¿Quién viaja con el Imserso? Las clases medias de pensionistas copan la oferta de precios reducidos

Alfonso y Tamara acaban de volver de pasar una semana en Ibiza con un grupo de amigos. Han pagado 260 euros por siete días en las islas con pensión completa gracias al programa de viajes del Imserso. Él tiene casi la máxima pensión; ella está desempleada y ambos tienen muy claro –así lo atestigua el calendario de la cocina– cuáles son los plazos y el procedimiento para apuntarse a la siguiente escapada. Aunque sus nombres son ficticios, la pareja forma parte de un perfil habitual entre los usuarios de estos viajes: personas de clase media, con intereses culturales y vidas activas que disfrutan de los descuentos aunque podrían viajar, apretándose más el cinturón, también sin ellos.
Los datos que maneja el Ministerio de Derechos Sociales, del que depende el Instituto de Mayores y Servicios Sociales (Imserso), confirman que las personas de rentas más bajas no acceden a estos viajes. Las plazas reservadas para los pensionistas que cobran la mínima prestación –7.900 euros al año, por jubilación o invalidez– se quedan vacantes, pese a que hasta ahora tenían un descuento del 50% en el precio. Los costes de un viaje oscilan entre los 125 y los 430 euros, en función del número de días y del destino. El departamento que dirige Pablo Bustinduy va a poner en marcha una tarifa plana de 50 euros para intentar corregir esta desigualdad. “Queremos que los viajes del Imserso lleguen a todos los pensionistas y las pensionistas”, aseguró el ministro esta semana.
“Quien se beneficia de este programa son, sobre todo, las rentas medias y altas”, asegura Carmen Herrero, investigadora del Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (IVIE). La economista señala que este mismo sesgo de clase se da en otras políticas específicas para mayores, como los descuentos en las entradas para el cine que impulsa el Ministerio de Cultura.
Son los hijos del baby boom, una generación “con más conciencia de calidad de vida, de vacaciones, de ocio sano que sus padres”, analiza Pilar Serrano, presidenta de la Asociación Madrileña Salud Pública (Amasap). El objetivo prioritario de los viajes del Imserso es precisamente que los mayores tengan un envejecimiento activo.
El Imserso cuenta con un sistema para que el acceso se produzca “en igualdad de oportunidades”, según un portavoz del Ministerio. Los primeros en elegir son los que más puntuación alcanzan según su edad, su situación de discapacidad, su situación económica, si han participado en el programa en años anteriores o si pertenecen a una familia numerosa. En función de estos parámetros se establecen dos grupos: preferentes y no preferentes. Cada persona tiene un día asignado y, si restan huecos libres, se abren a elección posteriormente.
Buena medida, eficacia incierta
Ambas expertas creen que incentivar que las rentas más bajas también participen en estos programas es necesario. “La equidad a veces no significa hacer todo para todo el mundo igual, sino un reparto de recursos en función de las situaciones de las personas”, apunta la epidemióloga. La pensión media en marzo se situó en 1.308 euros, según datos del Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, frente a un salario medio, en bruto, de 2.353 euros. La máxima supera los 3.200 euros.
Sin embargo, son más escépticas con el resultado esperable de la medida. Las personas con pensiones no contributivas ingresan unos 500 euros al mes y, “ante una situación precaria, lo primero que desaparece es el ocio”, indica Herrero. Al no ser un elemento central de la vida, “el acceso se dificulta”, continúa, “porque las personas no están pendientes de cuándo salen estos viajes y probablemente muchas de ellas no sepan cómo acceder”.
Las personas con pensiones no contributivas ingresan unos 500 euros al mes y ante una situación precaria, lo primero que desaparece es el ocio
No es un caso excepcional. Este patrón de dificultad de acceso se da con otras prestaciones como el Ingreso Mínimo Vital (IMV). Desde que se puso en marcha, el Gobierno ha intentado cerrar la brecha que separa a la administración de las personas con menos recursos. Los resultados son todavía mejorables. Según un estudio de la red EAPN-España publicado hace un año, el 41,3% de personas que viven en zonas con altas tasas de pobreza severa no han solicitado el IMV porque no lo conocen, el 33,6% de los hogares que podrían optar a él creen que no cumplen los requisitos y un 41,5%, que no les corresponde.
“Las razones para que algunas plazas queden vacantes pueden ser diversas, incluyendo la situación familiar, pero el esfuerzo financiero que supone este gasto es un factor a tener en cuenta”, apuntan desde la Fundación Helpage International España, que señalan que el perfil más habitual de las personas con pensiones no contributivas son “mujeres casadas que viven en una unidad económica formada por dos o tres personas”. “En el caso de las personas con pensión de invalidez también podría influir para explicar estos datos la accesibilidad”, añaden.
No es solo acceder y pagarlo, sino poder viajar
En este caso, la situación se complica un poco más porque lo que explica que las plazas no se cubren no son solo las barreras para echar la solicitud o pagarlo, sino para viajar. “Las personas con menos recursos tienen más patología, llegan en peores circunstancias a las etapas finales de la vida por, entre otras cosas, los trabajos que han tenido o la carga de cuidados, que se puede mantener hasta que son muy mayores”, dimensiona Serrano. “Que te cueste 50 euros está muy bien porque es más o menos lo que te puedes gastar quedándote en tu casa, pero quizá las cosas se complican por otro sitio, como tener que cuidar a familiares”, añade Herrero.
Poner en marcha la medida no es garantía de que los perfiles que viajan sean más diversos, advierte la epidemióloga. “Se necesita un plan pensado de implementación en el que estén presentes los centros de salud, las trabajadoras sociales... una sinergia y potenciación para que sea efectivo”. No todas las personas han vivido vidas que “les han permitido poner en valor el ejercicio físico, la cultura o el arte, ¿cómo van a demandar algo que no han tenido?”, se pregunta.
La próxima edición del programa del Imserso contará con casi 880.000 plazas. De ellas, 7.447 quedarán reservadas para las personas con menos recursos. “Después de 40 años estos viajes parecen formar parte del estado de bienestar, son como derechos adquiridos, aunque para algunos casos quizá no sea el dinero mejor empleado”, matiza Herrero. “El objetivo no es hacer más gravosa la medida para quienes ya pueden acceder a los viajes, sino garantizar que todas las personas puedan ir sin que implique un esfuerzo financieron excesivo”, zanjan desde la Fundación Helpage.
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