Así dominaron los romanos la Sierra de Córdoba

Córdoba miró antes a la Sierra que a la Campiña. Los antiguos dominios de la Corduba prerromana e incluso de los de la posterior Colonia Patricia intentaron siempre dominar Sierra Morena, la cuna de los grandes recursos mineros. Fue gracias precisamente a este material, tan necesario para Roma, en los que se sustentó la riqueza de una ciudad que en época imperial pasó de estar construida en madera a hacerlo en mármol y piedra.
A través de un artículo científico publicado en la revista Al-Mulk, el profesor de la Universidad de Córdoba, Antonio Monterroso Checa, ha descrito cómo las últimas investigaciones han consolidado la teoría de la dominación de la Córdoba romana de las minas de la Sierra. El objetivo era salvar una enorme pared, de 500 metros de desnivel, hacia la llanura del río Guadiato, entre la actual Sierra Morena y el embalse de Puente Nuevo. Primero, se aprovechó la ruta prerromana y tartésica, a través de la actual Cuesta de la Traición. Después, los romanos optaron por dominar la naturaleza, creando una nueva vía, la Corduba-Emerita Augusta, construyendo un puente sobre el arroyo Pedroche que aún hoy se conserva y una carretera cuya huella es aún visible en la conocida como Loma de los Escalones.
Según el profesor Monterroso Checa, la conquista de la sierra cordubense se enmarca en las intenciones de las construcciones viarias dentro del ámbito ecuménico romano. El dominio de los montes permitió el desarrollo del norte y su conexión con las comunicaciones a través del valle bético, que eran las puertas del imperio. En época imperial romana, el norte quedó perfectamente unido al valle, desarrollando su mayor potencialidad logística, económica y social. Sin embargo, el artículo también revisa las comunicaciones con el sector septentrional desde la Corduba prerromana y la primera implantación de época romana.
Córdoba, situada al pie de Sierra Morena con abundantes metales al norte y la fértil campiña bética al sur, dominaba las vías de comunicación naturales entre ambas zonas, ubicándose estratégicamente en el Guadalquivir. Esta posición la convirtió en un canal excepcional de riqueza sierra-valle, lo que motivó su preeminencia y capitalidad en época prerromana y romana. Esta importancia continuó en época andalusí, aunque la investigación sobre las explotaciones mineras en este periodo aún necesita más desarrollo.
Una ciudad siempre rica
La conexión y el tráfico de estas riquezas hicieron de Córdoba una ciudad siempre rica, cuyo máximo aprovechamiento se alcanzó en época romana imperial. Fue entonces cuando se incentivó la gestión y la conexión adecuada de los territorios bajo la jurisdicción de Corduba para explotar al máximo sus recursos, siendo los lingotes y el aceite elementos icónicos. Las vías de comunicación entre las sierras y el valle del Guadalquivir fueron cruciales para este propósito.
Tradicionalmente, el conocimiento de la sierra cordobesa había sido limitado debido a lo abrupto e inaccesible del terreno. Sin embargo, investigaciones recientes de la Universidad de Córdoba, utilizando la teledetección, han descubierto numerosos yacimientos prerromanos, romanos y andalusíes, así como tramos significativos de las vías de comunicación principales, ofreciendo una visión más clara del panorama.

Un aspecto fundamental para comprender la investigación es la definición geográfica del territorio de Corduba en la Antigüedad. El ager cordubensis llegaba hasta Espiel por el norte, mientras que el conventus Cordubensis se extendía hasta las cercanías del Anas, incluyendo Sisapo e Iliturgi. Esto demuestra que la tierra de Córdoba era mayoritariamente sierra, rica en minas, convirtiendo a Córdoba en la cabeza de un potente distrito minero, su principal fuente de riqueza. Esta zona se encontraba dentro del ámbito serrano de la tierra aurífera más destacada de la antigüedad hispana, los montes de la Bética.
En época prerromana, una parte del territorio suroccidental de la actual provincia de Ciudad Real y el sureste de Badajoz estaban bajo la influencia de Corduba. Medellín era el otro extremo de la vía principal que cruzaba este sector hasta Córdoba. Esta situación tiene su origen en época tartésica, cuando yacimientos y vías adquirieron una estructura coherente e interconectada con las cuencas del Guadalquivir y el Guadiana. La ruta natural que unía la cuenca del Guadiana con la del Guadalquivir a través de Cerro Muriano y el valle del Guadiato, con Córdoba como punto central, se vio potenciada por los hallazgos arqueológicos. El eje principal de vertebración del territorio era la combinación del río Guadiato y la posterior vía Corduba-Emerita, cuyo origen era un antiguo camino calcolítico y protohistórico que conectaba Córdoba con Medellín y Cáceres.
Las vías hacia el norte
La vía que salía hacia el norte de la antigua Corduba probablemente no fue la misma que alcanzó preeminencia en la época imperial. Desde Colina de Los Quemados, la principal conexión con el valle del Guadiato debió ser la conocida como Cuesta de la Traición, que, evitando las estrechuras del río, alcanzaba el valle en la zona del embalse de Puente Nuevo. Allí confluía con otra vía que ascendía por el arroyo de Pedroches y/o el santuario de Linares hasta Torreárboles y Cerro Muriano, llegando también a la zona del embalse. No se tiene certeza de que esta vía protohistórica siguiera el mismo trazado que la posterior vía romana. Es más probable que aprovechara las vaguadas de los arroyos. La vía de la margen izquierda estaba algo alejada de la ciudad prerromana, adquiriendo mayor importancia tras el traslado de la ciudad romana hacia el noreste y su conexión con las puertas norte y este. Un segundo trazado prerromano hacia el norte debió salir por la puerta norte de la muralla prerromana, remontar el arroyo del Moro y, cruzando el futuro emplazamiento de la ciudad romana, alcanzar el arroyo de Pedroches. El posterior Decumano romano podría ser la fosilización de este trazado prerromano.
La vía más natural de conexión de la Corduba prerromana con el norte, la Cuesta de la Traición o el Camino del Pretorio, debió ser la principal en época tartésica y en los momentos iniciales de la ciudad. La “fundación” de Claudio Marcelo se interpreta como la consagración de la antigua Corduba mediante un pacto con las poblaciones indígenas, un modelo común en el mundo romano para asimilar centros urbanos prerromanos. La zona de la Córdoba romana fundacional sería inicialmente un campamento, donde residieron magistrados romanos. No hay restos de muralla en el centro de Córdoba anteriores a los años 80-70 a. C., lo que sugiere que la ciudad se desarrolló a partir de este campamento. Cecilio Metelo Pío, gobernador de la Ulterior, pudo haber financiado las primeras murallas de Corduba a finales del siglo I a. C.. La puerta norte de este campamento, la posterior Puerta de Osario, se dirigía directamente hacia la Sierra, conectando con la Cuesta de la Traición, que era la principal vía de comunicación con el norte en época tartesia y republicana. Esta vía prerromana debió ser terriza y sinuosa, adaptándose a las curvas de nivel entre Los Morales y la presa de Puente Nuevo, sirviendo como un desfiladero hacia el valle del Guadiato. Los arroyos se salvaban mediante vados, sin la existencia de puentes, según detalla el profesor de Arqueología.

En época imperial, la ingeniería romana se caracterizó por superar las dificultades naturales, modificando el terreno y construyendo infraestructuras como puentes. Las vías de comunicación adquirieron un valor extraordinario como símbolos de la presencia de Roma y de la unificación del Imperio. Corduba, como sede de los procónsules de la Ulterior y la Bética, se convirtió en el centro de la organización del territorio. La construcción de la muralla y las puertas de salida marcaron los ejes viarios de la interacción romana en el territorio cordubense. La puerta norte, la Puerta de Osario, era crucial, enmarcando las vías que se adentraban en la sierra por la actual avenida del Brillante y la subida a Peñatejada mediante el puente del arroyo de Pedroches. Estas dos rutas estaban diseñadas para conectar el valle del Guadiato por ambas márgenes. No se conocen túneles ni grandes aterrazamientos como en otras vías romanas. Sin embargo, los puentes, como el del Arroyo de Pedroches, simbolizaban la capacidad romana de vencer la naturaleza. Este puente era un cruce importante entre las comunicaciones este-oeste a través de la Vía Augusta y la dirección norte hacia Emérita.
La nueva ubicación de la Corduba romana, más hacia el norte, reflejaba la intención de articular tanto la ciudad del río como la de los montes. La Via ad Montes, que salía por la puerta de Osario y atravesaba la zona de la Calle Nogal, se dirigía hacia la Cuesta de la Traición o Camino del Pretorio. El nombre Via ad Montes proviene de una inscripción que menciona una servidumbre de paso para los carros de la Societas Sisaponensis hacia las minas de la sierra. Esta vía monumental salvaba un gran desnivel en poca distancia. Para su construcción, se canalizó el Arroyo del Moro. Esta obra romana permitió una comunicación sin precedentes con el interior de la Sierra, facilitando la explotación minera y el establecimiento de nuevos asentamientos.
La gran vía Corduba-Augusta Emerita, cuyo nombre se conoce de época bajo imperial, fue estudiada por la Universidad de Córdoba. La Loma de los Escalones representa un esfuerzo de ingeniería similar a la Cuesta de la Traición, permitiendo ascender casi rectilíneamente hasta Cerro Muriano y continuar hacia Peñarroya y Fuente Obejuna. Al inicio de esta vía se encontraba el puente del Arroyo Pedroches, de época flavia (finales del siglo I d.C.), lo que sugiere que la infraestructura localizada al norte de Córdoba corresponde a esta cronología. Esta época coincidió con el mayor rendimiento de las minas del norte y el auge de ciudades del conventus Cordubensis como Regina, Mellaria, Baedro, Solia y Sisapo. Esta vía era esencial para la evacuación de la riqueza y la conexión de estos territorios serranos con el valle. Gracias a estas conexiones, el norte pudo salir del anonimato y tener un flamen provincial.
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