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Una exposición que habla del Madrid bohemio desde sus espacios, sus actores colectivos y el compromiso político

Eduardo Chicharro. Tejados de Madrid. 1899

Somos Malasaña

6 de abril de 2025 15:00 h

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El cuadro elegido para representar en su cartel Madrid, ¡Viva la Bohemia! Los bajos fondos de la vida literaria es Tejados de Madrid, del pintor Eduardo Chicharro. La elección del paisaje de buhardillas sintetiza bien el espíritu de la exposición, que se puede visitar en el Museo de Historia de Madrid hasta el próximo mes de junio: no son los bohemios, es su geografía.

La selección es sobre todo pictórica, con una buena colección de lienzos de las últimas décadas del XIX y principios del XX que ponen delante del visitante los espacios y los actores colectivos antes que las habituales singularidades bohemias. Y como en el párrafo anterior, el cuadro elegido para el cartel es un buen ejemplo de lo que el público menos iniciado encontrará: autores no tan obvios o rarezas de autores consagrados, como el primer Picasso.

Cuando uno imagina a ciegas una selección para una exposición sobre lo bohemio inmediatamente le vienen a la cabeza los Gutiérrez Solana o Ricardo Baroja (que están) pero la muestra nos invita también a conocer la obra de otros artistas. El montaje se completa con dibujos, estampas, carteles, fotografías, películas, libros y periódicos de época.

La muestra, envuelta de forma premeditada en un ambiente oscuro, de azules nocturnos, comienza con la influencia de París a mediados del siglo XIX. Es bien conocido: la bohemia nació en las calles viejas de la capital francesa y fue nombrada por el novelista Henry Murger. Vemos paisajes parisinos, que incluyen el oropel y el cabaret; la luz y la macilenta atmósfera densa del París popular. Con cuadros de Anglada Camarasa, Ramón Casas o Madrazo, entre otros.

De ahí, viajamos al Madrid de mediados del XIX, al nacimiento de los cafés, a la primera gereración de bohemios y a las barricadas del verano revoltoso de 1854. Continúa el recorrido con la generación bohemia comprometida socialmente, cercana a los postulados socialistas y anarquistas. La exposición no se ceba en el consabido pintoresquismo bohemio una y mil veces sacado a pasear desde las páginas de González Ruano, y se agradece. Destacan cuadros de gran formato como Tienda-asilo de Mateo Silvela y Caso o La familia del anarquista el día de la ejecución, de Manuel Benedito y Vives.

La exposición dedica un tiempo propio a los espacios bohemios, que da cuenta de la importancia que la ciudad en crecimiento ocupa dentro de la obra de escritores y artistas plásticos del momento. Las representaciones de los habitantes de los bajos fondos (que en Madrid estaban a unos metros de la Puerta del Sol, ahora iluminada como muestra un audiovisual) no escapan del estigma lombrosiano, la mirada prejuiciosa de la época, bien representada en las figuras de rostro anguloso de Gutierrez-Solana. Y acaba, ya en los años veinte, como hubieran empezado otras: con Luces de Bohemia y Valle Inclán, la relación del esperpento con Goya o el estereotipo.

Madrid, ¡Viva la Bohemia! Los bajos fondos de la vida literaria está comisariada por el historiador y gestor cultural Alberto Martín Márquez, que ha conseguido unidad en la diversidad de materiales expuestos; iluminar con dignidad espacios a menudo denostados. Una visita sustanciosa.

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