Los ocho discos que ayudaron a Grande Amore a llenar de distorsión su nuevo trabajo, en el que colabora Nacho Vegas

De entrada, un acople. No se prolonga, pero sirve de aviso. En el tercer disco de Grande Amore manda la distorsión. Acelerada, por momentos estridente, la producen guitarras como no la habían producido en sus dos trabajos anteriores. “Queríamos reflejar en el estudio el sonido de los directos desde que se incorporó Clara [Redondo] como guitarrista”, aduce Nuno Pico (O Valadouro, Lugo, 1995), compositor, cantante e inventor de Grande Amore. Lo que no cambia son la batería programada a modo de caja de ritmos, ni el bajo secuenciado, ni la lírica existencialista en tiempos peligrosos. En III (Ernie Records), Grande Amore dan sobre todo un paso sónico al frente, de eso no cabe duda. La nota promocional habla de “un pogo a perpetuidad”, Nuno de un lugar intermedio entre “lo orgánico y lo electrónico”. Y punk, siempre punk, no (solo) como estilo sino como actitud.
“La idea era hacer un disco ruidoso, no abusar de la corrección, no tocar el pitch”, se extiende Nuno en conversación con elDiario.es, “además, el ruido en las guitarras también sirve para disimular nuestras imperfecciones como intérpretes. No tenemos tremendas dotes”. Las lecciones fundamentales del punk, efectivamente: igualitarismo, hazlo tú mismo, el núcleo es la verdad de la expresión, no pulir las aristas. Pero si el objetivo era reproducir el estruendo de la banda en vivo -además de Nuno y Redondo, mariagrep a los teclados y sámpler-, no salió del todo bien. Lo confiesa, entre risas, el propio Nuno: “La producción de Jacobo Naya quedó tan guay que no se parece en nada a lo que hacíamos en concierto. ¡Ahora tenemos que volver a ensayar para tocar este disco en vivo!”.
La mutación respecto a II (Ernie Records, 2023), producido por Carlangas, salta al oído. “Aquel era un disco más pelado, electrónico”, recuerda, “una persona en las redes sociales hizo un comentario que me pareció muy exacto: antes éramos un grupo de electrónica con referencia en el rock y ahora al revés”. La evolución sonora responde en todo caso a los propios intereses de Nuno, autor de todas las canciones. Del italo disco que le apasionaba cuando Grande Amore debutó en 2019 a la dieta de doom rock, noise, industrial o punk metalizado que practican sus referencias para este III. En el que, por cierto, colabora Nacho Vegas -Ti máis eu- y hace una versión de Los Suaves -la mítica Maldita sea mi suerte.
Lo que no ha cambiado, así lo admite el músico, es su personalísima escritura. Autocrítica y atormentada pero divertida y lúcida, noctámbula y existencialista, no pocas de sus canciones han acabado convertidas en himnos underground y, tal y como prescribe la nota promocional de III, propulsores del irrefrenable pogo que se adueña del público durante sus actuaciones. “Siempre me ha atraído la gente que escribe oscuro. Lo anómalo fue cuando hice letras sobre un loco fin de semana”, dice. Se te volvo a ver, heavy techno como si una melodía de los primeros Iron Maiden se cruzase con DFA, serviría como resumen de su poética: “Son mellor persoa / se vivo namorado / fixen cousas malas / pero non son malo”.
Nuno Pico ha elegido para elDiario.es los ocho discos de otros artistas que sintetizan el viaje de III y aclaran algunos de sus misterios. “Siempre mola más hablar de la música de los demás que de la de uno mismo”, considera.

Motörhead – The Lost Tapes Vol. 4 (Live in Heilbronn 1984)
No es la formación clásica del trío inglés que acorazó el rock punk y lo motopropulsó, pero sigue siendo Motörhead. “Cuando descubrí a esta banda, no me gustó por las mismas razones por las que ahora sí me gusta”, explica: la velocidad, el rock&roll extremo, la voz cazallosa de Lemmy Kilmister. A mediados de los 80, Motörhead ya habían registrado casi todos sus discos canónicos -Overkill, Bomber, Ace of spades- y su repertorio en directo era imbatible. En 1982 abandonó Philip Clarke y por la formación desfilaron otros guitarristas. “Me encanta esa época de los 80, distorsionados, con esa batería ecualizada casi como una caja de ritmos”, resume. Y apurados, apuradísimos, como los propios Grande Amore.

Throbbing Gristle – The First Annual Report (1975)
“Es el equilibrio perfecto entre el avantgarde y un delincuente haciendo ruido”, acierta a describirlos. El legendario colectivo inglés, investigadores de la disonancia y pioneros del territorio ignoto donde se cruza la electrónica con los sonidos industriales, atrajo la atención de Nuno cuando, después de años inactivo, se reunió ya en el siglo XXI. “Los descubrí entonces y seguían siendo incómodos”, afirma, “desde entonces siempre los he tenido como referentes pero, claro, nunca consigues ponerte a su altura. Son genuinos, puros”. Agresivos y sutiles al mismo tiempo, añade, con una sensación de peligro real, como quién habla de un espejo para el alma de su propio proyecto. Throbbing Gristle registraron The First Annual Report en 1975 pero no salió a la luz hasta 1987. El grupo prefirió debutar en 1977 con The Second Annual Report.

Venom – Black Metal (1982)
No muchas bandas pueden presumir de haber bautizado un (sub)género musical. Los ingleses Venom sí: lo hicieron con su segundo elepé, Black Metal. “Fue el disco que más citamos en el estudio para definir los timbres”, explica, “aunque un metalero puede alucinar si escucha Grande Amore después de que digamos que nos mola Venom [ríe]”. Pero la conexión existe, sin duda. La música de Venom resultaría indescifrable sin el punk. A Grande Amore le sucede lo mismo. “Ellos decían que querían hacer un disco de Iron Maiden pero no tenían dinero para hacerlo”, recuerda Nuno. El caso es que Black Metal influyó en la especie musical que adoptó esa etiqueta y sin embargo su propuesta era más cruda, veloz, y supuso una de las piedras fundacionales del metal extremo entonces por venir.

My Bloody Valentine – Loveless (1991)
El clásico del shoegaze por excelencia, orfebrería noise y forma pop, construido a base de capas y capas de guitarras distorsionadas, es también ejemplo para Nuno Pico de cómo construir una canción. “Me enseñó a valorar los temas por el resultado final, por todos los elementos simultáneamente, y no por cada uno por separado”, dice, “es una banda más melódica que la nuestra, pero aprendemos de ella a canalizar la masa sónica”. Atmosférico e impresionista, el además intenso segundo de los tres discos largos de los ingleses My Bloody Valentine prácticamente inventó una escena y aunque marco a decenas de bandas posteriores, permanece como difícilmente imitable.

Spacemen 3 – Playing With Fire (1989)
La compañera del productor de III trabaja en Oso Polita, la discográfica que publica los discos de Nacho Vegas. “Ensayábamos Ti máis eu y ella comentó que la canción le pegaría a Vegas. '¿Te importa que se lo comente', me dijo. Yo respondía: 'Sí, y cuando te diga que no, miénteme”, relata Nuno divertido. Pero Nacho Vegas dijo que sí y entre ambos firman una miniatura distorsionada y narcótica en la que comparece la sombra de Spacemen 3. “Reconozco que es un caldo extraño el que reúne a Venom y Spacemen 3”, ríe, “el caso es que Spacemen 3 es una de las bandas que mejor recogen el testigo de la Velvet Underground, el ruido y la melodía, la distorsión y lo naíf”. La banda inglesa sacó cuatro discos entre 1986 y 1991, Playing With Fire es el tercero y una de sus cumbres, y de la separación de sus dos cerebros, Peter Kember y Jason Pierce, surgieron Sonic Boom o Spiritualized.

Black Sabbath – Black Sabbath (1970)
Surgidos de la clase obrera de una de las ciudades obreras por excelencia en Reino Unido, Birmingham, a Black Sabbath se les atribuye casi en solitario la germinación del heavy metal. Pero su sonido oscuro, denso y demorado, con uno de los trabajos de guitarra más originales de la historia de la música pop -Tommy Iommi-, va mucho más allá: lo reivindican propuestas vanguardistas y prácticamente en solitario ha provocado subgéneros como el doom o el stoner. “Black Sabbath es como el picante. A todo a lo que le echas picante le queda bien”, asegura Nuno, a quien le parece “incomprensible”, inconcebible, que “cuatro seres humanos como los demás” fuesen capaces de crear los seis primeros discos de la banda, todos con Ozzy Osbourne como cantante. El primero, homónimo, contiene ya el núcleo de todo lo que alcanzarían después los ingleses.

Discharge – Hear Nothing See Nothing Say Nothing (1982)
El punk más allá del punk condujo a propuestas como la desplegada por Discharge, una suerte de hardcore gótico cuya huella se extiende por el trash metal, el grindcore o el crust, géneros todos ellos extremos, ruidosos y acelerados. “Venían de la tradición punk, es cierto, pero fueron muy influyentes en el metal extremo”, señala, “consiguieron una energía única en la historia de la música”. Politizados, anarquistas, pacifistas, algunos críticos sitúan Hear Nothing See Nothing Say Nothnig a la altura de tótems del punk y el hardcore como los debuts de Black Flag o Dead Kennedys. “Se quedaron en un punto raro con esas atmósferas extrañas y esos timbres de casi rock gótico”, dice Nuno.

Patti Smith – Horses (1975)
“No me puedo desprender de ese chico pretencioso que era y que sigo siendo”, confiesa, entre risas, Nuno Pico, “para bien y para mal”. El primer disco de Patti Smith lo marcó: “Ese toque art punk se notará en todo lo que haga siempre, aunque sean rancheras house”. Horses no lo eran, rancheras house, sino rock de lírica punk y una visceralidad entonces inaudita, escrito e interpretado por una mujer, no lo más habitual en la escena neoyorquina de los 70. “Sigo haciendo las canciones muy a partir de la letra”, se extiende, “y en eso enlazo con los músicos que descubrí de adolescente, Patti Smith, Bob Dylan...”.
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