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RUIDO Y SILENCIO

Vicios y costumbres

Obra hermética, de Moebius
7 de marzo de 2025 22:21 h

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Suelo meterme en la cama con las manos manchadas por el vicio de la tinta. Novelas policíacas o del Oeste, por si de estas cosas sucede el milagro y, al otro día, me despierto entre las páginas de El halcón maltés. Son cosas que uno viene cultivando desde que era un micurria y los tebeos se enredaban entre las sábanas cuando el sueño vencía. 

Luego llegaron las publicaciones para adultos, las historietas gráficas -cómics- que aparecieron en los quioscos durante la explosión de los ochenta y que yo cambiaba en el Rastro, los domingos, donde me acercaba a fumar canutos y a ver lo que se cocía. Fue entonces cuando empecé a frecuentar una música abstracta, una corriente de jazz sin amarres armónicos cuya base es la improvisación. Porque si en el free jazz existen las normas de la tonalidad,  sólo es para saltárselas. No hay otro principio. 

Así conocí a Charles Mingus, a Ornette Coleman, a Archie Shepp y a toda aquella pandilla que se permitía el lujo de colarnos la música con la que bailaba su inconsciente. De todos ellos, el disco al que tengo más cariño es al de Sun Ra titulado The Magic City donde se exploran los límites de la locura cósmica. Fue grabado en 1965 y, a veces, pienso que mi madre lo escuchó por accidente cuando yo estaba a punto de nacer, pues la primera vez que llegó hasta mis oídos me di cuenta de que ya lo había escuchado yo antes. 

Aquella música tenía mucho de absurdo, se hermanaba con el teatro de Beckett o con los delirios de Joyce, pero yo no encontré mejor ejemplo gráfico para identificar aquella música del demonio que las viñetas que traía el Metal Hurlant firmadas por Moebius en El garaje hermético, una revolución de creatividad donde el dibujante francés daba rienda suelta a su talento, improvisando, viñeta a viñeta, todas sus inquietudes vanguardistas. De una incongruencia atractiva,  El garaje hermético se convirtió en la antesala de mis sueños más profundos. Removía mi inconsciente de tal manera que, cuando me despertaba, lo hacía dentro de una viñeta acompañado por el mayor Grubert, el personaje que vestía a la manera de un militar de la época colonial y cuyas peripecias tenían tanto que ver con el absurdo como con el estado de ánimo de Moebius, quien también se distinguía dentro de la propia historieta caracterizado como Umberto Manteca. 

La ciencia ficción, la sátira y, sobre todo, la libertad para empastar distintos géneros en una secuencia de viñetas, hacían de El garaje hermético una obra explosiva, imposible de clasificar sin equivocarte. Ahora los de Reservoir Books la han reunido de nuevo junto a Arzach, El mayor Fatal y varias decenas más de historias que se curreló el Moebius para la revista Métal Hurlant. Un volumen tocho que lleva por título Obra Hermética y que estas últimas noches me estoy llevando a la cama. Y lo hago sin importarme aparecer a la mañana siguiente en un mundo de tres niveles del que sólo es posible salir con ayuda del abrelatas. 

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