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ENTREVISTA
Neurocientífica

Nazareth Castellanos, sobre los 'gurús' de la salud: “Estamos perdidos y los menos preparados han cogido el micrófono”

La neurocientífica y divulgadora Nazareth Castellanos combina ciencia y poesía en el espectáculo 'Poesía y cerebro'.

Alejandro Alcolea

Mallorca —
11 de marzo de 2025 06:01 h

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“Todo ser humano, si se lo propone, puede ser escultor de su propio cerebro”, es una de las citas más conocidas de Santiago Ramón y Cajal. Con esta frase, fruto de sus reflexiones en su autobiografía Recuerdos de mi vida, el padre de la neurociencia moderna sostenía, hace más de un siglo, que el cerebro puede cambiar y moldearse a lo largo del tiempo. Esta idea, que hoy se conoce como neuroplasticidad y que explicaría que es el ser humano el que manda sobre el cerebro y no al revés, es uno de los grandes debates de la neurociencia contemporánea.

Ante los enigmas todavía por resolver que atraviesa la ciencia de la mente, así como el reduccionismo científico o la histórica “disputa” entre la comunidad científica y las humanidades, la neurocientífica y divulgadora Nazareth Castellanos toma el testigo de quien fue Premio Nobel de Fisiología y Medicina en 1906 y apuesta por un saber ampliado, humanista e integral que vaya más allá de los límites de la propia mente para poder entenderla. El cuerpo, la respiración, la curiosidad e incluso el arte son, según la científica, fuentes de salud. De hecho, recientemente se ha propuesto llevar esta reflexión a la práctica a través de un proyecto que toma como bandera la suya propia: la unión de las ciencias y las humanidades. 

Poesía y cerebro es un espectáculo científicopoético donde Castellanos, acompañada por la filóloga y actriz Marisol Ramírez, combina la poesía con la ciencia como instrumentos para reflexionar sobre la psicología humana. Lejos de ser una conferencia o recital, esta obra, dirigida por Assun Planas, ha llevado a los espectadores del teatro Xesc Forteza de Palma por un viaje a través de una antología poética y su explicación neurocientífica. Hablamos con ella sobre neurociencia y este teatro científico de las emociones.

¿Cómo de lejos queda una teoría general para explicar el funcionamiento del cerebro?

Yo creo que tal vez una ley general para todo el cerebro, como la unificación de las energías en la Física, es todavía muy difícil. Queda mucho por avanzar sobre cada uno de los mecanismos y las partes que lo componen. La neurociencia, como tal, tiene apenas cien años, que es muy poco tiempo. Le debemos su nacimiento a Ramón y Cajal, pero estamos hablando de 1906 y eso es un periodo muy corto. Afortunadamente hemos avanzado enormemente, pero aún queda muchísimo por descubrir. Y eso, de alguna manera, es bonito, porque partimos de una humildad. A pesar de lo que sabemos, seguimos en pañales. 

Hablando de Ramón y Cajal y recuperando su célebre cita sobre la escultura del cerebro, ¿hasta qué punto es moldeable la mente según la neurociencia actual?

Cada vez tiene más vigencia esa frase. Intento entenderla desde la ciencia, cien años después de Cajal, y creo que es algo que tenemos que recuperar: la responsabilidad sobre nosotros mismos, el hecho de que podemos ser escultores de nuestro propio cerebro. Eso encuadra con una de las grandes teorías actuales: ¿qué hace funcionar al cerebro, el cerebro mismo o el ser humano? Es uno de los grandes debates de hoy. Creo que necesitamos volver a esa frase, pero con una mirada más responsable. Para mí, lo interesante es la última parte: “Si te lo propones”. Claro, si te lo propones. El problema es que no siempre nos lo proponemos.

La influencia de las redes sociales está llevando a mucha gente a buscar consejos sobre salud mental que no siempre tienen garantías científicas. ¿Cómo valora toda esta hiperconversación sobre el tema? ¿Cree que es beneficioso o que, por el contrario, puede ser perjudicial?

Yo aquí entono un mea culpa hacia la comunidad científica, más que hacia la gente. Si quienes estudian estos temas no los divulgan, entonces serán otros quienes hablen de ellos. Es comprensible, porque si no tienes acceso a información confiable, alguien más te dice lo que deberías hacer, y le sigues. Creo que hay mucha resistencia en el mundo científico a divulgar, y eso es un problema, porque si no lo hacemos, alguien más tomará el micrófono, aunque no esté completamente preparado. Ahí hay una falta de responsabilidad. Por otra parte, también hay que tener una visión crítica. Es importante probar lo que nos dicen, pero con prudencia. Las cosas radicales me suelen asustar, como “no comas nunca esto”, “no hagas esto o aquello”. Todo lo que sea prudente y razonable me parece más riguroso y adecuado.

Recientemente ha estallado la polémica en torno a Marian Rojas Estapé y los enfoques que miran el dolor humano desde una perspectiva exclusivamente científica, olvidando factores sociales y económicos. Algunos la consideran reduccionista y neoliberal. ¿Cómo valora esta discusión?

Bueno, por supuesto, cualquier enfoque debe ser integral, porque lo que concierne a la salud, tanto física como mental, y eso es algo muy complejo y holístico. En cuanto a lo que algunos psicólogos o sociólogos critican como reduccionismo en la ciencia, me preguntaría si ellos mismos incorporan lo biológico en sus explicaciones. Creo que el ataque que ha recibido ha sido algo exagerado. No me identifico del todo con su expresión, pero me parece que ha sido desmesurado. A veces, cuando una mujer dice algo, es criticada incluso más duramente que si lo dijera un hombre, lo cual es algo que, lamentablemente, suele ocurrir en la divulgación científica.

A pesar de todo, creo que cada persona habla desde su propia especialización. Así como yo hablo desde la biología del cerebro, un cardiólogo probablemente consideraría incompleta mi visión de un proceso ansioso, pero es que yo hablo desde el lugar que he estudiado. Yo siempre asumo que el interlocutor que me escucha es inteligente y, por supuesto, hay que recordar que esta es solo una parte de la historia. Lo mismo ocurre con quienes hablan de dietas, pueden ser expertos en nutrición, pero esa no es la solución completa. Eso es lo que ellos conocen, pero no debemos perder de vista que hay un enfoque multidisciplinar que es fundamental.

Yo creo que el éxito de personas como Marian Rojas Estapé refleja lo sedienta que está la sociedad de respuestas sobre cómo abordar nuestra salud mental. La gente se agarra a cualquier orientación porque estamos perdidos, porque no sabemos a dónde ir. Entonces es comprensible que muchas personas busquen en ella esa ayuda. Agradezco su contribución, me parece valiente y veo que está ayudando a mucha gente. Pero, claro, no participo plenamente con muchas de sus ideas, aunque reconozco que su esfuerzo es valioso.

El éxito de personas como Marian Rojas Estapé refleja lo sedienta que está la sociedad de respuestas sobre cómo abordar nuestra salud mental. La gente se agarra a cualquier orientación porque estamos perdidos, porque no sabemos a dónde ir

En algunos de sus libros, como El espejo del cerebro, defiende que esta ciencia puede explorar la mente a través de su relación con el resto del cuerpo. No obstante, con el proyecto Poesía y cerebro lleva su visión más allá. ¿Cómo afecta la literatura a la mente? 

Por una parte, yo creo que la curiosidad es fundamental para la salud mental. Trabajo mucho en medicina, en el estilo de vida, y la salud mental está estrechamente vinculada a la curiosidad. La educación que transmitimos a los niños debe fomentarla, porque cuando uno crece, esa curiosidad se desarrolla. Y el entusiasmo, que también está relacionado con la curiosidad, tiene efectos beneficiosos en la salud, como en el sistema cardiovascular, el sistema inmune y, por supuesto, en el sistema nervioso. Es mucho más que lo que aprendas, es la humildad de querer aprender algo nuevo.

Además, la poesía tiene una particularidad única: la abstracción. Es metafórica, lo que representa un reto para el cerebro. Los procesos cognitivos involucrados son mucho más complejos. ¿Por qué? Porque no sigue una secuencia lógica, como estamos acostumbrados en el conocimiento más directo. A veces no puedes explicar lo que entiendes, pero lo percibes profundamente. Y eso enriquece la percepción del mundo, abre otras formas de ver las cosas. Cuando escuchas un poema, por ejemplo, activas áreas cerebrales diferentes que si estuvieras simplemente escuchando una narración. A veces, un poema puede sintetizar en unas pocas palabras lo que a un científico le llevaría horas explicar.

La poesía tiene una particularidad única: la abstracción. Es metafórica, lo que representa un reto para el cerebro. Los procesos cognitivos involucrados son mucho más complejos

Ahí estaría el ejercicio, ¿verdad? En adentrarse en lo abstracto o entender que no todo puede explicarse fácilmente, aunque no guste.

Exacto, esa es la idea. El mundo científico es fascinante, pero es muy mecanicista, muy descriptivo. La poesía, en cambio, ofrece algo distinto. Es como un matrimonio perfecto entre ambas disciplinas: cada una tiene fortalezas donde la otra es más débil. Lo bonito para mí es establecer puentes entre ambos mundos. La poesía no tiene que decir lo mismo que la ciencia, ni la ciencia lo mismo que la poesía. Es ver la misma cosa desde diferentes perspectivas y me parece fascinante.

¿Y cómo sería al revés? ¿Cómo afecta la ciencia a la poesía? 

Lo que yo encuentro más interesante es cómo la ciencia puede inspirar a los poetas. Así como la ciencia debe acercarse a las humanidades, las humanidades también deberían acercarse a la ciencia. Creo que a menudo hay una especie de disputa, como si fueran dos caminos paralelos que nunca se tocan. Pero si un poeta se inspirara en los avances científicos y los usara en su lenguaje para transmitirlo, sería algo maravilloso. Muchos artistas, como Dalí en la pintura, lo han hecho, inspirándose en la biología o en descubrimientos científicos. Sin embargo, hoy en día, a veces el mundo humanista se enorgullece de no saber nada sobre la biología o la ciencia. Este analfabetismo, tanto de un lado como del otro, nos deja sin un conocimiento más integral.

A veces el mundo humanista se enorgullece de no saber nada sobre la biología o la ciencia. Este analfabetismo, tanto de un lado como del otro, nos deja sin un conocimiento más integral

¿Hasta dónde llega ese analfabetismo? ¿Cuánto de necesario es recuperar esa figura humanista que conecta ciencia y cultura?

Es muy necesario y esa es mi gran bandera: hacer una ciencia más humanista, más humana. Hoy en día, la ciencia tiene un gran impacto en la sociedad y en las decisiones que toman los gobiernos. Creo que es importante que los científicos conozcan la historia de su propia ciencia y que incorporen aspectos de otras disciplinas, como la sociología, para diseñar mejor sus experimentos. Antes, los médicos sabían sobre poesía, filosofía y medicina. Deberíamos tener un conocimiento más amplio y un enfoque más integrado. La especialización extrema nos ha hecho perder de vista el todo, y necesitamos recuperarlo.

Además de la divulgación, usted principalmente se dedica a investigación. ¿En qué está trabajando actualmente?

Seguimos investigando en la Facultad de Medicina de la Complutense la influencia de la respiración sobre el cerebro. Hemos publicado varios artículos. El mes pasado, por ejemplo, enviamos un artículo sobre cómo la respiración puede ser un biomarcador de salud mental, especialmente en personas con ansiedad. Ahora estamos trabajando en otro artículo sobre cómo la respiración lenta puede mejorar la salud mental y los procesos atencionales. En resumen, estoy muy centrada en la respiración, el cerebro y la salud mental, esos son los tres ejes que estoy investigando en este momento. 

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