetir hasta el final de sus días los versos de Paul Celan, 'La muerte es un maestro de Alemania, su ojo es azul' hasta quemarse, hasta autodestruirse como una vieja máquina ya muy trabajada.
Un amigo no soporta ya los sonidos del mar, se abotarga su cerebro junto al mar. Huye tierra adentro, se adentra. Va inaugurando un camino lo más recto posible hacia Aldeanovita, ya un lugar imaginario, pero inimaginable, y como existe realmente, lo destruye solo para él.
Como ayudan los ratos de sol en invierno. Se calienta uno junto a las tapias blancas.
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