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Opinión - Justicia: entre el bien y el mal. Por Rosa María Artal

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Trump juega al póker con el planeta

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“Drill, baby, drill” es el eslogan que utilizó Donald John Trump en la inauguración de su presidencia en el Capitolio al presentar el plan de emergencia energética nacional, uno de los ejes de su hoja de ruta “Make America Great Again”. También atacó a las energías renovables afirmando que los parques eólicos, tanto terrestres como marinos, “degradan nuestros paisajes y no sirven a los consumidores estadounidenses”. Inmediatamente, multinacionales del oligopolio petrolífero como British Petroleum, Shell o Equinor, anunciaron desinversiones en energías renovables y su apuesta por incrementar la extracción de hidrocarburos.

En su primer mandato Trump tardó tres años en concretar la salida de EE UU. del Acuerdo de París.  Lo anunció en 2017 y lo hizo en 2020. Fue revertido cuatro meses después por Biden en 2021. En su segundo mandato ha tardado menos de un día. El pasado 20 de enero se convertía en el 47º presidente de EE.UU. y cuatro horas después firmaba la orden ejecutiva para retirarse del Acuerdo climático de París. En una persona tan histriónica todo acto es un símbolo: sus primeras acciones son una declaración sobre cuáles son las prioridades de su agenda del Shock. Que las otras ordenes ejecutivas más significativas de ese primer día fueran sobre migración e igualdad, deja claro que ha acentuado, aún más, su carácter ultraderechista.

Recordemos que el Acuerdo de Paris sobre el Clima fue adoptado el 12 de diciembre de 2015 durante la conferencia de las Naciones Unidas sobre cambio climático (COP21). Reunió a 195 estados con el objetivo común de limitar el aumento de la temperatura global por debajo de los 2ºC. Para conseguirlo, cada país establece sus propios objetivos de reducción de gases de efecto invernadero. Estos objetivos se revisan y actualizan de acuerdo con los avances hechos y el consenso científico recogido por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC).

Indonesia es uno de los principales emisores de carbono en valores absolutos, pero en emisiones per cápita emite menos de una cuarta parte que los EE.UU.: tres toneladas de CO2 frente a trece. Durante la COP27, Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático llevada a cabo en 2022 en Egipto, desde la delegación oficial del mayor país del Sudeste asiático plantearon lo siguiente: “Si Estados Unidos no quiere cumplir con el acuerdo internacional, ¿Por qué debería hacerlo un país como Indonesia?” ¿Dónde está el sentido de la justicia aquí?“. Argentina, el pasado noviembre de 2024, retiró a su delegación de la COP29 y anunció su abandono del Acuerdo de París. Para el gobierno argentino ”el ambientalismo es parte de la agenda woke“.

Buena parte del éxito electoral de Trump se basa en su dominio en el uso disruptivo de las redes sociales. Ha conseguido que no se esté hablando lo suficiente de la que es la principal amenaza para la vida humana en el planeta, la Emergencia Climática, pese a que nos lleva a escenarios de vértigo, por el incremento de las temperaturas medias del planeta fuera de escala. Ha logrado desviar la atención utilizando otra amenaza, en la misma forma recurrente del ministro ruso de exteriores Lavrov, la de desencadenar la III Guerra Mundial. Como Macguffin, hay que reconocer que no es cualquier cosa.

Otra clave radica en esta afirmación: “exportaremos energía estadounidense a todo el mundo”. India, Japón y Corea del Sur ya han aceptado. Después de inundar los mercados con su gas de esquisto, beneficiándose del contexto energético creado por la invasión de Ucrania ordenada por Putin, y las restricciones al gas ruso, el nuevo gobierno estadounidense quiere alcanzar mayores cuotas de mercado. Ha nombrado, para ello, como secretario de Energía a Chris Wright, fundador de Liberty Energy y otras empresas dedicadas al fracking, técnica altamente contaminante prohibida en estados como España, pero que se permitirá en las reservas naturales de Alaska. Los compromisos asumidos por Estados Unidos en el marco del Acuerdo de París eran reducir para 2035 sus emisiones de gases de efecto invernadero entre un 60% y un 66% con respecto a los niveles de 2005. Con un secretario de Energía que afirma que “no hay crisis climática y no estamos en medio de una transición energética”, no se cumplirán.

Mientras escribía este artículo, la CNN informaba de al menos 35 personas muertas y casi medio millón sin electricidad en el sur de EE.UU. por varios tornados. Hay estudios científicos que correlacionan el cambio climático antrópico y el incremento de la severidad de los tornados. En 2016 el estudio “More tornadoes in the most extreje U; S; tornado outbreaks”, publicado en Science, identificó que en los últimos cincuenta años se han duplicado los “brotes extremos” de tornados. En 1965 se contabilizaron cuarenta tornados de estas características. En 2015 el número había aumentado hasta cerca de los ochenta.

La respuesta del negacionista con más poder del planeta ha sido recortar el personal: en total, 1.300 despidos entre el Servicio Meteorológico Nacional y la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA). Menos capacidad de predicción conllevará mayor mortalidad. Un detalle, tal vez no menor, es que, desde el pasado febrero, se exige a los científicos de la NOAA solicitar autorización previa para comunicarse con sus equivalentes canadienses.

A Trump se le pueden adjudicar muchos adjetivos denigrantes, pero no el de estúpido. Toma decisiones que perjudican a muchas personas en todo el planeta, pero su conducta tiene una lógica reconocible: la aplicación de la doctrina del Shock desde el exceso de poder presidencial que le confiere una constitución que ha envejecido mal y no se ha adaptado a las sociedades tan complejas como las que integran su país. Golpea con medidas injustas, que causan un enorme daño a millones de personas, de forma tan continua, abrumadora, que se asemeja a un brote de tornados que arrasan por donde pasan. Aturdida, la ciudadanía aún no ha reaccionado.

Los anuncios de incorporación forzosa de Canadá y Groenlandia, con escasa probabilidad de materializarse el primero no así el segundo, evidencian la contradicción de quien dice no creer en el cambio climático antrópico, pero actúa con un absoluto convencimiento de lo real de sus efectos. Entre estos destaca por sus consecuencias geopolíticas el deshielo del Ártico, que dará lugar a nuevas rutas marítimas por el norte para comunicar Asia y Norteamérica, “la ruta del noroeste” y “la ruta del norte”, que acortarán ese trayecto en una semana.

La minería en Groenlandia, posibilitada por el deshielo, es algo más probable que la minería en Marte promovida por el director del Departamento de Eficiencia Gubernamental, Elon Musk. El alto coste de ambas propuestas, además de una baja Tasa de Retorno Energético, hace improbable que se concreten en próximas décadas. Sin embargo, solo con su formulación, han contribuido a destruir el orden internacional establecido a finales de la II Guerra Mundial. Queda por conocer si tras estas amenazas hay una voluntad real de materializarlas o son un farol extremo.

En el póker prima la agresividad y la observación a diferencia, por ejemplo, del ajedrez, basado en la concentración y serenidad. El dueño durante veintiocho años del casino Taj Mahajl de Atlantic City, parece entender las relaciones internacionales como una partida donde él tiene la banca. En la economía mundial, el equivalente a la banca de un casino sería el control de la moneda en la que se compra y se vende la mayoría del petróleo y el gas.

La encuesta sobre la composición de las reservas oficiales de divisas del Fondo Monetario Internacional en 2022 fijaba para el dólar una participación en las mismas del 59%, el euro suponía el 21%, el yen el 5,8% y la libra esterlina el 4,8%. Antes de la aparición del euro, el dólar en el año 2000 alcanzaba el 70%. Los mercados indican una bajada progresiva del dólar como moneda de reserva.

Una causa fundamental del ataque de Trump a la Unión Europea radica en la competencia que supone el euro tras superar la crisis financiera global de 2008 y la pandemia del Covid-19.

Sin embargo, la mayor amenaza a la hegemonía del dólar no es el euro. En el verano de 2023 en la cumbre de Johannesburgo del grupo de los países que forman los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), se planteó la desdolarización de sus economías y la emisión de una nueva moneda. Con la incorporación el 1 de enero de 2024 de Arabia Saudí, Egipto, Etiopía, Irán y Emiratos Árabes Unidos, los que pasaron a denominarse BRICS + están en condiciones de dejar de alinear sus monedas con el dólar.

La imposición de su moneda es básica para que una potencia se convierta en hegemónica. La conversión en potencia hegemónica de EE.UU. desplazando al Reino Unido tiene una fecha: el acuerdo de Bretton Woods, de 1944. Después de dos años de negociaciones, los británicos debieron ceder y su negociador principal, Keynes, un economista mítico, aceptó que el dólar fuera la nueva moneda de referencia en lugar de la libra esterlina. El dólar pasó a ser la moneda dominante en los intercambios internacionales de acuerdo con el nuevo rol de hegemón global de los EE. UU. Se estableció que su valor vendría respaldado por una convertibilidad fija en oro. Así fue hasta el llamado “Nixón Shock”.

El déficit comercial al que se refiere, obsesivamente, el actual presidente norteamericano, no es novedad. Ocurrió por primera vez en mayo de 1971, con Nixon como presidente. Erosionado, además, por los costes de la Guerra de Vietnam, el sistema económico del “American way of life” había llegado a sus límites. Pese a la crisis, la inflación crecía. La respuesta de Nixon fue aranceles, congelación de salarios y precios, y el abandono del patrón oro. Estas medidas que afectaban gravemente a Europa y Japón se justificaban por “el trato injusto hacia el dólar”. Nixon forzó un acuerdo entre las principales economías que aceptaban la devaluación del dólar para hacer más competitivos a los productos estadounidenses. En 1973 colapsó el acuerdo. Las principales monedas pasaban a flotar libremente.

La ruptura del patrón oro en 1971 perjudicó también a los países productores de petróleo, ya que el valor de sus exportaciones pasaba a depender de la situación internacional. Fue por poco tiempo. La guerra árabe-israelí de 1973 cohesionó a los países árabes que integraban la OPEP y los precios se multiplicaron. El sistema del patrón oro había sido sustituido por el sistema del petrodólar cuya solidez era bidireccional: al cotizarse el petróleo en dólares, conservaba su papel de principal divisa; mientras, los países productores, en especial Arabia Saudita, obtenían las garantías de seguridad estadounidenses.

Medio siglo después, por primera vez una moneda podría desplazar al dólar. Como he descrito en párrafos anteriores, los llamados BRICS + tras la incorporación del principal exportador mundial de petróleo, Arabia Saudita, y respaldados por el enorme excedente comercial de China, están en condiciones de representar un reto a EE.UU. que no podría afrontar su déficit comercial si perdiera su moneda la condición de principal divisa de cambios. Las acciones de Trump se pueden entender como un intento de respuesta al conjunto de las situaciones antes descritas. Si hiciéramos una analogía histórica, las probabilidades de fracaso, como le ocurrió a Nixon, cotizarían al alza.

Hay formas de conseguir que el reordenamiento del sistema de relaciones internacionales- el antiguo sistema de bloques está definitivamente roto – pueda tener a medio plazo consecuencias más positivas que negativas. La Transición Energética Justa, basada en la implantación racional de las energías renovables, la eficiencia energética, la eliminación de la obsolescencia programada e inducida, la reducción de la contaminación, la movilidad sostenible, el modelo de ciudad 15 minutos, los canales cortos de distribución y el uso racional de los recursos, es la más realista de las alternativas para reducir nuestra dependencia exterior en situaciones geopolíticas inestables con altos costes en la competición por recursos escasos.

La Transición Ecológica Justa, en la que es fundamental la transición energética, es la mejor oportunidad para conseguir sociedades cohesionadas, donde la igualdad sea cada vez mayor. Sólo el reparto equitativo de los recursos y de las cargas, permitirá conservar, o recuperar, formas democráticas de regirnos y organizarnos. La lucha contra la desigualdad es tan determinante e imprescindible como la mitigación de emisiones de CO2 o la adaptación a los efectos del Cambio Climático.

Es ilusorio pensar que más armas van a garantizar la seguridad de las sociedades democráticas, frente a agresiones externas. La seguridad que proporciona una ciudadanía cohesionada y comprometida en la defensa de unos valores que ofrecen una vida digna para todos y para todas, más la que otorga la soberanía energética, alimentaria, y una economía diversificada, sin monocultivos económicos que la fragilizan, es mucho mayor que la de cualquier programa de armas. En tiempos complejos y difíciles, y estos lo son, la apuesta por la Ecología no es una opción, es la única forma de garantizarnos un futuro.

No hay más realpolitik, no hay mayor realismo político que afrontar la situación de crisis ecológica en la que nos encontramos, resultado de décadas de negacionismo, y tomar medidas urgentes y suficientes. No son tiempos para más greenwhasing; es tiempo de políticas y compromisos reales. De reforzar la democracia representativa combinándola con formas de participación directa. ¿Por qué no, por ejemplo, estudiar la conversión del Senado en una asamblea ciudadana con sus integrantes elegidos por sorteo? ¿Arriesgado? Puede. Pero no más que seguir con el inmovilismo: si las sociedades, las tecnologías, evolucionan, existe el riesgo de que las formas de representación dejen de serlo sin una evolución paralela.

Quienes vivimos en el País Valenciano, y más si es en las comarcas afectadas por la DANA del 29 de octubre, hemos visto lo que nos deparará el futuro, si los gobiernos están en manos de neoliberales, neofascistas o neoconservadores. Viejas políticas, mil veces fracasadas, que solo la ignorancia del pasado explica que vuelvan a tener apoyos en las urnas. Debemos ofrecer alternativas ilusionantes para que la elección no tenga que ser como la de las presidenciales estadounidenses, donde entre lo malo y la nada, se eligió lo malo.

Trump va a fracasar, pero no cambiaremos el futuro si mientras eso ocurre no construimos espacios y propuestas que actúen como profilaxis de los próximos Trump, que sin duda aparecerán. Espacios que generen esperanza en los pueblos de todo el planeta y que muestren que es posible alcanzar sociedades justas y equitativas. La Unión Europea solo garantizará su continuidad si se transforma en uno de esos espacios. Como sociedades que nos hemos beneficiado durante siglos de los recursos extraídos en otras partes del planeta y que hoy aún contamos con mayores medios económicos, tenemos la obligación de ser vanguardia y de contribuir al bien global. Debemos ofrecer un modelo alternativo. Desde la Ecología Política, creemos que la transición ecológica justa, lo es.

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