Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

Santander: 33 años de democracia con Franco debajo de la ventana de los alcaldes del PP

Retirada de la estatua ecuestre de Franco en el centro de Santander ante decenas de curiosos.

Olga Agüero

Santander —

2

En Santander, Franco siguió subido a su caballo hasta el invierno de 2008. Allí llevaba desde 1964 y allí se mantuvo impertérrito mientras a su alrededor bullía la Transición, la Constitución y la libertad e iban mutando las conversaciones de la plaza donde permanecía que, también, siguió llamándose del Generalísimo hasta bien avergonzada la democracia.

Los santanderinos acabaron por acostumbrarse a lo que nunca fue normal. Pero pasaron los años y los más jovenes ni siquiera identificaban al protagonista de aquella épica mole de bronce de siete metros de altura subida a una peana que hacía mucho más alto al dictador. Una tarde de verano se sucedió a sus pies la siguiente conversación:

-“¿Quién es ese señor del caballo?”, preguntó un niño.

-“No lo sé. A lo mejor es Hormaechea, que era muy famoso aquí”, respondió su padre.

Ya había llegado el euro y Franco seguía en pie. Todos los alcaldes que se fueron sucediendo le veían desde la ventana de su despacho. A ninguno le molestó la vista. Hasta que en 2008 se anunció al fin su retirada aunque no por motivos de higiene democrática. El entonces alcalde, Íñigo de la Serna (PP), lo envolvió en la necesidad de quitarla por las obras de remodelación del aparcamiento subterráneo que el autoproclamado caudillo tenía bajo sus pies. El argumento retrata el temor que tenía a defraudar y enfadar a parte de su electorado.

La operación de quitar la estatua despertó una enorme expectación. Entonces solo quedaban dos en todo el país: la de Santander y la de Melilla, que se retiró en 2021, aunque en este caso era una pieza reciente que se había instalado en 1978. Tres años después de la muerte del dictador.

Ese día de diciembre llegaron a la ciudad medios de comunicación nacionales que no daban crédito a que todavía permaneciese allí. Para muchos, fue un día de fiesta. Las Juventudes Socialistas repartieron pegatinas con el lema 'Santander, por fin, ciudad constitutional' y numerosos ciudadanos se acercaron para abuchear su retirada. Otros llevaron flores.

Costó varias horas de trabajo despegar al dictador del suelo. Los trabajadores lucharon durante toda la mañana con el fuerte anclaje de hierro que ataba las cinco toneladas de bronce a un pedestal de piedra. Cuando al fin la grúa elevó por el aire al jinete y su caballo el alborozo fue sonoro y unánime.

Hubo emociones encontradas. Un nostálgico gritó “¡Viva Franco!”, otra voz “¡Viva España!”, pero la mayoría del millar de personas que esperaba desde primera hora de la mañana estalló en aplausos y abucheos, celebrando un ajuste de cuentas tardío con el dictador a favor de la democracia.

Así se retiró la estatua del dictador: con 33 años de retraso, disimulada en las obras de un aparcamiento y con el compromiso del alcalde de que se exhibiría en un museo

El alcalde, Íñigo de la Serna, no estuvo presente. Pero fue un acto muy simbólico aunque llegase con tanto retraso y en unas circunstancias poco jubilosas por parte de una Corporación democrática.

La estatua de Franco se desmontó en varias piezas que están guardadas en un almacén municipal “hasta que se construya el futuro Museo de Cantabria”, comunicó el alcalde, que expresó su deseo de que vaya a parar a esta supuesta instalación, que aún no se ha construido ni hay planes para ello, “como elemento histórico de Santander”.

De momento, la infraestructura no está siquiera planeada y podría ser que la aspiración de sacar a Franco del trastero y reponer sus piezas ya no se mantuviesen vivas. Algunos ciudadanos ofrecieron dinero por plantarla en su jardín.

Así se retiró la estatua del dictador: con 33 años de retraso, disimulada en las obras de un aparcamiento y con el compromiso del alcalde de que se exhibiría en un museo.

No acaba aquí la historia. A la vez que retiraron a Franco, en un arrebato municipal de ilógica equidistancia, el Partido Popular de Santander también retiró un escudo de piedra atribuido a la República que estaba cerca del pedestal.

Costoso adiós a la Plaza del Generalísimo

Previamente ya había costado borrar el nombre de la Plaza del Generalísimo, donde estaba la estatua ecuestre. En 1999 se intentó sin éxito. La Comisión de Cultura del Ayuntamiento de Santander rechazó cambiar la denominación por Plaza de la Constitución, como propuso el PSOE. En contra de esta propuesta votaron PP y UPCA -el partido de Juan Hormaechea- y se abstuvo el PRC de Miguel Ángel Revilla.

Al salir de la reunión, el encargado de explicar la decisión fue el concejal de Festejos: “La iniciativa se ha rechazado para no abrir viejas heridas”, justificó Rafael de la Gándara, hoy diputado del Partido Popular en el Parlamento de Cantabria.

Hubo que esperar dos años más para que el Ayuntamiento de Santander cambiase el nombre a las plazas que desde 1937 estaban dedicadas a Franco y a José Antonio Primo de Rivera. Se optó por sus anteriores denominaciones: Plaza del Ayuntamiento y Plaza de Pombo.

Pero Santander, al parecer, ha llegado tarde a todo. Los símbolos y los rótulos de las calles franquistas se han quitado con cuentagotas. Cinco décadas después todavía quedan al menos 23 rótulos de calles que deberían haberse borrado.

Además quedó otro fleco pendiente. El dictador Francisco Franco Bahamonde conserva “todos los honores” en la ciudad, de modo que sigue siendo Alcalde Honorario de Santander y retiene, además, la Medalla de Oro, las llaves de la ciudad y la concesión de una placa de oro y brillantes al Mérito en la Reconstrucción.

Hace unos meses, en mayo de 2024, lo desveló el Grupo Socialista. La concejala de Cultura, Noemí Méndez, del PP, replicó que “hay que distinguir entre lo urgente y lo importante”. Parece que en Santander son dos conceptos extraordinariamente relativos.

Etiquetas
stats