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El Santander de los sueños rotos: metro, túneles y ascensores panorámicos que nunca se hicieron realidad

Proyecto de metro ligero en Santander a su paso por Castelar.

Olga Agüero

Santander —
30 de marzo de 2025 20:52 h

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La alcaldesa de Santander, Gema Igual (PP), presentó una infografía de la reforma de la dársena de Molnedo para una campaña electoral. La propuesta generó una considerable corriente de protestas. Algunos ciudadanos, probablemente en guardia tras la agresiva reforma de la Plaza de Italia, se opusieron con firmeza a los planes municipales de colocar un bisonte de gran tamaño decorado por el artista urbano Okuda en el espigón de Puertochico. Hubo hasta una campaña de recogida de firmas.

Pero Gema Igual enterró poco tiempo después ese proyecto y lo zanjó diciendo que la infografía era solo eso, una estampita electoral que no tenía por qué hacerse realidad. “La dársena de Molnedo es una actuación que presenté en campaña electoral, las campañas electorales las pagamos los partidos políticos y no es un proyecto definitivo”, espetó cuando los periodistas le preguntaron por la marcha atrás en tan poco tiempo. Lo que viene a confirmar que a menudo las propuestas son un mero señuelo, publicidad falsa electoral no vinculante con los ciudadanos que le votaron.

Quizá fruto de esa convicción se han venido ofreciendo imágenes futuristas de humo y ensoñaciones con reiterada profusión. Santander ha enterrado numerosos proyectos que solo palpitaron de manera efímera en el frenesí de las campañas electorales y sobre el papel o la fantasía de las infografías que, durante años, han alimentado sueños rotos en las rectas finales de las legislaturas, cuando queda poco tiempo para comparecer en las urnas. Más allá de eso, se gastaron miles de euros de dinero público en estudios previos, infografías y propaganda que no sirvieron para nada.

Los sucesivos equipos de gobierno del PP en Santander acumulan décadas de promesas de infraestructuras que nunca se han hecho realidad y que ahora duermen en el olvido de la hemeroteca. Son obras e iniciativas que podrían haber transformado una ciudad -para bien o para mal- que avanza con un urbanismo desordenado a golpe de improvisación con el lastre de un Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) de 1997, después de que hace ocho años se anuló judicialmente el de 2012. Recientemente, el Ayuntamiento reconocía que el nuevo plan urbanístico no estará vigente hasta 2030. Es decir, Santander tardará 14 años en renovar su PGOU. En paralelo, ha habido propuestas arriesgadas, polémicas, ambiciosas y, sobre todo, inexistentes.

Reordenación ferroviaria

Durante este tiempo, quizá la renuncia más llamativa es la tan reiterada reorganización de las estaciones y la reordenación ferroviaria. La ambición histórica fue el soterramiento de las vías de Renfe y Feve, que se reivindicó durante más de una década para acabar renunciando y aceptando otra fórmula más barata.

Una solución popularmente bautizada como “la losa”, que como su propio nombre indica supone elevar una plataforma superior, de entre 13 y 10 metros, sobre las vías para ‘dotaciones’’. Un ambiguo término urbanístico absolutamente inconcreto que abre la puerta a la improvisación y que cuestiona la utilidad del modelo.

En las elecciones de 2007, el aspirante a la Alcaldía por el Partido Popular, Íñigo de la Serna, propuso soterrar las vías para unificar en una sola estación FEVE, Renfe y el futuro AVE. Todavía estaban convencidos que de superaría los condicionantes orográficos y que llegaría a la capital. Sobre ese espacio se construirían viviendas, centros comerciales, zonas verdes y hasta un rascacielos de más de 130 metros de altura. Aquel sueño dio paso a una realidad muy diferente, un modelo low cost.

La nueva realidad, de momento sigue siendo también de papel, pero no se parece nada a aquello. Ahora se conforman con crear un espacio 'estancial' sobre la losa -elevada a la misma altura que el Parque del Agua- a la que se podrá acceder desde un ascensor.

Soterramiento de Marqués de la Hermida

Las estaciones no ha sido lo único que se ha intentado soterrar. En la última campaña electoral, Gema Igual prometió, con infografía incluida, soterrar el tráfico en la calle Marqués de la Hermida y desarrollar el área de Varadero. Allí se construiría un aparcamiento subterráneo para los vecinos y zonas verdes y deportivas.

En la misma comparecencia pública resucitó otro proyecto: el aparcamiento disuasorio de La Marga: 1.200 plazas en tres alturas con un autobús lanzadera. La alcaldesa reconoció que algunas iniciativas no habían podido hacerse “por el bloqueo y los obstáculos” del PRC. Ahora el número dos del Ayuntamiento, César Díaz, preside el Puerto. Y la presidenta de Cantabria es la líder del PP cántabro, María José Sáenz de Buruaga. Ya no hay excusa para no desarrollar estas iniciativas.  

Aunque es cierto que todos los partidos políticos han propuesto lo mismo. Desde el candidato regionalista en 2007, Vicente Mediavilla, hasta el PSOE en pasadas campañas han planteado alguna vez esta infraestructura que no avanza pese a contar con un evidente consenso. Felipe Piña (PRC) retomó la idea en los últimos comicios locales dentro del Proyecto Bocana, para transformar totalmente la entrada a la ciudad.

Ascensores panorámicos

Otra de las fantasías que generaron polémica fue el ascensor de vidrio panorámico del Chiqui, anunciado por Íñigo de la Serna (PP) en 2014, para subir desde el final de la Avenida Manuel García Lago hasta la senda de Mataleñas. Después de varios comunicados de rechazo por parte de algunas asociaciones pasó al olvido hasta que hace dos años y medio el Ayuntamiento recuperó la ocurrencia para su Plan de Movilidad Sostenible, que también incluye instalar otro ascensor entre las Estaciones y el Parque del Agua.  Ambos elevadores duermen, por el momento, en el silencio.

Al otro extremo de la ciudad, en Peñacastillo, también se prometió un elevador en la antigua cantera para alcanzar la cima de la peña, un mirador privilegiado que aún no existe. El proyecto era más ambicioso, puesto que llegó a circular una infografía que proponía una reforma más amplia del entorno bajo el epígrafe 'Área deportiva en Peñacastillo'.

Tres túneles

Íñigo de la Serna anunció en 2009 la construcción de un túnel entre las calles Camilo Alonso Vega y General Dávila. Ni siquiera le han cambiado el nombre a la calle para cumplir la Ley de Memoria Histórica y mucho menos se ha hecho realidad la infraestructura.

Siete años más tarde, el entonces concejal de Infraestructuras, César Díaz, anunció que la obra iba a costar siete millones y que estaría acabada al año siguiente. El año pasado alguien preguntó por esta ocurrencia y el Ayuntamiento respondió que ya no hacía falta porque el distribuidor de La Marga ha disminuido el tráfico en esta zona. Al parecer, ya no hay problemas de circulación entre el Instituto José María de Pereda y Las Carolinas. Otra infografía hecha añicos.

También se proyectó otro túnel peatonal, a finales de 2013, de 350 metros de longitud para comunicar la calle Vargas y la pasarela sobre las vías de tren que estaba construyéndose en la Peña del Cuervo. Es decir, conectaría el barrio Castilla-Hermida y la Alameda de Oviedo.

La infraestructura estaba presupuestada en cuatro millones de euros y el entonces alcalde, Íñigo de la Serna, anunció que se empezaría a construir en 2014. “En esta conexión se incorpora mentalidad y accesibilidad, rompiendo las formas tradicionales y avanzando en una extraordinaria etapa de progreso que se producirá en 2014”, vaticinó con desacierto en día en que presentó el proyecto. Al final quedó en agua de borrajas y en su lugar se instalaron escaleras mecánicas y rampas desde la calle Vargas hasta la calle Alta. Hubo un tercer conato de túnel de dos carriles y una vía de metro ligero entre las estaciones y la Avenida de los Castros del que tampoco se supo más.

Techo de la Plaza Porticada

Cuando se reconstruyó Santander tras el incendio, se dio vida a esta plaza llamada a ser el nuevo centro de la ciudad. La idea era que alrededor se instalasen los centros oficiales. Se consiguió en parte, con las actuales delegaciones del Gobierno y de Defensa, pero en el edificio destinado al nuevo Ayuntamiento acabó por instalarse Caja Cantabria porque el Consistorio finalmente se quedó donde estaba.

Cuando se peatonalizó La Porticada se optó por no poner bancos ni ornamentos ni zonas ajardinadas, así que quedó como una superficie gris de paso. Eso llevó a plantear cubrir la plaza con un techo de cristal para crear un espacio al aire libre protegido de la lluvia. Fue una propuesta electoral del candidato del PSOE en 2007, Jesús Cabezón, que luego ha sido secundada por otras formaciones políticas.

Este aparente consenso favoreció que doce años más tarde -menos mal que estaban todos de acuerdo- el Ayuntamiento llegó a presentar una especie de concurso de ideas para elegir el tipo de cubierta que ganó una “lámina espacial de malla triangular con doble curvatura de vidrio” y con cuatro apoyos situados a unos siete metros de las fachadas de La Porticada.

La operación 'techo' iba a costar siete millones de euros y estaría lista en 2021. Cuatro años después sigue lloviendo sobre la plaza y, de momento, como se bromea en las redes sociales, sigue siendo una 'Porticarpa' por la continua presencia de tenderetes en este espacio público.

Cinco líneas de metro

Durante algún tiempo también se nos prometió un tranvía o una especie de metro ligero -no se concretó bien- para unir las Estaciones con la Avenida de los Castros a través de un túnel. Otra entusiasta fantasía infográfica de tiempos de la época De la Serna, extraordinariamente prolífica en ideas que no pasaron del papel.

La cuestión es que los santanderinos podrían viajar en cinco minutos desde el tren al Rectorado de la Universidad de Cantabria, porque a esa altura emergía la boca del túnel desde el Pasaje de Peña. En aquel tiempo al alcalde le parecía “absolutamente viable” -la realidad obró el desengaño- que esa red de metro se prolongase hasta la entrada de Santander.

La apuesta estaba integrada en una apuesta mucho más ambiciosa: cinco líneas de metro ligero, cuyo estudio técnico de viabilidad presentó el alcalde De la Serna en 2008, aunque condicionado a otro análisis financiero que, al parecer, lo condenó al olvido.

Metrotus

Quizá aquella inquietud alumbró un posterior proyecto que fue el metrotus. Un extraño híbrido en su bautismo, porque en realidad se limitó a concebirse como un nuevo orden de las líneas de autobús que acabó con sonoras manifestaciones contra la alcaldesa, especialmente de los vecinos de la periferia forzados a hacer transbordos. Seis millones de euros después, Gema Igual dio marcha atrás tras seis meses de batalla ciudadana y restauró el viejo orden. “No es un fracaso”, declaró.

Quedan en el recuerdo algunos autobuses articulados que vienen muy bien para el servicio de la línea 1 y dos intercambiadores. El de Valdecilla solo es una parada al aire libre. El del Sardinero tiene sala de espera interior con pantallas de televisión y calefacción. La denominación oficial fue “sistema de autobús de alto nivel de servicio”. El nivel es, evidentemente, de mayor confort en la zona noble de la ciudad.

También dejó un 'carril bus' de uso exclusivo para autobuses y taxis. Para habilitarlo se eliminaron 38 plazas de aparcamiento, 130 de estacionamiento para motos, algunas paradas de taxis y zonas de carga y descarga.

Edificios de autor

En 2001 se anunció que el arquitecto Rafael Moneo construiría un edificio de diez plantas para el Gobierno de Cantabria en Puertochico. El proyecto se enquistó desde el inicio por las críticas al exceso de volumen. Después de algunas polémicas se acordó 'encoger' el edificio y reducir sus dimensiones, lo que obligó a reformar el proyecto inicial. A lo largo de los años se iban reduciendo las plantas y se iba incrementando el coste: de un presupuesto inicial de 30 millones se pasó a 55.

Una obra que se iba a estrenar en 2005, luego en 2009, hasta que finalmente se enterró en 2011. El Gobierno de Ignacio Diego decidió que el cubo de Moneo, que iba a albergar la sede del Ejecutivo autonómico, era demasiado caro y desestimó definitivamente el proyecto. En el mismo lugar se está construyendo ahora el Museo de Prehistoria, que inicialmente tuvo sobre la mesa infinidad de localizaciones alternativas.

Museo de Mansilla y Tuñón

Una de ellas fue precisamente el proyecto fallido del Museo Cantabria que diseñaron los arquitectos madrileños Emilio Tuñón y Luis Mansilla para ubicarse en la Vaguada de Las Llamas, un edificio con un diseño exterior cuya silueta evocaba los Picos de Europa.

Los socialistas se comprometieron, en vísperas de las elecciones de 2019, a hacer un parador nacional en el edificio de Correos del que nunca más se supo. En 2008 el equipo municipal del PP propuso hacer un gran centro cultural y de ocio en el campo del Racing y trasladar el estadio a otra parte.

El campo de golf del litoral norte también fue otra de las apuestas fracasadas. Un terreno de juego de 18 hoyos al que unía un museo marinero en La Maruca, un auditorio natural al aire libre en la antigua cantera de Cueto, una gran área deportiva y el paseo 'Las olas del Faro de Cabo Mayor'. Todo ello solo existió, como otros muchos proyectos, en la imaginación de sus inspiradores y en la fantasía de las infografías.

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