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Votar por los malotes

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Aprendí rudimentos de boxeo en los pasillos invernales del Instituto Columela, en Cádiz, con tal de impedir que me mangaran el bocadillo los macarras, como les llamábamos entonces, los fanfarrones de medio pelo, los chulos que caneaban al gafotas o al micurria de turno. Ahora le llamamos bullying; entonces, simplemente, supervivencia. ¿Cómo encasillaremos, en las pizarras del porvenir, a esta etapa actual, tan confusa?

Y es que, hoy, los he vuelto a ver en las noticias. A los matones de barrio, a los navajeros del callejón oscuro, a esa horda de forajidos de medio pelo. Se pasean por la Casa Blanca con una gorra de beisbol y un niño a cuestas, con nombre de robot de la Guerra de las Galaxias. Organizaban fiestuquis en pandemia en el número 10 de Downing Street, pero aún esgrimen una motosierra en Buenos Aires como si Tobe Hooper bailara un tango. Cantaban con sus bolsominions himnos futboleros para golear a Lula Silva en fuera de juego, hablan todavía con los pajaritos en Caracas o siguen presidiendo, también, señalados gobiernos europeos que no son europeístas.

Los bravucones y arrebatapuñadas se están haciendo con nuestro patio de recreo y lo peor es que les estamos eligiendo como delegados de clase. Más de dos siglos llevamos educándonos en valores y ahora vuelve a sacar sobresaliente la testosterona. A semejante paso, para obtener matrícula de honor en este curso político, va a ser necesario romperle las gafas al profesor de Historia.

Ríete de Bakunin, muera Salvochea, un corte de mangas para Durruti: ahora, el mayor antisistema del mundo nos está desgobernando desde el despacho oval y uno hasta siente nostalgia de Ronald Reagan. Cada vez que habla Donald Trump, no sólo tiemblan los sudetes de Ucrania sino el parqué de las bolsas.

¿Quién sabe si el ansiado fin del capitalismo no viene de la mano de su capitalismo feroz? Han hecho falta menos de cien días de órdenes ejecutivas para que nos den la razón a quienes predicábamos en el desierto que la mejor estrategia de Defensa europea no pasaba necesariamente por la OTAN; y para que, más allá de nuestras simbólicas marchas a la base de Rota, muchos de los que no asistían necesariamente a ellas empiecen a preguntarse si es un buen negocio mantener al enemigo en casa. Pero, ¿cómo construir un ejército europeo si la mayoría de las patentes armamentísticas llevan el made in USA escrito en la culata? Escasa independencia tendremos nunca si llevamos un siglo sin lograr una alternativa fiable a la Coca-Cola. Tampoco era buena receta, en aquellos días azules y aquel sol del Bachillerato, sumarnos a la pandilla de quienes nos apabullaban, porque los enemigos de nuestros enemigos no son necesariamente nuestros amigos (traducción libre de “El Príncipe” de Maquiavelo).

¿Seguirán nuestros malotes aplaudiendo con las orejas al zar de los drones sobre Kiev o al marshall octogenario (...) si entrambos deciden –es un poner-- entregarle Ceuta y Melilla a Marruecos, con tal de hacerle daño al Gobierno de Perro Sánchez?

En la vieja Rusia, Vladimir Putin, que es más cult, peroo no por ello más gentil, ladra mucho pero mata en silencio, como rendido admirador de Lucrecia Borgia. Si el buen espía Smiley resucitara y John Le Carré no estuviera criando malvas desde el año de la pandemia, se sorprenderían de ese insospechado giro de guión en esta nueva guerra fría en la que Europa es la disidente y el mamamandurrias de la CIA y el del KGB ya no se citan en el berlinés Puente Glienicke para intercambiar rehenes sino para tirar al río del olvido a la incómoda Unión Europea.  

Pero no hay que irse a Washington o a Moscú para comprobar que los matones intentan hacerse, también aquí, con la estrella de lata del sheriff. Los de mi adolescencia blasonaban ser los ultras del equipo, pero no iban nunca al estadio, como ahora cabría preguntarle a los acérrimos partidarios de la derecha o del extremo patrioterismo hispano: si seguirán aplaudiendo con las orejas al zar de los drones sobre Kiev o al marshall octogenario que prohíbe nuestro orgulloso idioma de poetas y porqueros en las páginas webs oficiales, si entrambos deciden –es un poner-- entregarle Ceuta y Melilla a Marruecos, con tal de hacerle daño al Gobierno de Perro Sánchez. ¿Qué harán las populosas mesnadas del nuevo y españolísimo Frente de Juventudes cuando restauren la mili y les manden a hacer imaginarias al Este del Edén?

En este último caso, todavía estamos a tiempo. Ojalá utilicen en defensa propia esa democracia de la que tanto abominan y no voten a los malotes por la simple razón de que pueden terminar robándoles el bocadillo.

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