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OPINIÓN - La paz en Ucrania: ni tan fácil ni tan rápida. Por José Enrique de Ayala
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El Prismático es el blog de opinión de elDiario.es/aragon. 

Las opiniones que aquí se expresan son las de quienes firman los artículos y no responden necesariamente a las de la redacción del diario.

Ayudemos a Ucrania

Personas asisten a una manifestación conmemorativa del inicio de la guerra entre Ucrania y Rusia, en una fotografía de archivo. EFE/MARTIN DIVISEK

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Desde que Trump decidió dar un giro de ciento ochenta grados a las relaciones con sus históricos aliados, nuestra percepción de la guerra en Ucrania ha variado sustancialmente. Hasta hace poco, la mayoría veíamos la guerra con bastante distancia. En España acogimos a los refugiados ucranianos, formamos a algunos de sus soldados, apoyamos a Ucrania con armamento y dinero…, sentíamos solidaridad por el país invadido, pero no nos veíamos afectados directamente. Ahora, cuando nos vemos emplazados a compensar en parte la ayuda que niega EE.UU., aparecen más problemas, más matices en las responsabilidades de la guerra.

Es cierto que, con la desintegración de la URSS, Europa perdió la oportunidad de explorar la posibilidad de construir espacios comunes con Rusia que fuesen cambiando, incrementando poco a poco la confianza, las relaciones internacionales propias de la guerra fría. Nos dejamos llevar por los intereses de EE.UU. que, con el instrumento de la OTAN, emprendió una política de acorralamiento de Rusia. También, en alguna medida, es cierta la participación de Occidente -especialmente de EE.UU.- en el Euromaidán, las movilizaciones de 2013/2014 que derrocaron al presidente prorruso Víktor Yanukóvich. 

Por otra parte, hay quien encuentra en la historia un atenuante de la invasión rusa. Pero recurrir a la historia como justificante de determinados derechos es poco serio, primero porque habría que acordar cuál es el origen de la historia y, segundo y más importante, porque la historia puede explicar determinadas relaciones entre pueblos, pero no da certificado de garantía de ningún derecho. No creo que a nadie se le ocurra defender el derecho de los Borbones a reclamar, en nombre de la historia, la monarquía absolutista.

Pero hablando de historia, si bien es cierto que durante casi dos siglos -entre 1721 y 1917, gran parte de Ucrania formó parte del Imperio ruso, también lo es que antes, desde el siglo XIII, fue invadida, dividida y gobernada por Polonia, el Imperio austrohúngaro y el Imperio otomano. Y después, la República Socialista Soviética de Ucrania fue uno de los Estados fundadores de la Unión Soviética, firmando, en 1922, el Tratado de Creación de la URSS. Hay historia para todos los gustos.

Cuando hay un conflicto, podemos partir de que todas las partes implicadas tienen algo de responsabilidad, que no hay buenos ni malos al 100%, pero esto no nos puede llevar a ser equidistantes. Si repasamos la historia reciente, la que ha tenido como uno de sus protagonistas a Vladimir Putin, vemos que el presidente ruso ha intentado mantener el mayor control posible sobre las repúblicas que formaron parte de la URSS -la segunda guerra de Chechenia o la intervención en Georgia- y especialmente sobre Ucrania por su importancia geoestratégica y riqueza minera, aunque a veces se argumenten “razones” históricas o de otro tipo.

Sus argumentos para intervenir en Ucrania han sido distintos: desde la negación de la intervención de Rusia en 2014 en Crimea -los soldados rusos iban sin banderas y negaban serlo-, hasta la necesidad de defender a los ucranianos prorrusos del gobierno nazi de Zelenski, algo mucho más acorde con la estrategia inicial de conquistar Kiev en unos días. Y, siguiendo con este objetivo, en la visita a Kursk del día 12, el presidente ruso pidió a sus soldados acabar con los terroristas ucranianos. 

Si a la escasa credibilidad de Putin unimos los apoyos con los que cuenta -Trump y las derechas más extremas del mundo- no hay duda de a quién hay que apoyar, de que una victoria de Rusia sería un problema para quienes estamos por la paz, por una paz que contemple la defensa de los derechos humanos, la democracia y el Estado Social europeo.

Las guerras son horribles, y quienes peor parados salen son siempre las clases populares. Por eso es razonable pensar que hay que evitarlas o pararlas cuanto antes una vez comenzadas, pero en este caso yo tengo dudas también razonables. Los ucranianos podían haber evitado la guerra si no se hubiesen enfrentado al ejército ruso, si hubiesen aceptado un gobierno títere de Rusia, renunciado a la democracia. Pero no sabemos cuáles eran las intenciones reales de Putin, qué entiende por “desnazificar” Ucrania. Ni si pretendía “liberar” de los nazis a otros estados.

En estos momentos, a Zelenski solo le queda la salida de buscar un alto el fuego que conduzca a una paz no muy humillante -aunque cada día está más claro que Trump y Putin se van a repartir las riquezas de Ucrania. Una vez más Ucrania dividida y sometida a distintos imperios- y ojalá se hubiese buscado la salida antes. Pero los ucranianos confiaban en que la ayuda de Europa y EE.UU. iba a ser suficiente para equilibrar la desigualdad de partida con el ejército ruso y no solo no ha sido así, sino que Rusia se ha fortalecido con la ayuda de Corea del Norte. 

Cuando oigo a algún dirigente político -y no solo de Vox- decir que apoyar a Ucrania es estar a favor de la guerra, me entra cierto disgusto y tristeza. Algo parecido debieron pensar las democracias europeas en 1936 cuando decidieron no apoyar a la República, la parte agredida y más débil, mientras veían como Alemania e Italia sí apoyaban a los golpistas, la parte más fuerte. Quizás piensen que, para evitar la guerra, el gobierno de la República debería haberse rendido inmediatamente ante el golpe de Estado. No seré yo quien diga cómo tiene que responder la persona, colectivo o Estado agredido, pero si decide responder a la agresión, procuraré apoyarle en lo que pueda. A lo largo de la historia, nunca los poderosos han accedido a perder sus privilegios de forma pacífica.

Creo que el gobierno de Sánchez ha acertado en el enfoque de la ayuda a Ucrania, igual que me parece un acierto no pronunciarse a priori sobre la presencia de tropas españolas en territorio ucraniano como garantes de la paz. Habrá que ver la situación concreta, el grado de aceptación de los contendientes y el papel que tienen que desempeñar. En lo que sí nos debemos comprometer es en ayudar a Ucrania para obtener la mejor paz posible y en contribuir a la reconstrucción del país tras la firma de la paz.

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