No me hables de Gaza y Ucrania y cuéntame algo de Catalunya y Ábalos

El mundo entero se está volviendo loco por culpa de Donald Trump, pero que no cunda el pánico. El Partido Popular tiene la solución: ha preparado una PNL (proposición no de ley). Otros países cuentan con parlamentarios con experiencia internacional, servicios de inteligencia, think tanks… El Parlamento español dispone de un arma de consecuencias impredecibles, las PNL, declaraciones de intenciones que no obligan a nada. Cuidado, Donald Trump, España puede responder a la imposición de aranceles con una PNL de texto implacable.
Enfurecido porque Pedro Sánchez no se molesta nunca en informar a Alberto Núñez Feijóo de los grandes temas de política internacional, el PP encomendó a una de sus diputadas que presentara esa declaración a los periodistas en el Congreso. No por su experiencia en asuntos de política exterior, que es inexistente, sino porque había dado mucha caña al Gobierno en la sesión de control unos minutos antes. Así se progresa en las filas del PP. Es lo que tiene la oposición. Está ahí para hacer oposición, como su propio nombre indica, y sus protagonistas llegan más lejos cuando llenan de TNT la crónica de sucesos.
Ester Muñoz comunicó a la prensa que España no tiene presidente del Gobierno. Es raro que la gente no se haya enterado antes. “El presidente ahora no habla ni en nombre del Gobierno. Solo puede hacerlo como líder del PSOE, porque hasta su Consejo de Ministros está dividido”. Cualquier día el PP pide que se aplique a Sánchez un protocolo contra las ocupaciones por residir en Moncloa sin merecerlo.
La división dentro del Gobierno de coalición sobre los acuerdos europeos para aumentar el gasto militar existe y nadie puede negarla. Pero todo el mundo sabe también que la política exterior en España la marca Moncloa y una parte de ella, ni siquiera toda, la ejecuta el Ministerio de Exteriores. Los demás ministros tienen derecho a hacer declaraciones en público y no mucho más.
Al menos, la PNL del PP podía servir para conocer qué opina el partido de Feijóo sobre el debate europeo del gasto militar. Ningún partido necesita esperar a ver qué dice Sánchez para tener las ideas claras. Cuánto más hay que gastar, o si no hay que hacerlo, y en qué plazos. Cómo hay que gastar ese dinero. Qué responsabilidades de defensa pueden asumir las Fuerzas Armadas españolas en Europa del Este. Como el PP dice que el Gobierno está condicionado por su división, podría mostrar qué es lo que haría si estuviera en el poder.
Gran error. El PP se niega a contar lo que haría. Aumentar el gasto militar no es especialmente popular en España. Hace más de diez años, los países de la OTAN acordaron subir ese gasto hasta el 2% del PIB. Los gobiernos de Rajoy y Sánchez no hicieron ningún intento efectivo de acercarse a esa cifra. La inversión en defensa se mantuvo en los niveles que habían existido en los años de Aznar y Zapatero, muy inferiores a los de la media de los aliados en Europa.
Para Sánchez y sus socios, el asunto es un auténtico problema, porque España ya no puede seguir prolongando la espera. Lo que ocurre es que el PP tampoco muestra sus cartas. Que sea el Gobierno el que se desgaste. El PP no preside ningún Gobierno de coalición con Sumar ni cuenta como aliados con Esquerra y EH Bildu, pero no tiene mucho que decir sobre gasto militar. El texto de su PNL afirma que hay que cumplir con los compromisos acordados con la OTAN “relativos a la inversión en defensa a la mayor brevedad posible”. Es prácticamente lo mismo que ha dicho Sánchez esta semana, eso sí, sin especificar qué entiende por 'brevedad'.
Un efecto positivo del debate de esa PNL será que se hablará de gasto militar en el Congreso, como se está haciendo en los parlamentos de toda Europa. Tampoco hay que tener muchas esperanzas si los grupos se atienen al texto de la propuesta del PP, tan genérico que no exige concretar nada.
Por lo demás, la sesión de control volvió a demostrar que, con independencia de lo que haga Trump, el PP está más interesado en hablar de Catalunya y Ábalos que de Ucrania. Según la lógica de ese partido, el Gobierno no tiene derecho a hablar de la defensa de las fronteras europeas, porque resulta que se han creado otras dentro de España a causa del pacto del PSOE y Junts sobre inmigración, como dijo Cuca Gamarra. Suena retorcido, pero con Gamarra algunas frases requieren un nivel elevado de imaginación. Como cuando dijo que el Gobierno “ha cambiado el modelo de Estado por la puerta de atrás”.
Cayetana Álvarez de Toledo argumentó que los socialistas han cedido a Junts los elementos esenciales del Estado: “Fronteras y ciudadanía”. Por lo visto, todo lo demás es superfluo. Aparte del hecho de que Junts no gobierna la Generalitat, “no hay cesión del control de fronteras ni del flujo de inmigración irregular”, había dicho antes el ministro de Interior. El PP también denunció que los andaluces son considerados “extranjeros” en Catalunya con el acuerdo, algo que sería un escándalo si fuera cierto. Por mucho que los socialistas no demostraron ser muy inteligentes con la redacción del artículo preliminar de la reforma pactada, que no tiene efectos legales, ningún español se verá privado de su ciudadanía por el acuerdo.
Hasta en la respuesta a la comparecencia del ministro de Exteriores sobre la situación internacional, el portavoz del PP, Carlos Floriano, llegó a incluir la aparición de Víctor de Aldama en una visita de Ábalos a México. Puestos a no olvidar los grandes éxitos anteriores, también hubo tiempo en la sesión de control para incluir a Errejón y Monedero en la pomada, lo que hizo posible disfrutar de algunos de los momentos más venenosos de la jornada. No cabe duda de que el Congreso saca lo peor de los políticos.
Una diputada del PP presumió de que ya sabía quién será el siguiente dirigente socialista que acabará imputado en los tribunales. “Usted sabe que el señor Cerdán será el próximo en caer”, dijo Miriam Guardiola a la vicepresidenta María Jesús Montero. Se basaba en informaciones de un medio de derechas sobre el caso Ábalos basadas en supuestas fuentes anónimas policiales. Ella las vendía como si fueran hechos incontrovertibles con la ventaja de que la UCO no se ocupará de desmentir nada. Montero quedó entre despistada y perpleja y se limitó a declararse sorprendida de que se utilice “información confidencial o sensible”.
El lector debe recordar que el Parlamento es una zona extraterritorial de la Constitución española. Sus miembros pueden hacer afirmaciones que causarían una querella por difamación para cualquier ciudadano que osara llegar tan lejos.
La bronca se puso en el punto más deplorable cuando Ester Muñoz utilizó el caso de Errejón para cargar contra Yolanda Díaz. Hay una parte de la imputación que es inevitable. Las acusaciones a Errejón y Monedero han puesto sobre la mesa la realidad de que algunos dirigentes de la izquierda de discurso cien por cien feminista estaban muy lejos de tener una vida privada a la altura de sus ideas. Eso supone una pérdida de credibilidad para sus organizaciones políticas de la que no te recuperas fácilmente.
Muñoz fue más lejos, porque su intención era ser lo más ofensiva posible. Así se hace carrera en muchos partidos, no solo en la derecha. “Hace cien veces más daño que una mujer permita que la usen para blanquear el machismo que un Íñigo Errejón o un señor Ábalos”, dijo Muñoz para achacar que las ministras de Sumar han hecho lo primero.
Seguro que las mujeres que han padecido abusos tienen una opinión diferente, que lo peor es sufrirlos, no que haya mujeres políticas que se vean ante una situación comprometida. La diputada del PP no pudo ofrecer evidentemente ejemplos de políticas de izquierda que hayan defendido a Errejón o Monedero después de conocer las imputaciones. El blanqueamiento existe fundamentalmente en su cabeza.
Puestos a responder con parecida agresividad, Yolanda Díaz recordó la frase de Feijóo cuando explicó las acusaciones de abusos contra un diputado de Vox con el hecho de que había tenido “un divorcio duro” (lo más probable es que fuera la esposa la que lo tuvo). Ahí se armó la bronca con los diputados del PP gritando para que Díaz no pudiera seguir. La vicepresidenta venía de casa con un libro preparado para enseñarlo en la discusión, 'Los hombres me explican cosas', de Rebecca Solnit, que describe lo que es el 'mansplaining'. Se refería a Feijóo, no a Muñoz, pero aun así no quedó muy claro qué pintaba el libro en el debate.
Fue una estampa rara porque, con el ambiente tabernario que se suele respirar en el Congreso, lo normal es que los diputados solo lleven libros al hemiciclo para tirárselos a la cabeza.
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