Utopías 2: Se va a enterar

9 de febrero de 2025 20:36 h

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Estamos tan asustados que repetimos todos los días lo mismo con respecto a ese señor que vive al otro lado del océano y que abre la boca solo para eructar. 

Yo le voy a hacer caso a mi abuela cuando decía: «en este mundo, hija, no hay mayor desprecio que no hacer aprecio». Y es que en mi familia hemos sido muy refraneros.

El caso es que a mí me gusta la información. La defiendo apasionadamente y sigo tanto los hechos, como las consecuencias que puedan traer esos hechos. Precisamente por esa defensa a ultranza de la información sigo la actualidad y me detengo en las explicaciones fundadas de qué puede suceder con esta medida, con aquella otra… Y ahí me quedo. No opino en público porque no tengo la formación suficiente como para hacerlo. Ya lo hacen, y muy bien por cierto, los economistas, historiadores, geopolíticos y cuántos periodistas y otros profesionales saben que de tal actuación se derivará tal consecuencia.

En conclusión, para repetir las palabras más fuertes de nuestro idioma que otros han utilizado antes que yo y no aportar nada nuevo, me callo y cuando me toque actuar allí estaré: en las protestas, en las cadenas humanas, las manifestaciones… Si se convocaron y las secundé hace años cuando buscábamos armas químicas en Irak y no encontramos ninguna, ¿por qué no las voy a apoyar ahora cuando me convoquen para expresar mi repulsa hacia el innombrable que vive al otro lado del océano y quiere complicarnos la vida a todos?.

Por cierto, espero y deseo que se den prisa. Me lo pide el cuerpo y el cerebro. Mientras tanto yo a lo mío. A mis clases, mis lecturas, mi ejercicio físico, mis películas, mis aportaciones económicas a ONG como Amnistía Internacional y Trabajo y Dignidad y mi solidaridad práctica con aquellas familias que pasan por peor situación económica que la mía. 

Ahora, el día que me convoquen y los sucesivos, (espero que haya más de uno), me van a oír, van a conocer este chorro de voz que tengo. Y si no, al tiempo.

Frente a tantos exabrupto,s qué gusto la gala de los Goya del 8 de febrero.

Cuántas mujeres en el mundo del cine. Mujeres desconocidas: montadoras, productoras, realizadoras, maquilladoras algunas consiguieron el premio. Otras fueron finalistas que no es poco. Cuántos discursos de hombres y mujeres en pro de la igualdad, de la paz, de la educación, del esfuerzo personal y familiar, del agradecimiento a las madres y padres. Quienes vimos la gala tendríamos que estar agradecidas a la gente del mundo del cine. No solo nos hacen disfrutar con el resultado de su trabajo, también nos enseñan y nos ayudan a pensar. Títulos como «El 47», nos vuelven más humanas, nos muestran el valor de lo colectivo. Nos olvidamos de todo y entramos en la pantalla. Somos actores y actrices, estamos con ellos. Y otros títulos: «la infiltrada». ¿Se imaginan?. Hace falta ser valiente para meterse en la boca del lobo, como esa mujer hizo. El personaje será ficticio, pero la dirección y la interpretación son reales. «La virgen roja», otra película para pensar en la educación de los hijos, en los efectos contrarios al ordeno y mando, en como la libertad individual gana al control férreo de una madre. 

En cuanto a Richard Gere, fue un deleite escucharle. Una satisfacción oír todo aquello que a una le gustaría oír a todas las horas, en vez de esos montones de disparates que tenemos que soportar todos los días. 

Dejo la gala de los Goya porque quiero referirme a otra noticia que me alegra y mucho. Ha sido el movimiento vecinal y asociativo el que ha impedido el desahucio de un profesor en la casa Orsola de Barcelona y es que la «unidad hace la fuerza», (ya conocen mi debilidad por los refranes) y cuando además de unidos, nos levantemos del sofá y le digamos a aquel señor: ¿ah, sí?, pues te vas a enterar, ahora sí que vas a saber «lo que vale un peine».

Y en ese momento, se enterará, ya lo creo que se enterará.

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