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Investigan en Álava un nuevo fraude arqueológico con grandes similitudes a las piezas romanas de Iruña-Veleia

Un grafito del yacimiento de Las Ermitas con la inscripción 'Cesar'

Iker Rioja Andueza

Vitoria —
25 de marzo de 2025 18:11 h

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El 19 de marzo de este año un equipo de arqueólogos encontró entre material almacenado dos grafitos presuntamente romanos procedentes del yacimiento de Las Ermitas, a las afueras de Espejo, en Álava. En uno ponía “Cesar”. En otro, “Neron”. Desde el principio se apreciaron “claros indicios de manipulación”. Nadie en latín escribiría así esos nombres, ya que son “Caesar” y “Nero” incluso para los no avanzados. Lo llamativo es que era material almacenado por la empresa Lurmen, en su momento encabezada por Eliseo Gil. Las piezas guardan una enorme semejanza con las que fueron halladas en el yacimiento de Iruña-Veleia, el más relevante de Álava. Una larga investigación y un juicio acreditaron que allí se habían falsificado decenas de grafitos. El Gobierno vasco y la Diputación de Álava han presentado ya una denuncia conjunta ante la Ertzaintza.

¿Cómo han aparecido ahora? El Gobierno vasco y el museo Bibat -de arqueología y naipes de Álava- estaban revisando grafitos procedentes de “contextos rurales” y “tardorromanos”. Solamente en esta provincia hay del orden de 3.000 yacimientos. Los arqueólogos Javier Niso y Miguel Loza, de la empresa Iterbide, son los que han revisado los materiales para el estudio. Recogían todas las piezas de cada lugar para catalogarlas y fotografriarlas. Una parte del material de Espejo estaba guardado en las instalaciones de Lurmen. Hasta ahora no había sido revisado. Y la pasada semana aparecieron las piezas ahora bajo sospecha. No es solamente el texto sino, nuevamente, que la grafía “no parece antigua”. Y que las inscripciones están perfectamente centradas. Normalmente, las piezas antiguas se rompen y parten textos o dibujos. La otra configuración remite claramente a que se ha operado sobre ellas una vez rotas.

Este lunes se ha presentado la denuncia. Que el Gobierno vasco y la Diputación de Álava operen de la mano es significativo. En un comunicado compartido han calificado el hallazgo de “mala noticia” porque implica una “mala praxis”. No es tanto el volumen del material dañado sino el “daño reputacional”. Iruña-Veleia aún busca reponerse del mazazo de las falsificaciones acreditadas, por ejemplo. Toca hacer “pedagogía” de la “importancia del respeto” al patrimonio, alegan las instituciones.

¿De dónde proceden las piezas? “El yacimiento de Las Ermitas se encuentra al suroeste de la provincia de Álava, en las afueras de la actual localidad de Espejo, perteneciente al municipio de Valdegovía. Este asentamiento se sitúa a orillas del río Omecillo, que vierte sus aguas al río Ebro que transcurre a escasos 6 km”, explican estos dos arqueólogos y otros en un informe sobre unas vasijas localizadas allí.

El precedente de Iruña-Veleia

El asunto remite inevitablemente al precedente de Iruña-Veleia. Fue una importante ciudad romana, emplazada cerca de la actual Iruña de Oca, a escasos kilómetros de Vitoria. Su yacimiento es verdaderamente importante, pero alguien quiso hacer de aquello la Pompeya vasca. Hace ya más de quince años la Diputación, titular del complejo, denunció que los hallazgos “excepcionales” que no paraban de salir bajo la tierra no eran tales. Se pretendió colocar en Iruña-Veleia una primera representación mundial de la última cena de Jesucristo, por ejemplo, para convertirla en cuna de la cristiandad. O jeroglíficos egipcios. Y, desde luego, se quiso mostrar que era un punto de origen del euskera.

La investigación y el juicio acreditaron que las inscripciones se hicieron sobre piezas originales pero que no eran de aquella época tardorromana. Se encontraron, por ejemplo, aleaciones metálicas recientes en los surcos. Además, lingüísticamente había errores muy similares al “Cesar” y “Neron” actuales. Se empleaba la palabra “Cuore” del italiano, una lengua inexistente. En el caso del latín, había también un “Eneas” y no un “Aeneas”, por ejemplo. Expertos de muy diferentes materias nunca acreditaron los descubrimientos. Con todo, se generó todo un movimiento de denuncia de que aquello fue una conspiración para sepultar grandes hallazgos y que, en parte, se mantiene hasta la actualidad.

Finalmente, en 2020 se celebró el juicio. Hubo una sentencia que acreditó el fraude. Ahora bien, las penas fueron mínimas por las dilaciones indebidas de la Justicia. Gil fue condenado por falsedad documental del patrimonio histórico-cultural y también por estafa. No entró en prisión. Abonó solamente 72 euros de multa, dos euros por el daño hecho a cada una de las 36 piezas arqueológicas falsas. La Diputación, apoyándose en una estimación de la dirección de Patrimonio Cultural del Gobierno vasco, solicitaba que fuesen 600 por cada una de ellas. En paralelo, con su socio Rubén Cerdán tuvieron que pagar 12.500 euros por hacer informes 'ad hoc' para legitimar los hallazgos que iban a cambiar la historia del euskera y del cristianismo. Un tercer acusado, Óscar Escribano, llegó a un acuerdo antes del juicio y confesó haber falsificado a modo de “broma” una inscripción con un punzón.

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