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En la manifestación del pasado 8M una compañera de Amnistía Internacional me entrevistó y me preguntó: “¿Qué te ha enseñado el feminismo?” Mostrándole la pancarta que me había hecho para la manifestación, contesté: “Ser mujer es hermoso, eso es lo que me ha enseñado a mi el feminismo”.
Con tantas situaciones difíciles que vivimos las mujeres, con tantos mensajes confusos y tantas violencias sufridas a veces se nos olvida esta verdad fundamental “ser mujer es hermoso” aunque, ante alguna de las dificultades que la vida nos presenta por ser mujer, nos quejemos amargamente renegando de nosotras mismas: “¡Ojalá hubiera nacido yo hombre!, sería todo mucho más fácil”. Siempre presente esa idea, escondida en nuestra cabeza.
Por eso, el 8M pasado yo salí a celebrar para no olvidar que ser mujer es hermoso. Que tenemos un cuerpo fecundo que tiene la capacidad de concebir, alumbrar y alimentar vidas nuevas. Y que, más allá de si se decide o no ser madre (ese no es el tema), esa capacidad es todavía uno de los misterios más increíbles de la vida. Nuestros cuerpos tienen la sabiduría de la vida dentro de si mismos y cuando la vida moderna nos deja escuchar ese conocimiento aparece e ilumina nuestro alrededor. Ahora que las mujeres, a base de poner el cuerpo, estamos recuperando el conocimiento intelectual durante tanto tiempo expropiado de nuestras vidas, estamos creando nuevas formas de entender el mundo.
La sabiduría de lo corporal, la intuición, lo vivencial se funde en uno con las teorías feministas académicas que permiten nombrar lo que nos pasa, darle sentido más allá de lo individual para entender lo colectivo presente y vislumbrar alternativas de futuro. Lo intelectual trenzado con lo corporal hace que las vivencias individuales den paso a las experiencias colectivas que transforman el mundo. Y en eso estamos, mujeres, no es cosa de poco.
Ahora que las mujeres vamos recuperando el desarrollo intelectual, el placer como derecho y lo público (no solamente lo doméstico) como parte de nuestras vidas, nuestra sociedad está comenzando a entrever cómo son los seres humanos completos; estamos recuperando para la humanidad un modelo de ser humano integral que no tiene expropiadas ninguna de las capacidades con las que viene a este mundo y que, por lo tanto, puede hacer florecer a la humanidad entera. En esta recuperación de lo que nos ha sido expropiado llevamos las mujeres varios siglos de tarea: los resultados son visibles y esperanzadores. Este es el legado feminista para toda la humanidad presente y futura.
Y a los queridos hombres, amigos, hermanos, compañeros: entended pronto (por vuestro propio bien y el nuestro) que también vosotros sufrís expropiaciones de vuestra humanidad que todavía permanecen invisibles pero que se os cobran altos niveles de malestar y violencias. Nosotras, las mujeres, llevamos siglos de ventaja en lo de recuperar lo expropiado. Al principio, como os pasa a vosotros ahora, nuestras expropiaciones no tenían nombre pero poco a poco gracias al movimiento feminista hemos ido aprendiendo sobre lo que nos pasa en esta sociedad desigual y estamos construyendo un cuerpo de conocimiento compartido que arroja luz sobre lo conseguido y lo que queda por alcanzar.
De la misma forma también hay para vosotros esperanza, hombres en busca de la propia humanidad. Igual que nosotras estamos recomponiendo nuestro ser completo también vosotros podéis hacerlo. Es necesario para eso poder observar no solo lo que las mujeres necesitamos de vosotros, sino también lo que necesitáis vosotros para recuperar aspectos de la vida que son esenciales y, sin embargo, en este reparto desigual de las cosas no os están siendo asignados. La lucha feminista está clara y no es contra los hombres, es a favor del desarrollo de un ser humano completo.
Los hombres tenéis mucho que ganar si observáis qué es aquello que podríais mejorar con respecto a vuestros propios malestares y expropiaciones, que no tienen nada que ver con el avance de la igualdad de las mujeres en nuestras sociedades. No nos miréis con recelo porque nosotras avancemos, por el contrario sugiero aprender de nuestro camino, vosotros también podéis avanzar: solo hace falta cuestionarse qué precios estáis pagando por los privilegios de género que esta sociedad todavía os ofrece y ahí estaréis en ruta para poder revisar los contratos sociales que tanta desigualdad y bronca provocan entre hombres y mujeres. En esa tarea nos encontraréis para apoyaros en vuestra propia liberación.
Ser hombre también puede ser hermoso.
Mujeres hermosas, nos vemos el sábado en las calles.
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