Por cada israelí muerto, 40 palestinos
Al día siguiente del ataque de Hamás contra Israel del 7 de octubre de 2023, hice aquí mismo una estimación de cuántos palestinos serían asesinados en la respuesta israelí: no menos de 12.000. Me limité a hacer un cálculo, una sencilla regla de tres, a partir de la habitual relación aritmética entre muertos de ambos lados: 20/1, 20 palestinos por cada israelí. Desde 2008, más de 6.400 palestinos habían sido asesinados en Gaza en operaciones militares israelíes, frente a poco más de 300 ciudadanos de Israel. En aquellos días de octubre, la perspectiva de 12.000 palestinos asesinados nos parecía monstruosa.
Me quedé muy corto, sí. En aquellas primeras horas se contaban unos 600 israelíes asesinados, que acabaron siendo el doble. Pero sobre todo me quedé corto en la (des)proporción de palestinos/israelíes asesinados: no ha sido de 20/1, como de costumbre, sino el doble. 40 palestinos por cada israelí. A los 1.200 civiles y militares israelíes que perdieron la vida en los atentados de Hamás se han sumado 400 soldados caídos en operaciones en Gaza, para un total de 1.600. En el lado palestino se cuentan más de 46.000, pero hay miles de desaparecidos bajo los escombros, y un estudio de The Lancet eleva la cifra hasta más de 64.000, sin contar los que hayan muerto de hambre, frío o falta de atención médica.
Seguimos hablando de “guerra en Gaza”, pero no hemos visto ninguna guerra. Es un castigo, una venganza o, por usar términos estrictos, un genocidio. Israel ha bombardeado masivamente, ha desplazado población de norte a sur y vuelta al norte una y otra vez sin por eso dejar de masacrarla. Ha exterminado familias enteras, más de 1.600 de las que no queda un solo miembro vivo. Ha dejado decenas de miles de heridos, muchos de ellos mutilados. Miles de niños huérfanos. Ha impedido la entrada de ayuda humanitaria para condenarla al hambre y el frío. Ha asesinado a médicos, trabajadores humanitarios y periodistas. Ha demolido Gaza.
Mientras nos horrorizaba la “guerra en Gaza”, el ejército israelí ha asesinado también a más de 800 palestinos en Cisjordania, además de detener a otros diez mil, expulsar a familias de sus casas, destrozar infraestructuras, pozos y cultivos, mientras acelera nuevos asentamientos de colonos. Por todo, tampoco es acertado hablar de “venganza”, que sugiere una respuesta pasional, irracional. Al contrario, es un plan dibujado con tiralíneas para hacer imposible la existencia futura de un Estado palestino, y la mera supervivencia del pueblo palestino.
Todo ello con la indiferencia de Estados Unidos y Europa, no así de muchos otros países. Indiferencia no: complicidad. Estados Unidos sobre todo, pero también Europa, han facilitado el genocidio armando al ejército israelí, bajando los brazos en su persecución judicial, y arrastrando los pies para no romper relaciones ni aplicar sanciones. No digamos “guerra en Gaza”, pues no hay tal guerra. Y no digamos “Israel comete genocidio”, pues no lo comete solo, sino con el respaldo, la complicidad o la no menos criminal vista gorda de muchos países.
Ahora se anuncia un alto el fuego en el que nadie cree, y para el que Israel no tiene muchos incentivos ni temerá ninguna consecuencia en caso de incumplimiento. Pese a todo, es el único alivio posible hoy para el pueblo palestino, que seguirá muriendo de centenar en centenar hasta el mismo minuto en que entre en vigor. Y curiosamente, el acuerdo provisional incluye una relación numérica similar en el intercambio de rehenes y prisioneros: Hamás entregará 33 israelíes, Israel liberará más de 1.000 palestinos, otra vez casi cuarenta a uno.
Ojalá no tenga que escribir otro artículo dentro de unos meses recalculando la (des)proporción de muertos.
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