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El profesor que regaló el universo a sus alumnos

Planisferio celeste en el IES Luis de Góngora

Aristóteles Moreno

5 de abril de 2025 20:39 h

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Algo estaba cambiando en la historia de España a finales del siglo XIX. El 13 de octubre de 1892, Madrid celebró un evento decisivo que iba a marcar una renovación sin precedentes en el sistema educativo de un país lastrado por el conservadurismo católico. El Congreso Pedagógico Hispano-Americano reunió en la capital de España a un puñado de insignes intelectuales empeñados en la transformación y modernización de la enseñanza, controlada históricamente por la Iglesia y el pensamiento tradicional.

El Congreso Pedagógico fue auspiciado por la Institución Libre de Enseñanza (ILE), creada en 1876 en respuesta al decreto del Gobierno conservador de Cánovas del Castillo que fulminó la libertad de cátedra y ordenó la sumisión de la educación española al dogma religioso. Tres de los organizadores del Congreso eran miembros destacados de la Institución Libre de Enseñanza: Francisco Giner de los Ríos, Gumersindo de Azcárate y Rafael María de Labra, presidente del gran simposio educativo.

El Congreso Pedagógico registró la participación de Emilia Pardo Bazán, que defendió el derecho a la enseñanza de las mujeres, vetadas hasta entonces en la universidad española. Pero eso es harina de otro costal. Alentado por la defensa del pensamiento científico, el simposio también incentivó la divulgación de la geografía astronómica y la construcción de bóvedas celestes en los colegios para reforzar el “conocimiento directo e intuitivo de la constitución del universo”.

Tres años después de aquel hito cultural, 450 kilómetros al sur de Madrid, en un pueblo de la Subbética cordobesa, un catedrático de instituto se puso manos a la obra. Francisco Garrido Hidalgo, profesor de Geografía e Historia y director del Aguilar y Eslava, siguiendo las recomendaciones del Congreso Pedagógico Hispano-Americano, diseñó un planisferio celeste de 3,30 metros de diámetro para que sus alumnos tuvieran sobre sus cabezas la representación del universo.

El sorprendente mapa cósmico, en forma de bóveda, fue instalado en 1895 en el Aula de Geografía. Así lo certifica la memoria de apertura del curso académico: “El Aula de Geografía ha hecho la importante adquisición de un hemisferio celeste boreal pintado al óleo (…) siendo debida a la ejecución material y técnica al estudio y laboriosidad del catedrático de la asignatura D. Francisco Garrido”.

Diez años después, el profesor Garrido vuelve a delinear un nuevo planisferio, esta vez en el Instituto Góngora de Córdoba. La nueva guía celeste también está pintada sobre lienzo y montada sobre un bastidor giratorio de 4,5 metros de diámetro, que ocupa toda la anchura del aula. En un letrero informativo, se anotan todos los símbolos del planisferio. Y añade en latín: “Yo soy el autor y he pintado con mis propias manos este firmamento que contiene, en el horizonte de Córdoba, las estrellas que se pueden contemplar a simple vista. Lo he hecho sin esperar recompensa alguna, sino por el puro placer de hacerlo y para un mejor aprovechamiento de los alumnos”.

Ciento veinte años después, los dos planisferios escolares han cobrado un valor documental indudable. Son los únicos de los que se tiene constancia en toda España. Y, aunque el tiempo ha deteriorado significativamente el color y el tejido, aún exhiben su singular originalidad como material escolar de primer orden.

“Son únicos en el ámbito educativo español”, asegura Salvador Guzmán, director del Instituto Aguilar y Eslava de Cabra. “No hay nada parecido en toda España”, remarca. Por esa razón, los dos centros de bachillerato han decidido solicitar su declaración como bienes de interés cultural (BIC). Su protección legal por parte de la Consejería de Cultura “permitirá que no se desmonte ni se intervenga sin autorización”, aclara el profesor Guzmán.

Poco se sabe del catedrático Garrido. Apenas una mera referencia sobre la autoría del planisferio y que era “versado en astronomía”. Es ascendiente de una conocida familia agabrense, que aún hoy regenta una ferretería del mismo nombre en el pueblo cordobés. “No me consta que fuera miembro de la Institución Libre de Enseñanza”, precisa el director del instituto. Otro profesor de la época sí formaba parte de la avanzada organización educativa constituida en el XIX. Se trata del catedrático de Historia Natural Juan Carandell y Pericay. El instituto Aguilar y Eslava, fundado en 1679, figuraba a la “vanguardia en temas educativos”, según sostiene Salvador Guzmán.

Los sorprendentes planisferios de Cabra y Córdoba son una “maravilla”, a juicio del astrónomo Paco Bellido. “Una iniciativa de este tipo abría la puerta a un mundo desconocido a los chavales de la época”, subraya el autor de numerosos artículos publicados en la plataforma científica Naukas. Bellido cree un acierto tramitar su protección como bienes de interés cultural por parte de la Junta de Andalucía. “Es un legado científico que tenemos en Córdoba y hay que proteger. Me extraña que no se haya hecho antes”.

El astrónomo cordobés se deshace en elogios del instituto Aguilar y Eslava. “Tiene unos fondos absolutamente maravillosos. Conserva antiguas colecciones de minerales y animales disecados, y protegerlas es súper importante”, remarca en conversación telefónica. Tanto el centro de Cabra como el Góngora, de Córdoba capital, son los dos institutos más antiguos de la provincia, en cuyas aulas han estudiado muchas personas de “primer nivel”, según subraya Bellido.

Los planisferios del profesor Garrido, no obstante, presentan una anomalía que solo un experto puede advertir. “A golpe de vista me di cuenta de que no era la latitud de Córdoba”, puntualiza el astrónomo cordobés. El firmamento que pintó el catedrático Garrido no correspondía con el cielo que se observa desde Cabra ni desde la capital, como erróneamente señaló en el letrero explicativo de los hemisferios celestes. “Solo tienes que fijarte en la Estrella Polar”, indica Bellido. “Y ves que el plano estaba hecho a 40 grados, que es la latitud de París”, precisa. ¿De dónde sacó entonces el profesor Garrido el cielo representado en los planisferios? “Me puse a buscar y encontré el libro de Français Arago, de donde sospecho que está sacado”. El planisferio del Góngora contiene más información y, en opinión de Paco Bellido, pudo haber sido extraído de otro volumen de divulgación astronómica publicado en el XIX por Camille Flammarion.

La diferencia entre el firmamento de París y el de Córdoba apenas alcanza los siete grados de latitud. “A simple vista, no es mucho”, argumenta Bellido. “Las estrellas que se ven en París son prácticamente las mismas que se ven en Córdoba. No hay tanta diferencia”. Al profesor Garrido le resultó previsiblemente más cómodo copiarlo de los manuales de astronomía de la época que hacer la conversión de coordenadas correspondiente.

El expediente de protección de los dos planisferios ha sido admitido a trámite por la Consejería de Cultura. Los directores del Góngora y el Aguilar y Eslava son conscientes de que se trata de un trámite lento, pero están convencidos de que finalmente serán inscritos como BIC. Salvador Guzmán ya tiene experiencia en la solicitud de expedientes de esta naturaleza.

Si no se tuerce nada por el camino, Córdoba incorporará otros dos tesoros BIC a su prominente legado patrimonial. En este caso, dos joyas que inmortalizan una época en que la ciencia se abría paso a duras penas gracias a la labor admirable de profesores como aquel catedrático que le regaló el universo a sus alumnos.

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