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Por un cambio en la ley del menor
¿Hasta cuándo seguiremos amparando a los menores? ¿Hasta cuándo toleraremos lo intolerable? La muerte violenta de una educadora social el pasado 9 de marzo a manos de dos adolescentes de 14 y 15 años reabre el debate sobre la necesidad de introducir cambios urgentes en la Ley del Menor. “Saben que les sale muy barato matar”, apuntaba, entre lágrimas, Sheila Gómez una compañera de María Belén, la educadora social asesinada mientras realizaba su turno de noche en el piso tutelado de Badajoz donde, según fuentes policiales, los menores la golpearon y estrangularon hasta causarle la muerte. Es de entender el malestar popular que ha levantado el caso. Con el actual ordenamiento jurídico la muerte a manos de un menor conlleva penas absolutamente desproporcionadas – en cuanto insuficientes- con relación al acto cometido ya que, en el orden vigente, se considera a los menores desprovistos de las facultades mentales necesarias para discernir entre el bien y el mal. Trasladado al ámbito jurídico esto se traduce en la imposibilidad de imputar a los menores como adultos. Semejante razonamiento esconde una aberrante falacia que no se adecua a la realidad de hoy, la de los adolescentes de 2025 inmersos en la Era de la Información digital y con acceso ilimitado a un caudal de contenidos que les ofrecen un conocimiento del mundo circundante mucho más amplio que el de los menores de hace 30 años cuando entró en vigor la ley que regula el estatuto jurídico de las personas menores de edad en España. “Los menores de 16 años son ahora mucho más conscientes que hace años debido al uso de internet y saben que les sale muy barato matar” se lamentaba Sheila Gómez quien, con sus palabras, no hacía sino verbalizar un clamor popular: los menores de hoy son absolutamente conscientes de los “privilegios” de un sistema que los sobreprotege hasta la mayoría de edad y se aprovechan de ello.
Dilucidar el bien del mal no responde a la culminación de un proceso fisiológico delimitado por la edad sino más bien a la implementación de una conciencia moral asentada en cada uno de nosotros – sin excepción- desde edades tempranas del desarrollo psicológico. ¡Dejemos de tratar a los menores con la condescendencia de un enajenado que confunde la ficción con la realidad o que carece de la plena posesión de sus facultades mentales! Cualquier niño sabe o intuye que robar dinero del monedero de su mamá “está mal”. Y si lo intuye o percibe o lo siente es porque dicha percepción proviene de una conciencia moral inherente en él. Si esta conciencia no existiera entonces no acometería sus pequeños hurtos a escondidas, lejos de la mirada reprobatoria de sus padres. Ahora bien, si esto acontece en el caso de un robo ¿qué decir de un asesinato? ¿Acaso un menor no sabe que matar es un acto que “está mal” y que su realización implica una infracción severa de las normas que rigen su relación con los otros? Lo sabe. Es tan consciente de ello como un adulto. Iluminados psicopedagogos replicarán que, en efecto, lo intuye pero que no es completamente consciente de las consecuencias de sus actos ya que en el desarrollo de la conciencia moral concurren factores constitucionales innatos e influencias del medio y que, por lo tanto, deberíamos ser cautos e indulgentes a la hora de enjuiciar a los menores. ¡Basta ya de excusas! La Ley del Menor se hizo para protegerlos, no para ampararlos. Ante la muerte violenta de otra persona no caben atenuantes ni justificaciones vinculadas a la edad del homicida. Si los dos menores implicados en el asesinato de María Belén hubieran actuado sin conocimiento de causa seguramente nunca hubieran emprendido la huida del lugar de los hechos. Pero lo hicieron. Y si lo hicieron es porque eran completamente conscientes del acto deleznable e inasumible que acababan de acometer: el asesinato a sangre fría y sin motivos aparentes de María Belén
Cada vez más agresivos los menores de esta generación saben que siempre tendrán a la ley de su parte. Y sabiéndolo se sienten invulnerables. Por eso hacen falta cambios; cambios en una ley obsoleta que no concuerda con la realidad de hoy. Cambios que apliquen penas consecuentes al delito cometido independientemente de la edad del delincuente. Cambios que honoren la memoria de María Belén para que su muerte sirva, al menos, para abrir una reflexión sobre la inadecuación de la actual Ley del Menor a una realidad social que reclama a gritos una revisión de la jurisdicción en vigor.
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