La desconocida odisea de mineros en defensa de la República en León: en La Bañeza hacen baile y se unen milicianos

La Bañeza, celebración del 1.º de Mayo de 1936. Algunos de aquellos jóvenes se sumarían a los mineros en julio.

En la entrega anterior hemos dejado a los expedicionarios partiendo de León y retomando su camino y su misión de defender la República en Madrid, sin saber que en la capital leonesa les han engañado con el armamento recibido.

Sobre las siete de la tarde del domingo 19 de julio parte de los mineros asturianos y de los leoneses que los acompañan siguieron una ruta que los llevaría a transitar, unos en los vagones del tren y otros en camiones y autobuses, por Astorga y La Bañeza, antes de recalar también en Benavente (Zamora). A La Bañeza pudieron encaminarse directamente algunos camiones.

A los responsables de las columnas les habrían prometido entregarles otra remesa de fusiles en el astorgano Cuartel de Santocildes, aunque preguntado su comandante Elías Gallegos Muro en la mañana de aquel día por el general Gómez-Caminero, antes de partir para León, le había respondido que no contaba con ninguno disponible.

Comienzan los reveses

Algunos otros expedicionarios se dirigieron hacia Palencia, y en sus llanos serían ametrallados sin compasión por la artillería y los aeroplanos rebeldes. “Al llegar a aquella capital, o en sus proximidades, sorprendidos, fueron desarmados y apresados apenas sin lucha” -afirmará un par de años más tarde el general Rafael Latorre Roca- de manera que el cuarenta por ciento de los asturianos venidos a Castilla no retornarían a su tierra -señalará Alfonso Camín en 1938-. Y añadiendo aún más confusión a aquel episodio ya impreciso, se dirá en 1940 que “el tren, recibido a cañonazos en las inmediaciones de Valladolid, hubo de volver a León, donde los mineros fueron disueltos y apresados”.

Contribuye a la imprecisión el diferente significado que las diversas fuentes dan a los términos convoy, tren y columna, y apuntan las antes citadas que la mayor parte de los milicianos se habrían encaminado desde León hacia Madrid por Benavente, en camiones y en dos trenes, el más largo de los dos llegados de Asturias y el que aquí se dispuso. Lo harían de modo directo parte de los camiones, y a través de Astorga los restantes y los trenes. Rodaban ambos trenes por la línea férrea del Norte primero y luego por la del Oeste que enlaza con aquella en la ciudad maragata.

Los expedicionarios emprendieron este recorrido una vez que supierenlazaon que Valladolid ya era sedicioso, variando tal vez por ello el plan ordenado en el telegrama del ministro de la Guerra de marchar sobre aquella ciudad y las de Zamora, Salamanca y Palencia. A ello pudiera responder la recogida de los adelantados -por ferrocarril y/o carretera- a Santas Martas y a otros lugares en dirección a tales objetivos.

Siguiendo en parte lo dispuesto en la orden recibida del Gobierno, mientras el grueso de la expedición se dirigía a Benavente -o algo antes, según afirma alguna fuente pocos años después-, hacia Madrid continuó, por Palencia y Valladolid, una pequeña columna formada por algunos camiones y el tren corto de los dos venidos a León por la mañana, “para controlar este flanco y mantener a los otros informados de lo que allí sucede, pues las noticias de que aquellas ciudades se han alzado no están del todo confirmadas”. Sobre este reducido convoy se cerniría el primero de los desastres que esperaban a la expedición minera.

Se refería el general Latorre en su aserto a todos los integrantes de la expedición, y extraña que quien fuera gobernador militar de Asturias de octubre de 1937 a diciembre de 1938 desconozca los detalles y particularidades de los diversos destinos de unos y otros miembros de la misma.

“Destrozaron el tren, resultando muchos mineros muertos y heridos”

Por otra parte, a finales de agosto de 1936 se acusa a Gabriel Rodríguez López, presidente del Sindicato de Obreros del Volante de León, afecto a la UGT, de “haber obligado el 19 de julio de 1936 a un chófer a salir para Palencia o Valladolid conduciendo fuerzas de los mineros para combatir a los patriotas”, lo que acreditaría aquel desplazamiento. Además, se escribía en 1937 que “a las dos de la madrugada del domingo 19 de julio (para el lunes 20) se supo en Valladolid que allí se dirigía un tren con numerosos mineros en ayuda de los marxistas de esta capital, saliendo rápidamente a cortarle el paso dos baterías del vallisoletano Regimiento de Artillería Ligera 14, que destrozaron el tren, resultando muchos mineros muertos y heridos”.

En Astorga algunos testimonios aluden a haber visto pasar el día 20 por allí “vagones ametrallados y mineros heridos”, quizá restos de la pequeña columna desplazada a Palencia y Valladolid, parece que muy mermada y de la que poco más se supo luego. También se refieren otros a grupos de mineros enviados hacia aquellas ciudades que terminaron masacrados en el camino. Posiblemente se desbandaran los supervivientes hacia Cistierna y Sabero, al igual que se replegarían al poco los derrotados resistentes leoneses a La Robla. 

En las fuentes que en La Bañeza se refieren al paso por allí de los mineros se afirmará haberlo hecho “varios convoyes ferroviarios”, mientras en Astorga y Benavente se hablará de un solo tren. José Otero Roces, por su parte, a sus 90 años recordaba: “Anduvimos rodando por León; siete horas dando vueltas. Más tarde nos llegó la noticia de que se había sublevado Valladolid y nos echaron por Astorga en dirección a Benavente”.

El 19 de julio en La Bañeza: baile asturiano

Durante la mañana del domingo 19 no se debió de alterar mucho la vida de los vecinos bañezanos. No se perturbó, al parecer, la rutina dominical de Manuel Chamorro Coomonte (natural de Villafer, de 25 años, soltero), quien dice el 14 de agosto en su declaración que prestó entonces sus servicios en la peluquería de su patrón, Manuel Casas Concejo (apodado 'Putica', que contaba 34 años), y que huyó cuando llegaron los mineros asturianos, sin duda el gran acontecimiento de la jornada, aunque al apreciar que venían pacíficamente siguió paseando por la Plaza, sin acompañarlos.

Aquellos días estaban en La Bañeza unos titiriteros con orquestina que representaban en la Plaza Mayor sesiones de marionetas para los niños, a los que divertía además el payaso que llamaban 'Carajaula'. Eran parte del pequeño Circo Diane, llegado a mediados del mes y deshecho luego por desavenencias surgidas aquí. También algunos feriantes, de los que venían con frecuencia por la localidad, tenían instaladas una atracción infantil de caballitos y otra de barcas oscilantes en la Plaza de Romero Robledo, de las que disfrutaban quienes eran algo más mayores. 

A las diez de la noche del 19 de julio llegaba a la ciudad una columna de mineros asturianos, la misma que había salido de León por la tarde y pasaba luego por Astorga, que viajan en varios convoyes ferroviarios y en camiones (25, según El Adelanto. Los desplazados acampaban en automóviles en la Plaza Mayor y en las calles adyacentes, “armándose allí un gran revuelo, pues todo el mundo corría y muchos se dirigen a las panaderías en busca de pan con el que alimentarlos”. Los venidos en ferrocarril se despliegan en torno a la estación del tren.

Milicianas armadas

Los acompañaban algunas mujeres, milicianas que vestían pantalones y monos y empuñaban fusiles y pistolas, y que desde los camiones habrían insultado a algunas señoritas de derechas que las miraban escandalizadas. Eso sumó espanto más que asombro a la tremenda amenaza que para los bañezanos de su clase social había supuesto su arribada. Dos testigos coetáneos de los hechos habrían visto en La Bañeza a las milicianas venidas con los asturianos, aunque no hallamos ninguna referencia más en otras fuentes, como no sea la joven sanitaria a la que se aludirá luego en Ponferrada, o “las arpías” a las que se refiere el reportero  Carmelo Hernández Moros 'Lamparilla'. 

Es posible que algunos mineros se adelantaran en camiones, llegando desde León, a los que en idénticos vehículos venían pasando antes por Astorga, y que se anticiparan unos y otros a los que se presentaron algo más tarde en tren.

Parece, en cualquier caso, que desde La Bañeza telefoneaba el jefe de la columna motorizada, Francisco Martínez Dutor, al alcalde de Astorga para que este dispusiera allí que la columna ferroviaria reinicie su viaje hacia Zamora. Había partido ya de La Bañeza la expedición minera cuando el regidor astorgano traslada a su vez allí por teléfono el aviso recibido de León de que esta se detenga en la ciudad bañezana.

El teniente Alejandro García Menéndez, responsable del convoy ferroviario, declara por su parte que desde Astorga siguió hacia Benavente, según el aviso que allí mismo le dejó el comandante Juan Ayza Borgoñós, al mando de todos los expedicionarios y a quien se uniría en la villa zamorana.

El apagón

El Ayuntamiento de La Bañeza se encontraba cerrado, y a la llegada de la columna motorizada desapareció la gente que se hallaba en la Plaza, junto al kiosco de prensa. Se produjo entonces un corte de corriente eléctrica, un apagón, y algunos muchachos y muchachas hubieron de quedarse durante un tiempo suspendidos en las barcas de la feria, cuyo balanceo dejó de funcionar.

A propósito de tal interrupción del suministro, aparecen situaciones parecidas en los relatos de lo sucedido en aquellas jornadas en otros varios lugares más o menos alejados, en los que también se dieron apagones. Es muy posible que el acaecido en La Bañeza fuera fortuito y nada tuviera que ver con ningún pretendido sabotaje, ya que por entonces aún se vivía una relativa calma en la ciudad, además de que el servicio de distribución de electricidad y sus redes sufrían en ella aquellos años múltiples deficiencias y frecuentes averías.

Se abrió después el Consistorio y en él recibió a los mineros el alcalde, el socialista Ángel González González, tranquilizándolos y asegurándoles que la situación estaba absolutamente controlada, evitando todo tipo de incidentes, y desaconsejando e impidiendo que se tomen medidas represivas contra los derechistas bañezanos, disponiendo y facilitando incluso la custodia de los domicilios de algunos de ellos. La casa del médico Manuel Marqués Pérez, Jefe local y provincial de Falange, preso desde unos días antes, debió de ser visitada por algunos mineros guiados por el joven socialista bañezano Ignacio Alonso Ruiz. O al menos lo culparon de ello más tarde.

Habían preguntado los asturianos por los falangistas locales, con ánimo tal vez de dar un escarmiento, y se les respondió desde la Alcaldía que todo estaba bien y en orden y que no eran peligrosos. También seguramente por entonces se opondría el regidor -no resulta muy claro si estando en la ciudad los mineros, o antes o después- a las pretensiones de algunos de linchar a don Cecilio de la Fuente Benito (de 75 años, viudo), comerciante establecido en una esquina de la Plaza y falangista, además de activo y contumaz antirrepublicano a lo largo de los años anteriores.

No obstante, cuando se someta a consejo de guerra al inicio de diciembre en León a un buen número de bañezanos leales a la República, declarará el cabo guardia civil Pedro Lagarejo Villar, al mando del cuartel de La Bañeza, que “sabe por rumores del pueblo -recogidos tras su vuelta de León a la mitad de agosto- que aquel día se practicaron algunas detenciones de elementos de derechas por orden de quien mandaba la columna minera”, un hecho que no corroboran otras fuentes, que sostienen todo lo contrario. En aquel consejo de guerra se condenó a muerte a 17 bañezanos, ejecutados el 18 de febrero de 1937 en el campo de tiro de Puente Castro en León.

Tabaco para los mineros

Salvo la natural convulsión inicial, la presencia de los mineros en La Bañeza no ocasionó más inconvenientes que la requisa de tabaco para ellos en un estanco, el de José Ramos Pérez, que era también ferretería y estaba próximo a la estación del ferrocarril. Se hizo el decomiso por Bartolomé Otero Gallego, abriendo el establecimiento acompañado por el inspector de la Policía municipal Álvaro Llanos Concejo -de 46 años, casado-, y “evitando que fuese asaltado por los asturianos”. Después, a él y a Cirilo Manrique Macías -mozo en la estación ferroviaria, de 26 años, casado con Emilia Batalla Esperanza y padre de dos hijos- los harán responsables del asalto, como también lo calificará su dueño.

Afirma este en el consejo de guerra que “estaba en la cama y se levantó cuando llegaron a su estanco armados de fusiles entre otros Ignacio Alonso Ruiz (sería topo durante cinco años y preso más tarde), Eugenio Carnicero Alonso (paseado con otros dos, un convecino y un maestro, el 12 de octubre en Villafer), Hermenegildo Santos Pernía, y un hijo del alcalde cuyo nombre desconoce (seguramente Gabriel o José González González), que se llevaron mercancía sin pagar”.

Uno de los mineros venidos de Asturias en los camiones, responsable probablemente de alguna sección o grupo de ellos, era el natural bañezano y comunista Sergio Concejo Manjarín. Era hermano de madre del socialista Porfirio González Manjarín, concejal en la gestora frentepopulista bañezana. De 33 años, soltero, de oficio botero y afiliado a la UGT, Sergio residía desde hacía años en San Esteban de Pravia, había padecido la represión que siguió a la revolución de octubre de 1934, estando preso hasta la amnistía de febrero de este año 1936, y aprovechó ahora la ocasión para visitar en La Bañeza a su familia. No tardaba en ser capitán de milicias ayudante del comandante Damián Fernández Calderón, venido al mando de la columna motorizada, y caería combatiendo por la República en el sector de Trubia-Vayo, en La Rebollada, San Pedro de Nora, el 5 de marzo de 1937.

Baile en el “embaldosado”

Era tiempo de verbenas en el centro de La Bañeza y en los barrios. Por eso se celebró un baile en el “embaldosado” de la Plaza Mayor, a base de dulzaina y tamboril y con la charanga de los títeres, afirman unas fuentes. Otras nos apuntan que fue a los sones de la Banda Municipal de Música, que daba allí, desde el templete, su habitual concierto de los jueves y los domingos por la tar­de, el último mientras duró la guerra.

Una joven de 19 años, natural de Cimanes de la Vega y aprendiz de modista en la academia de corte y confección de Matilde Mañanes Paino, diría al cabo del tiempo que “la banda del circo estuvo tocando en la Plaza, donde se montó un baile con los vecinos y los milicianos y milicianas”, añadiendo que “al día siguiente hubo un tiroteo, idos ya los mineros”. Parece que trastoca las fechas su memoria, y se trataría más bien de dos días más tarde, al ser tomada la po­blación por fuerzas rebeldes.

Otros y otras que también eran jóvenes entonces nos indican que “cuando se detuvo en la estación el convoy ferroviario mucha gente acudió allí apresurada; los mineros pedían agua, y se la bajaban los del barrio del Polvo­rín, y muchas mujeres se la traían en cántaros de barro de los alfares de Jiménez de Jamuz desde la bomba del pozo cercano, y no daban abasto a llevar agua para el tren, que iba lleno, y se corrió la voz entre la gente humilde de que había que llevarles comida a la estación”.

La noticia de la llegada a La Bañeza de las milicias asturianas se difundió por los pueblos de la zona, y desde algunos de ellos acudieron a la ciudad gentes interesadas en contemplar el llamativo espectáculo de las abigarradas columnas, o de confraternizar con sus entusiastas y aguerridos componentes.

Milicianos que se suman a la expedición

En La Bañeza se unió a los asturianos desde León, donde residía, Ángel Murciego González, originario -como su madre, Juliana González Pastor- de Jiménez de Jamuz. Él tenía 23 años y era quinto de 1934 excedente de cupo, soltero, de la Juventud Socialista Unificada, jornalero, al que después acusarán de pertenecer al Socorro Rojo Internacional.

En la capital, se había acercado por la mañana hasta San Marcos, donde se hallaba el grueso del convoy. Llevaba en el bolsillo una pistola “pero no hizo uso de ella”, declara. Ya por la tarde, después de pasar por la Casa del Pueblo, volvió a San Marcos, y desde allí marchó a las siete para La Bañeza con una camioneta del pan, seguramente suministrado de nuevo a los expedicionarios.

Dieron aquí la orden de volver a Asturias, aunque continuaron los mineros hasta Benavente y él con ellos, afirma Ángel Murciego cuando, preso en San Marcos, lo interrogan el 20 de noviembre de 1937. También el gobernador civil Emilio Francés declara que “en La Bañeza se enteraron los mineros de la traición de Aranda”.

Algunos jóvenes socialistas bañezanos se incorporan entonces a la expedición minera. Lo hicieron los siguientes: Gabriel González González, otro de los hijos del alcalde, de 21 años, soltero y carpintero de oficio; José Hermenegildo Santos Pernía, que caería combatiendo entre Asturias y Santander -en alguna lista de buscados para ser detenidos lo señalan después los represores sublevados como enterrador-; José Simón Alejo Barrios, de 20 años, soltero, jornalero, que antes de sumarse a los asturianos de paso que ya proseguían su camino apenas tendría tiempo de empuñar una escopeta más allá de unos momentos, “hasta que se la recogió quien poco antes se la entregara”; y Dionisio Casas Valderrey, nacido y domiciliado en la pedanía bañezana de Sacaojos (hoy Santiago de la Valduerna), de 35 años, casado, afiliado al ugetista Sindicato Nacional Azucarero.

También se sumaron a los asturianos: “otro que trabajaba en la fábrica de harinas, que lo hicieron comisario político, y lo mataron en Oviedo, no me acuerdo de su nombre”, nos decía Gabriel González en noviembre de 2007 (pudiera referirse a Salvador Rúa González, aunque este no alcanzaría Asturias con aquellos mineros). “Ambrosio de Diego Morán, obrero del industrial Cartujo”, otro de los desaparecidos en Asturias, muerto en combate en 1936, y que también aparece en uno de aquellos listados confeccionados por los golpistas vencedores.

Acompañarían algunos bañezanos más a los citados, y parece que además lo hizo Benjamín Álvarez Ramos, de apodo 'Blanquillo', alcalde de Cebrones del Río. Todos ellos continúan con los asturianos hacía Benavente, acomodados en su tren unos, como Gabriel, y sus camiones, como José Hermenegildo y otros, a la vez que varios más los siguieron en un coche. Cuando arriban a la villa zamorana ya pernoctan allí los llegados antes directamente desde León por carretera.

Las columnas mineras en Astorga

Una buena parte de los expedicionarios asturianos llegados ya en la noche del 19 de julio a La Bañeza en el viaje retomado antes desde León habían pasado previamente por Astorga. Algunos se encaminarían allí en camiones directamente desde la capital. Declararán varios de los leales astorganos en los diversos sumarios (241/36, 427/36, 420/37 y otros) en los que después fueron encausados que a la ciudad episcopal “arribaban por la tarde dos batallones de mineros”. “Lo hizo el primero en un tren -formado por doce vagones, según algunas fuentes- que paró aquí sobre las ocho y media de la tarde -en torno a las diez de la noche, dirá quien atendía el telégrafo ferroviario-. Los asturianos, armados, se quedaron por los arrabales y por las cercanías de la estación”. 

“Llegó el segundo grupo en camiones y autobuses descapotables de la Guardia de Asalto, mandados por oficiales de aquel cuerpo, provistos de armamento y con ametralladoras montadas en algunos de ellos. Subió al primer camión el gestor municipal Juan Prieto Panizo, que se hallaba en el paso a nivel de la vía férrea del Norte, para guiar al convoy motorizado hacia la carretera de Madrid a La Coruña, deteniéndose un momento en el Consistorio, donde se apeaba el concejal, y continuando en dirección a La Bañeza todos los vehículos”. Parece que la actuación de aquel edil contribuiría después a su condena a muerte.

“Los mandos de los mineros acudieron a entrevistarse en el Ayuntamiento con el alcalde, Miguel Carro Verdejo, y se ofrecieron a actuar contra el Ejército, que estaba acuartelado en Santocildes. El regidor fue contundente, diciéndoles que en Astorga la autoridad era él, y que continuasen ellos a cumplir la orden que traían. La presencia de tantos mineros en la ciudad creó un clima de miedo”. Sin embargo, afirman algunos que su estancia en Astorga apenas sobrepasó la media hora.

Próxima entrega: domingo 13 de abril.

José Cabañas González es autor del libro Cuando se rompió el mundo. El asalto a la República en la provincia de León. Con una Primera Parte: El Golpe de julio de 2022, y la Segunda Parte: La Guerra, de junio de 2023, ambas publicadas en Ediciones del Lobo Sapiens. Esta es su página web

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